viernes, 7 de enero de 2022

ANGELINA GATELL: MEMORIAS Y DESMEMORIAS MUY RECOMENDABLES



TONI ALVARO

Más que luchar, hemos soñado.

De nuestros sueños poco queda.

Hace cinco años nos dejaba Angelina Gatell Comas. Nos dejaba una vida de integridad y poesía. Nacida en Barcelona, familia humilde, cuando aún no tenía 5 años, su padre, charolista curtidor, sindicalista, la llevó sobre sus hombres a Las Ramblas para celebrar la II República, ‘siempre he tenido la convicción de que en aquel momento yo me sentí unida a algo, a alguien, yo supe que pertenecía a aquella gente’.

Un cierre patronal dejó en la calle y la pobreza al padre, trasladando familia a Santa Coloma de Gramenet. Y la guerra que desata el fascismo. Su hermano Josep, 17 años, parte voluntario al frente de Aragón en la Columna Durruti. Y será una niña de 12 años la que verá pasar, junto a su padre, en la puerta de su casa en Lliçà de Vall, a los derrotados.

Fueron pasando, uno tras otro, los vencidos

por mis ojos de niña,

bajo las balas últimas

que partían

de los avellanos,

de los bosques fríos, de la tarde...

Los vi pasar –eran los míos–

caminando,

ay, hermanos valientes, al destierro

En esas hilachas de la derrota va también su hermano, que acaba en Argelès y luego en la Resistencia. Capturado por los alemanes fue enviado a un campo de exterminio, pero saltó de un tren en marcha y volvió a España, a la lucha clandestina, antes de partir al exilio en Brasil.

La familia Gatell Comas está señalada en Santa Coloma, vigilada de cerca. Fusilan a un amigo íntimo de la familia que escribe una última carta a su hija, amiga íntima de Angelina, con una línea que es poesía terrible y la tatúa a fuego: ‘Cada grano de arena que echen sobre mi cuerpo es un beso para vosotras’.

Angelina marcha a València con sus padres. Allí abren una tienda de objetos y ropa usados. También una tapadera que pasa material al maquis. Angelina Gatell entra en Socorro Rojo Internacional, pasando ayuda a presos políticos y sus familias. Un día verá morir a una compañera, atropellada por un camión al intentar huir de la policía. Ella tendrá más suerte. El amor. Su novio, José Sánchez Peinado, es policía y aprovecha para meterse en las dependencias de la Brigada Político Social para ayudar a falsificar documentos y salvar vidas.

Angelina participa en la tertulia del café El Gato Negro con los poetas de la revista Corcel, y en casa de Francisco Ribes y María de Gracia Ifach contacta con el ambiente intelectual de la Valància de esos años. También se hace actriz, de la mano de Amparo Reyes, y en 1952, con su marido Eduardo Sánchez Lázaro, fundan el teatro de cámara El Paraíso. En 1954 gana el Premio Valencia por su poemario Poema del soldado. No se lo quieren dar porque es la tercera mujer en ganarlo de manera consecutiva, y menudo ejemplo, habrase visto. La violinista Josefina Salvador, miembro del jurado, amenaza con liarla si lo hacen. Y no queda otra que entregárselo. Se lo harán pagar. Empiezan a cerrarle puertas y marcha a Madrid. Malos tiempos, ‘indefensos, perdidos en la ciudad que se llamó posguerra’.

Asidua a las tertulias de Gerardo Diego en el Café Gijón, de Vicente Aleixandre en Velintonia y de José Hierro en el Ateneo de Madrid, acabará creando con otros la tertulia literaria de Plaza Mayor. Publica su segundo poemario, ‘Esa oscura palabra’, y trabaja en teatro y televisión como actriz. Se empieza a hacer un nombre y pone ese nombre entre los firmantes de la carta que 102 intelectuales envían a Fraga Iribarne por la brutal represión desencadenada contra los mineros asturianos en 1962.

El Director General de Información, Carlos Robles Piquer, cuñado de Fraga, la llama a su despacho. Le propone retractarse en público a cambio de un puesto fijo en RTVE y chaletito en la sierra. Angelina se guarda la poesía en el bolsillo para contestarle ‘eso se lo ofrece usted a su padre, que seguro que aceptará’. La echan. Robles Piquer sería Ministro de Educación y Ciencia y director general de RTVE. También llaman a la empresa SAGO, donde trabaja como dobladora, para que la pongan de patitas en la calle, pero su jefe, Francisco Sánchez, se niega.

Su guión para la mini serie Marie Curie será ninguneado. Primero cancelan la emisión, y cuando se emite un año más tarde, no aparece en los créditos. No se calla y amenaza con demandar. Vuelven a llamarla a despachos y le chulea el jefe de programación, un tal Adolfo Suárez, que acabará tragando y pagando sus derechos. Y poniéndola en la lista negra.

En 1969 publica su poemario Las claudicaciones, ‘quiero decirte ahora tantas cosas… y siento que el silencio es la manera más leve de llorar…!. Título que avanza 30 años de silencio poético. O no, que publica antologías como Poesía femenina española 1950-1960, o Mis primeras lecturas poéticas, dirigida a los niños. O haciendo poesía de otra manera. Como actriz y directora de doblaje y adaptadora de guiones se encarga del doblaje de la serie japonesa Heidi. En el guión original, el perrote del abuelo se llamaba José, y Angelina le cambia el nombre por Niebla, en recuerdo al perro abandonado, ‘rayo tierno de brizna despeinada’, que recogió Pablo Neruda por las calles del Madrid bombardeado y que fue compañero de Rafael Alberti y María Teresa León.

En el Archivo General de la Administración quedó la copia censura de la antología poética de 1968, Con Vietnam, recuperada para el público en 2016. Fue en los primeros pasos del siglo XXI que Angelina Gatell volvió a publicar poesía de la mano de Manuel Rico y Bartleby Editores, bandadas de palabras para alimentar la memoria.

Una vez más quiero volver al tiempo

del que siempre hablaré

porque le pertenezco

como el azul al mar,

como la luz al alba.

Y quiero

bajar a su memoria

como quien baja

al sótano que guarda

objetos, actos, versos, actitudes,

días, que con frecuencia hojeo

como páginas,

y con ellas pegadas a los dedos

salgo a la calle, aparto con denuedo

la oscuridad y pregunto,

-por si alguien lo supiera-

dónde están los cadáveres,

desde dónde nos mira

la ausencia de sus ojos,

en qué lugar esperan

la cercanía de una rosa,

su fragancia vedada por la ira,

el aire

que disipe el silencio.

Y pregunto también

los nombres de los asesinos,

aunque los sepa bien, sílaba a sílaba,

pero los quiero dichos en voz alta,

a gritos,

no guardados con celo en sus estuches

de dorada penumbra

desde el instante mismo en que el invierno

dejó caer su frío sobre el suelo

que ya nunca fue patria,

sino desgarradura.

Muy pocos saben de qué hablo.

Sin embargo, no falta quien se aleje

obviamente molesto.

Y están los que, confusos,

se llevan a los labios

el índice gastado por el miedo

y se alejan también

aunque más lentamente,

no sé, quizá afligidos.

Otros, susurran evasivos: hace

ya tanto tiempo... Y vuelven la cabeza,

como si alguien de pronto los llamara.

También los hay que opinan sin sonrojo,

como haciendo equilibrios

sobre el filo de la conciencia,

que sería mejor dejarlo todo

dormido en el sosiego,

cubierto de benignos crisantemos

y así nadie podría

dañarse con su roce.

Después se van a Roma y, conmovidos,

debajo de los pórticos

donde Bernini,

hace ya más de cuatro siglos

guardó la luz del mármol,

recogen, con unción, sin miedo a herirse,

los nombres trémulos de gracia

de otros cadáveres,

los guardan en sus dijes con cuidado

y sonríen en paz.

No consigo entenderlo. Escucho. Miro.

Me quedan ya muy lejos las palabras

que con el tiempo cambian de sentido,

y acomodan sus dúctiles metales

a la oscilante

valoración de los conceptos.

Y más lejos aún, mucho más lejos,

perdida entre la niebla,

la luz que fue habitada por la idea,

o el aroma, no sé, tal vez por nada.

No consigo entenderlo.

Reúno amargamente mis preguntas

y releo las páginas

donde mi tiempo amarillea y sufre.

Como yo está cansado. Y como yo no entiende.

Y como yo, se niega a ser destruido

por esa desmemoria

más grave que el olvido porque en ella

crece y se ramifica,

estercolada por la indiferencia,

la planta obscena

de la conformidad y el beneplácito.

(Para más información vayan a las páginas de Memorias y desmemorias. Autobiografía. Fundación AIGSE. T&B Editores, 2014).


        DdA, XVIII/5059         

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