Marcelo Noboa Fiallo
Desde hace ya algún tiempo, la
política, la mala política, lo invade todo. Nos despertamos y nos vamos a la
cama bombardeados por insultos, descalificaciones, amenazas, bulos, desmentidos
de bulos cuando ya el veneno ha cumplido su misión. Desastres medioambientales…todo
ello dura en nuestras memorias lo que un suspiro o lo que tardamos en
comentarlo con los nuestros.
Sin embargo, de vez en cuando
un suceso, un acontecimiento, nos obliga a poner en valor aquellas acciones,
aquellos programas que dignifican a un país pero que, por el paso del tiempo y
por aquello de que “las buenas noticias no son noticias” empiezan a quedar en
la esquina, en el rincón de nuestro día a día.
No hay acontecimiento más
trágico en la vida de una familia que la muerte de un ser querido y si éste es
el de un hijo/a el dolor debe ser insoportable. Hace unos días, todos nos
estremecimos con la muerte de Vera, una niña de tan sólo cuatro añitos. Muerte
ocurrida tras un desgraciado accidente en un castillo hinchable en la localidad
de Mislata (Valencia) mientras jugaba y se divertía. El padre publicó en sus
redes sociales un video de la niña y anunciaba (¡qué fuerza y que entereza!) la
donación de órganos de la niña con estas palabras: “A los cinco amiguitos a los
que ayudo a vivir con mis órganos, sed tan felices como he sido yo”. Tenía muy
claro el padre que la tragedia de una familia es la esperanza de otra. Es el
mayor ejercicio de solidaridad y generosidad en el marco del sufrimiento.
A partir de ello, nos enteramos
que cada año, entre 50 y 60 niños se convierten, tras fallecer, en donantes de
órganos gracias a la ONT (Organización Nacional de Trasplantes) que desde 1989
viene funcionando en España y que ha convertido a este país en líder mundial en
donaciones y trasplantes gracias, entre otras cosas, al empeño personal del
doctor Rafael Matesanz, a quien tuve la oportunidad de conocer cuando sólo él
creía en el proyecto. Proyecto que sólo era posible desde la esfera pública,
bajo dos principios la transparencia y la gratuidad.
En 1989, España estaba en otra
cosa. La prioridad era el cambio económico heredado del franquismo y la
consolidación de la democracia. Fueron tiempos difíciles para la sanidad
pública y andábamos muy lejos de Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña. Hoy,
cuadruplicamos a estos países en donación de órganos.
Matesanz, empezó su “travesía
del desierto” con dos secretarias, un
minúsculo despacho y sin presupuesto. Hoy la ONT, cuenta con 40 personas que
coordinan a más de 500 sanitarios que trabajan en las UVI de los hospitales
públicos cuya principal labor es pedir a las familias de los fallecidos sus
órganos. Consiguen el “si” en más del 85% de los casos, gracias a la
generosidad y solidaridad que se ha convertido en las señas de identidad del
pueblo español, como en ninguna otra parte del mundo. “Ha habido un par de
conatos de venta de órganos, pero fueron detectados muy rápidamente. Esto es
fundamental para nuestro prestigio porque, si se diera algún caso, el riesgo
para la subsistencia de nuestro sistema sería enorme” (Rafael Matesanz).
Se calcula que en el mundo hay
dos millones de demandantes de trasplantes, solo unos cien mil lo consiguen. La
falta de órganos para que otros puedan vivir es un drama. En este contexto los
buitres del dolor se forran en el “mercado” del hambre y de los que huyen de
las guerras (65 millones, según ACNUR), sin papeles, vulnerables, invisibles.
No tienen opciones en el mercado laboral, pero sus órganos sí, en el mercado
del dolor. Por un trasplante de páncreas se paga 80.000 euros, por uno de
hígado 125.000, 25.000 por una córnea y hasta 130.000 por uno de corazón; los
donantes apenas reciben entre 2.000 y 4.000 euros en el mercado negro.
Mientras tanto, en España, cada
año se realizan entre 120 y 140 trasplantes de órganos a niños (de los 4.200
que anualmente se realizan en adultos), lo que supone un 6% de todos los que
hacen en el mundo y además a los padres no les cuesta un céntimo, mientras en
EE.UU deben hipotecar sus casas si no tienen otros recursos para salvar a sus
hijos.
El caso de los padres de Vera,
saltó a los medios por el drama que supuso el accidente y muerte de su hija,
pero estas sofisticadas operaciones ocurren todos los días en los hospitales
públicos de España. Conviene recordar esto porque los buitres del negocio, los
buitres del dolor, los buitres de la privatización de la sanidad pública están
atentos para hacer caja.
DdA, XVIII/5071
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