Carta abierta al novelista Arturo Pérez Reverte, a propósito de su libro de aventuras sobre La batalla del Ebro, que bien pudo ser sobre el Far West (9/X/2020)
María Toca
Antes de seguir, ratifico el derecho que tiene cualquier autor a contar la historia como le pete. Incluso a hacer con ella falsa moneda con la que compra un éxito dudoso. Faltaría más. La libertad literaria es sagrada. Lo que ya no es tan sagrado es pretender sentar cátedra y falsear los conceptos que se vierten, no en la novela, sino en la realidad, cosa a la que usted, señor Pérez Reverte, con su logorrea característica nos tiene acostumbradas. Flaco favor hace a la historia, flaco favor hace a las víctimas de esta triste historia de España.
Usted, señor Pérez Reverte tiende a confundir el exabrupto verbal, la exclamación retórica con la verdad. Es como aquel borrachillo de bar que expande manos y gritos asegurando que “esto lo arreglaba yo con dos hostias bien dadas” Puro y genuino Pérez Reverte con menos clase si cabe pero con idéntica retórica.
Nos cuenta, señor Pérez, que han sido los politicuchos los que han
desenterrado la memoria y con ello abrieron heridas donde todo estaba sanado.
Poco sabe de ello si de verdad cree lo que dice. Poco ha escuchado a la gente
(desgraciadamente ya escasa porque han ido muriendo de asco casi siempre)
que protagonizó los hechos que cuenta en su libro. Usted, que se precia de
documentarse para lo que cuenta con suficiente ayuda y medios, se le ha
quebrado el tercio. Si hubiera escuchado a los protagonistas observaría el
dolor y la impotencia ante el sentimiento de injusticia que les invade a todos.
Perdón, no a todos, solo a los que perdieron la
guerra. Esa guerra que, usted, señor Pérez Reverte, refleja
como algo sin ideología, que solo era amasijo de sangre, sudor y lágrimas. Una
guerra a su medida o a la medida de literatura de chiriguito de
aeropuerto. Acción, gritos y aventura. Como la visión que da de todas las
guerras que ha vivido…O dice que ha vivido. Cuestión de gónadas, como todo lo
suyo, amigo Pérez.
Y no, detrás de una guerra hay una historia. Lícito es
obviarla pero no me diga usted que hace un libro sobre unos hechos
históricos, porque no es así. Como mucho será libro de aventuras. La guerra
de España, como tantas en las que los pueblos se tienen
que levantar ante una violencia ejercida desde el poder, fue justamente lo que
usted dice que no es. Ideología.
Parte del pueblo español se levantó una mañana con
un golpe de Estado propiciado por unos militares
africanistas patrocinados por las potencias del Eje,
que luego provocaron la II Guerra Mundial.
Usted quiere hacer de la Guerra Civil una
batallita como de Hollywood y no está mal, pero
no es historia, es bestseller de
aeropuerto.
Parte del pueblo español no estaba de acuerdo con el
golpe y se levantó en armas. Parte del pueblo español tenía ideas de progreso ,
libertad, igualdad, liberación de un feudalismo obsoleto, de una iglesia
opresiva y de un patriarcado asesino. Y quería otra cosa. Y no es que yo
divinice a la parte republicana, que bien sé que las cosas se desmadraron en la
retaguardia con sucesos duros de asimilar por los que amamos la paz. Pero es
que en las guerras a una acción suele seguirle una reacción. Si bombardean una
ciudad y matan niños los aviones alemanes, la gente enfurecida se toma la
justicia por su mano. Jamás se me ocurriría justificarlo, solo entenderlo.
Concedido.
En una guerra los quintacolumnista, reales o
supuestos, son siempre muy maltratados porque es genuino que la violencia
emborracha y ciega. Pero no podemos olvidar qué, quién y cómo (preguntas
muy periodísticas que usted, Pérez Reverte, olvida
con frecuencia) Qué: fue un golpe de
Estado. Quien: Lo dieron los militares. Y se aliaron con el
fascismo y el nazismo para doblegar a un pueblo en una dictadura duradera que
aún colea. Y no, no lo dicen los políticos que han andado siempre detrás del
pueblo en eso de la Memoria Histórica y
hubo de sacarles las leyes a manotazos porque no les interesa en absoluto
conocer la historia. Por qué: para
mantener el orden establecido en la España anterior a la República,
un sistema corrupto, una monarquía caduca que permutaba el feudalismo medieval
en su provecho.
La historia de la República y la guerra no
se conoce, querido señor Pérez, porque
ni se estudia en las escuelas ni se cuenta en los sitios donde se debiera, por
eso, si la sacamos es por dar la versión de la otra parte, porque la oficial,
la que nos han venido contando durante ochenta años, es la conocida. La
estudiada en los colegios; si tiene dudas mire lo ocurrido estos días en Madrid con el nombre de las calles dedicadas a Indalencio Prieto y a Francisco Largo Caballero. O
las frases que Ortega Smith dedicó a las 13 Rosas.
No me diga que han sido los políticos quienes abrieron
las heridas. En absoluto. Las heridas estaban supurando, y siguen bien abiertas
porque nunca cerraron. No hubo interés más que en propagar la venganza. En las
cunetas del pueblo español, en las iglesias como en la Macarena de Sevilla, donde yace entre honores un
tal Queipo de Llano y tantos más,
que se permitían asesinar una vez conseguida la victoria, insultar a las
mujeres vencidas y hacer befa del derrotado, como hacen siempre los mal
nacidos.
No, no hemos abierto heridas, querido señor Pérez Reverte, porque estaban gangrenadas. Mientras los
luchadores españoles de la II Guerra Mundial,
se batían y caían en campos de concentración y al ser liberados no tenían a
donde volver. Eran apátridas porque el régimen franquista no los reconoció como
españoles. El resto tornó a sus países como héroes, los españoles vagaron por el mundo en un triste exilio que no
cerró heridas.
Usted no se ha documentado en absoluto, porque con que
hubiera preguntado a los hijos o nietos de los luchadores le hubiéramos contado
las lágrimas que vimos tragar, el doloroso silencio, las humillaciones que
sufrieron y sufrimos. Compartí internado con la hija de un prisionero de campo…
¿Sabe señor Pérez que la superiora me
llamó para desaconsejarme su amistad en base al rojerío de su padre? Y no le
hablo de la prehistoria porque una calza canas pero no tantas, corrían los
setenta. Mi amiga tuvo y tienen heridas sin cerrar porque su padre vivió
más de veinte años en un campo de concentración y en las cárceles franquistas.
Como mi abuelo. Así que no me hable de heridas cerradas porque jamás nos
dejaron cerrarlas.
Si hubiera hablado con alguno de los contendientes,
cosa imprescindible para documentarse, hubiera constatado como sigue doliendo
la Memoria. Sin rencor, porque puedo asegurar que jamás vi
rencor en ninguno de los derrotados y derrotadas pero sí una búsqueda de
justicia, de reparación de una memoria muy digna que representa a las ideas por
las que lucharon.
Y pasamos a la segunda premisa que niega
con alevosa altanería: la ideología. Cuenta usted que en las guerras
que ha trasmitido nunca vio ideología. Puede ser. No le niego su experiencia
aunque se ha discutido mucho por sus propios compañeros y compañeras. Tan solo
le digo que a veces la propia mirada distorsiona la realidad. Usted dice de sí
mismo que no tiene ideología (si eso fuera posible, que no lo es, porque
siempre hay ideología y más cuando se niega) puede ser que su visión de los
conflictos fuera meramente exportación de la bravuconería masculinista de la
que alardea sin mesura. Porque, señor Pérez Reverte, para
usted los razonamientos no existen, tan solo los cojones y la decisión
brava del machote carpetovetónico. Y eso puede ser que distorsione la
realidad.
En la antigua Yugoslavia había
ideología, en Sarajevo cuando los serbios
mataban como a conejos a todo el que osara cruzar una calle era justamente por
ideología. No lo dude, los serbios hicieron limpieza étnica sobre musulmanes
por ideología y por ideología defendían la patria yugoslava mientras se
descomponía como melón podrido. Puede ser que no nos entusiasmara la ideología
que practicaban pero existía. Siempre existe. Cuando un pobre se levanta contra
el poder. Cuando un poderoso defiende privilegios. Cuando una fe se quiere
imponer por la fuerza. Cuando una idea, raza o pensamiento quiere imponerse, y
otro bando se defiende, es por ideología. Luego esa ideología es utilizada por
otros poderes… seguro, pero se empuña un arma, se mata o se muere por
ideología.
Lo que obvia usted es que hay ideologías e ideologías.
No quiero ser maniquea, líbreme Dios, pero nunca será igual luchar por la
libertad de un pueblo, por la igualdad, por los pobres de la tierra, por el
pan, que defender privilegios, defender poderosos. Nunca
puede ser igual porque entonces igualamos a la víctima con el verdugo y nos
convertimos en bestias.
Si en la guerra de España no había
ideología, no se luchó por ideas y ambos bandos eran iguales, los campos de
concentración (fiel consecuencia del ideario de los amigos de Franco) no son condenables. Meras trapacerías del triunfador
que quiere limpiar la raza ¿no es así, señor Pérez Reverte? Si
negamos la legalidad republicana y la traición de un militar sublevado
apoyado por el fascismo, entendemos que lo de Austria, Polonia fue una
forma de ampliar espacio. Y todo igual.
No. Claro que había dos bandos bien diferenciados sin
posibilidad de equidistancia porque jamás, jamás podemos equiparar a la
legalidad con el golpe fascista. Me podrán hablar de los fallos de la II República, que los tuvo, pero sabemos que en el
mundo civilizado cuando las cosas no nos gustan luchamos para cambiarlas
dentro de un civismo legal. O de una revolución, que también. Lo que no es
lícito es aprovechar las armas y la formación que el pueblo dota a su ejército
para que éste se vuelva contra el propio pueblo. Eso, amigo Pérez, es un golpe de Estado, cosa muy fea e
ilegal.
Por eso, niego que fueran dos bandos enfrentados, como
usted e historiadores a la violeta, nos pretenden hacer creer. Dos bandos
iguales, equidistantes. No, jamás lo fueron. Fue un golpe que no triunfó aun
teniendo al capital y a las potencias fascistas a su favor y
parte del pueblo que se levantó en armas, en total desorganización, sin apoyo
ninguno (el ruso tardó en llegar y lo hizo de forma harto cuestionable) Hablar de equidistancia, igualar los bandos no hace más que faltar
a la verdad e insultar a los vencidos.
Que por otro lado, han recibido ya tantas vejaciones
que una más les(nos) resbala. Lo triste y lo que impele a escribir esto, es la
mentira histórica que ustedes pretenden difundir a las generaciones venideras.
Mentir en la historia es pecado mayor que suele pagarse caro. Ya sabe lo que
dijo George Santayana: los
pueblos que no conocen la historia están condenados a repetirla.
Pues eso.
Por otro lado, le deseo éxito, que no dudo que tendrá,
en su libro de aventuras, que es sobre la batalla del Ebro y
bien pudo ser sobre el Far West. O
cualquiera de las batallitas que se cuentan cual abuelo Cebolleta, con arte y buena letra, eso sí.
La Pajarera Magazine DdA, XVII/5034
6 comentarios:
Si un grupo de facinerosos ataca tu casa, donde estan tus hijos, tus recuerdos y tus enseres, parece logico que te defiendas. ¿Merecen la misma consideración las actitudes de los atacantes que las de los defensores?
Me ha encantado.
Recomendable para educadores.
No se puede expresar mejor. Mis mayores felicitaciones por su escrito.
Si encima de que casi nadie conoce la verdad, encima vienen a tergiversar lo que pasó, lo que faltaba
Impecable. Felicidades a María, autora del artículo.
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