miércoles, 12 de enero de 2022

DIARIO DEL AIRE: EL COLIRROJO TIZÓN DE LA CATEDRAL VIEJA

 


Lazarillo

Me lo encontraba todas las mañanas al amanecer en las inmediaciones de la catedral vieja de Salamanca, haciendo sus flexiones matutinas entre los pináculos y arbotantes. Su presencia y la de su pareja, con los atisbos de la primera luz del día abriéndose en el cielo, era tan estimulante para los ojos somnolientos de este Lazarillo que me detenía a verlo y me estampaba la emoción en los labios con un rictus de sonrisa. Ahí lo tienen, echando un cantarín a toda voz, según apunta Claudio Díaz Aznar, con toda la gracia y hermosura que tiene su trino cuando el silencio ambiental permite degustarlo a plena escucha. El colirrojo tizón tiene un color pardo oscuro o negro y una muy característica cola roja que le da nombre y brío cuando anda. Se le puede ver por el centro y el sur de Europa, y en nuestro país abunda más en la mitad norte. Asociado a roquedos y terrenos despejados, secos y pedregosos, muestra cierto grado de antropofilia al ocupar diversos tipos de construcciones humanas en entornos urbanos y rurales. El de la catedral vieja de Salamanca, con su Patio Chico y su soledad sonora, es un ámbito muy acogedor para su estampa, pintiparado para disfrutar de la discreción de su canto cuando amanece. Toda mi vida laboral en esta ciudad tuvo como primera y cotidiana emoción la de la presencia y contemplación de una pareja de colirrojos que volaban y cantaban entre las admiradas piedras antiguas. Por allí seguirán quienes les hayan sucedido en ese espacio urbano, y quizá también algún madrugador transeúnte dispuesto a  no pasar por alto la gracia de su vuelo y sus flexiones gimnásticas.

   DdA, XVIII/5064   

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