martes, 4 de enero de 2022

¿QUO VADIS, EUROPA?



Marcelo Noboa Fiallo

Para los que no nacimos en Europa y pertenecemos a la generación de los cincuenta y, por tanto, peinamos más que canas, Europa siempre fue la tierra prometida. No había por entonces otro lugar en el mundo que te recibiera con los brazos abiertos y te hiciera participe de su modelo económico, social, cultural y político. Los que llegamos a éste continente a finales de los 60 o principio de los 70 de alguna manera somos “hijos” del Mayo del 68, de la Primavera de Praga, del debate sobre el eurocomunismo, del socialismo de rostro humano y de una riquísima e impagable participación en la cultura (literatura, teatro, cine, pintura, ópera...), pero quizás lo que más nos atraía era su modelo socio-económico, conocido como Estado de Bienestar, único en el mundo, envidiado en otros continentes.

Por entonces la única excepción, la única anomalía, era la pervivencia en España del régimen fascista de Franco que representaba la etapa más negra de la Europa de los totalitarismos, que llevó al mundo a la segunda guerra mundial. Viajar por aquellos años por Paris, Amsterdam, Roma. Londres, Estocolmo...era encontrarse con manifestaciones antifascistas contra el dictador. Todos recordamos con especial cariño los valientes pronunciamientos de Olof Palme, primer ministro sueco, condenando al régimen de Franco o las manifestaciones por toda Francia encabezadas por Jean Paul Sastre. El grito inconfundible seguía siendo, el que dio identidad a la lucha antifascista en España y en Europa:  !!No Pasarán!!

¿Qué queda de todo aquel espíritu? Poco, muy poco. La Europa solidaria, la de los principios, la cultura, la tolerancia, la integradora de razas, religiones, orientación sexual...La Europa de Bertand Russel, Einstein,  Passolini, Picasso, la de la Escuela de Franfurt, está siendo barrida por un tzunami, cuya única incógnita es su intensidad y la evaluación final de los daños que el mismo producirá.

El diccionario de Oxford, señaló en 2016, que la palabra que más y mejor definió aquel año fue "postruth" (la post verdad). El lenguaje de los políticos, en especial el de los populistas de extrema derecha basa sus discursos en la mentira, en el invento de cifras y datos. Así salió adelante el BREXIT en Gran Bretaña, así la extrema derecha estuvo a punto de ganar las elecciones presidenciales en la culta y democrática Austria, de la misma manera ganó las elecciones en Estados Unidos Donald Trump y, en la primavera del 2017 en Francia, la xenófoba Jean Marie Le Pen encabezaba todos los sondeos. Así crecían y crecen sin parar, los partidos de extrema derecha en Bélgica, Holanda, Suecia, Finlandia...En todos estos casos sólo se pudo impedir su acceso al poder, gracias a que socialdemócratas y conservadores se unieron. Lo que se dio en llamar “cordón sanitaria” para impedir su acceso al poder. Lo cual, se mire como se mire, es una anomalía en política, y representa una triste y lamentable oferta electoral.

Lo relevante en todos estos procesos, incluso si finalmente no llegaron a gobernar, es que la “semilla del diablo” ya ha calado en el comportamiento de los ciudadanos europeos. Hace no muchos años un francés, un alemán, un holandés,…ante todo se sentían europeos, hoy ese sentimiento casi ha desaparecido. Han vuelto los nacionalismos excluyentes y el rechazo al diferente. La palabra solidaridad ha desaparecido no sólo del discurso político sino del lenguaje cotidiano. Fue sorprendente la reacción de Gobiernos, Instituciones Europeas, políticos, prensa, “opinólogos”, sobre “el no triunfo de la extrema derecha en Austria”, soslayaban que el 47 % del electorado votó al candidato xenófobo, lo cual, era lo realmente preocupante. 

La Europa refugio de los perseguidos por sus ideas políticas, su raza, su orientación sexual, es ahora la Europa del miedo inducido por la post-verdad. Un ejemplo, en las elecciones que se celebraron en Austria la gente repetía como un mantra lo que el candidato de la extrema derecha Norber Hofer había inventado: “dentro de unos años habrá más musulmanes en Austria que Austriacos!!”, cuando lo cierto es que según datos de la Comisión Europea, ese año pasaron por territorio austriaco 190.00 refugiados, camino de Alemania, sólo 80.000 se quedaron en Austria, ello representaba tan solo el  uno por ciento de la población austriaca (una de las tasas más baja de toda Europa, en Alemania representan el 9.8 %. en Francia el 7.2%, en España el 10,3%...) sin embargo la gran mentira caló entre los austriacos que, entre otras cosas, tienen una de las economías más boyantes, ausencia de paro y uno de los niveles de vida más altos de Europa, no obstante, viven bajo la influencia de la “postruth” y…del miedo. Miedo que fue hábilmente manejado y manipulado, hace más de 80 años por uno de sus hijos, Adolf Hitler.

La gran mentira a calado. El veneno se ha instalado en el cuerpo social de Europa. Así se explica que la última macro encuesta de YouGov (El País) ponga al descubierto que “6 de cada 10 europeos opinan que desde 2012 han llegado a su país más inmigrantes de los que se debía haber permitido”. Encabezan la vergüenza, italianos, españoles, suecos y alemanes (77, 75, 73 y 67%).

La debilidad de Europa no está en sus orígenes, Monnet, Schuman, Adenauer, De Gasperi, dieron el gran salto, pero sus herederos no están a la altura. Admiten en sus territorios nacionales el principio democrático de mayorías (absolutas o cualificadas) para gobernar, pero no para las grandes decisiones en el marco de UE (estas tienen que ser por unanimidad). Este es uno de sus “talones de Aquiles”. El Parlamento europeo pinta poco, no es la sede del poder democrático. Por ello, nadie espera que la UE avance en la construcción de la Europa Social y recupere sus valores fundacionales. La respuesta a la inmigración continuará avergonzándonos. El Mediterráneo, otrora cuna de la civilización occidental, convertido en el cementerio de Europa. Seguiremos colocando vallas y muros para impedir su entrada (cínicamente denunciaremos el muro de Trump/Biden)

La extrema derecha continuará su avance, colándose por las grietas del sistema, porque sus instituciones son incapaces de dar respuestas a los abusos del capitalismo sin control. Los antiguos feudos de la izquierda, suburbios de las grandes ciudades, cinturones industriales, clases medias empobrecidas son los nichos de los nuevos votantes de la extrema derecha. Avanzan firmes y prepotentes. Abjuran de la “derechita cobarde”. En 2021 en España, realizaron más de 130 actos (a través de sus asociaciones que mantienen el discurso del odio), una cada tres días. Los casos en los que actuó la policía no llegan ni al 10%. En Hungría, el 70% de los ciudadanos están a favor de construir muros para impedir la inmigración y la mayoría de polacos consideran que la inmigración pone en riesgo sus valores culturales, pero les preocupa menos que puedan afectar a sus valores democráticos.

Mientras tanto, la realidad pura y dura es que Europa necesitará 60 millones de inmigrantes antes de 2050, ante su baja natalidad y su envejecimiento poblacional. Al parecer, poco importa que todos los estudios de prospección socioeconómica señalen que, si por alguna razón, las empleadas de hogar, cuidadores de mayores/ discapacitados, camareros…desaparecieran de España, la economía se hundiría y el país haría “crak”. Nada importa porque el veneno, al parecer, es más fuerte y, de momento, no hay vacuna.  ¿Quo vadis Europa?

   DdA, XVIII/5056   

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