Ramón de Unamuno, a la derecha de don Miguel en una foto familiar
Estos días, según una información publicada por el diario El Mundo, Francisco Blanco Prieto, experto en la obra del filósofo bilbaíno, ha descubierto uno de los documentos más controvertidos del autor de 'Niebla' desde hace ocho décadas: el recibo de banco con su donación en favor de las 'fuerzas salmantinas' (es de hacer notar el calificativo al referirse a las que se sublevaron en julio de 1936). Por contra, el menor y el más rebelde de los hijos de don Miguel, futbolista en su juventud, fue herido gravemente en la batalla del Jarama, hasta el punto de que se le dio por muerto y “héroe republicano” en algunos periódicos. Exiliado en Francia, se dice que su amistad con Picasso propició el Guernica. Regresó a España en los años cincuenta.
Félix
Población
Del hijo menor y quizá el más
rebelde de los varones de que tuvo Miguel de Unamuno con Concha Lizárraga
(Fernando, Pablo, Raimundo, José, Rafael y Ramón), Ramón de Unamuno (1900-1969), apenas se han publicado detalles acerca de su
vida. Puede que no lo haya facilitado el hecho de que desde los primeros meses
de la Guerra de España Ramón estuvo entre los españoles que defendieron al
gobierno de Frente Popular y sufrieron, en su caso, graves heridas en el
frente. A Ramón se le dio incluso por
muerto en la batalla del Jarama, la ofensiva llevada a cabo por el ejército
sublevado entre el 6 y el 27 de febrero de 1937 al objeto de impedir las
comunicaciones con Madrid.
Se sabe que el menor de los
Unamuno Lizárraga empezó la carrera de Medicina en su ciudad natal, Salamanca,
pero posiblemente le interesó en esos años más el fútbol y la política, pues
llegó jugar en el equipo local, abandonó los estudios universitarios y
suscribió con su firma en 1932 el apoyo a la República y las Cortes
Constituyentes, cuando su padre todavía no había sufrido las primeras decepciones
con el régimen, cuya bandera tricolor izó un año antes en el balcón del
ayuntamiento de Salamanca a su regreso de Hendaya procedente del destierro,
después de haber sido recibido multitudinariamente por la ciudad.
Gracias una exhaustiva investigación
llevada a cabo por la web Guerra en
Madrid, a cargo de los historiadores A. Laguna, A.V. Márquez y A. Moreno,
sabemos que en 1936, al comienzo de la guerra, Ramón de Unamuno cursaba
estudios de Odontología en Madrid y que se alistó con un cierto retraso en las
milicias republicanas, puede que como respuesta a las duras críticas que
pesaban sobre don Miguel en los medios de información por su apoyo inicial al
golpe militar y que como es sabido provocaron su cese como rector de la
Universidad. Su hermano José, también en Madrid, llegó a ser detenido y
encarcelado por los milicianos, sin que se detallen demasiado las causas. Esto
es lo que dicen los citados autores al respecto: “El hecho de que la prensa republicana tildara a Miguel de
Unamuno de “fascista”, colocó a Ramón en el disparadero. Pronto empezó a
sentirse perseguido y algunos grupos de milicianos tomaron represalias contra
él y contra sus hermanos que residían en Madrid. Tanto es así que uno de sus
hermanos (posiblemente José) fue detenido y encarcelado tras encararse con unos
milicianos que habían cometido un “atropello” mientras hacía cola en una tienda
de comestibles. Esta es la versión que ofreció una vez terminada la
guerra Manuel Llano Gorostiza (escritor), en uno de sus libros destinados
a investigar a la familia Unamuno”.
Ramón de Unamuno se incorporó
al combate con el Batallón Numancia en octubre de 1936. El diputado Benito Artigas –según se dice en la citada web-, presidente de las
milicias sorianas y jefe político del batallón, fue el encargado de anotar su
inscripción y suministrarle el uniforme correspondiente: una chaqueta estilo
militar y una boina con las siglas del batallón (BN). Luego de
verificar trabajos de vigilancia y orden público en la retaguardia de Madrid,
el Batallón Numancia entró en combate en la llamada Batalla de Sigüenza, que se
caracterizó por la dureza de la lucha durante el otoño/invierno de ese mismo
año, con el coronel Jiménez Orge, jefe de la escolta de Manuel Azaña al mando
del batallón, al que se unieron las milicias anarquistas y del POUM, así como
el Batallón de La Pasionaria. De los pormenores de ese frente dejó noticia a
modo de diario (Memoria de la guerra, ed.
Cálamo) el excelente historiador del arte y no menos
magnífico y olvidado escritor soriano Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976).
Fue precisamente en Sigüenza donde Ramón de Unamuno tuvo
noticia de la muerte de su padre en su casa de Salamanca de la calle
Bordadores, en la tarde del último día del año 1936, con la posibilidad de que
también llegara a sus oídos la información en la que una emisora republicana
achacaba el fallecimiento a un envenenamiento. (Léase a propósito del extraño
fallecimiento de don Miguel el libro de reciente publicación La doble muerte de Unamuno, de Luis
García Jambrina y Manuel Menchón, donde se cuestiona por primera vez la versión
oficial del hecho, dada en su día por los militares facciosos y mantenida a lo
largo de más de ocho décadas). Lo cierto es que el hijo menor de don Miguel
supo de su óbito por la carta que le mandó su hermana -no se consigna el nombre
de las dos que entonces vivían-, procedente curiosamente de Londres y sin que se
detalle el contenido de la misma, de la que por desgracia no consta referencia
en los instrumentos de descripción de la Casa-Museo Miguel de Unamuno en
Salamanca. Ramón apenas tuvo tiempo para reparar en la pérdida de su progenitor
porque al poco su batallón se desplazó a la vera del río Jarama, donde tuvo lugar
una de batallas más reñidas y cruentas de la guerra, y la que casi le cuesta la
vida.
Integrado en la 66 Brigada, a Ramón de Unamuno se le dio por
muerto el 18 de febrero en el sector de Morata de Tajuña, como consecuencia de
los impactos de metralla sufridos en su rostro y garganta. La noticia de su muerte
se llegó a publicar en los periódicos, hasta el punto de ser calificado como
héroe en la portada de Ahora, diario de
la juventud, y aparecer en otros periódicos de Madrid como El Liberal, La Libertad y La Voz como
fallecido en combate, según podemos leer en el último de los citados, en el que
no se elude una alusión a su padre, sin bien esta es sumamente respetuosa en
unos tiempos poco dados a esas concesiones: Ramón
Unamuno, estudiante de Odontología, ha encontrado la muerte luchando en el
frente del Jarama. Su hermano José se bate como teniente de Artillería del
Ejército republicano. Ambos, al lado del poder legítimamente constituido,
comprendieron desde el primer momento cuál era su deber. El ejemplo dado por
los dos nos lleva pensar, por contraste en Don Miguel, español tan original y
tan paradójico que alimentaba su espíritu inquieto con la contradicción
constante. No hemos de juzgarle aquí. Paz a los muertos”.
También al día siguiente la prensa republicana insistió en la noticia,
como es el caso del diario Ahora, dirigido por el periodista sevillano Manuel
Chaves Nogales (1897-1944), que vuelve a calificarlo como “un héroe más de la
juventud española”. A ese periódico se suma el prestigioso diario británico The
Times, que internacionaliza la información sobre óbito con una esquela de gran
formato en recuerdo del fallecido.
Ese criterio, obviamente, no era el que se manejaba en la prensa de los
sublevados, tal como los citados investigadores comprueban en el diario Lucha,
de Teruel, en el que se da por supuesto -sin que se pruebe- que el fallecido
luchaba contra su voluntad en defensa de la República, a juego con la actitud
inicial de su padre apoyando la sublevación, antes del conocido incidente con
el general Millán Astray en el que Unamuno mostró su divergencia el 12 de
octubre de 1936: “La noticia nos ha desconcertado. Ramón de Unamuno, hijo del
malogrado y admirado don Miguel, ha muerto envuelto en un combate del frente de
Madrid envuelto en el exótico uniforme ruso, en el infamante uniforme anti
español. La inclusión de Ramón de Unamuno en las filas marxistas tiene que
haber obedecido a un caso de fuerza mayor, nunca a un acto voluntario y
consciente…Todos sabemos que los dirigentes rojos obligaron a empuñar las armas
a cuantos ciudadanos se hallaban al advenir el movimiento en territorio
dominado por ellos. Ramón de Unamuno, que residía en Madrid, pudo muy bien ser
obligado a ingresar en las milicias de indeseables. Cuando la guerra haya concluido
y la verdad resplandezca, nos informaremos de que Ramón de Unamuno murió
pensando en Dios, en España y en su buen padre, quizá cuando buscaba la huida
del infierno rojo”.
Internado en Valencia en un hospital de sangre bajo la gestión de
Izquierda Republicana, en abril de 1937 fue entrevistado por la periodista y
escritora Luisa Carnés para la revista Estampa. La información da cuenta
detallada de las heridas del paciente: Ramón Unamuno está herido en el ojo derecho y en el
cuello. Apenas puede hablar. El proyectil sin trayectoria le desgarró la
garganta. Con buena voluntad pero con grandes trabajos me cuenta de sus heridas
en el frente”. Carnés también se interesa por la tardanza del
herido en alistarse, que posiblemente dio lugar a comentarios como el del
diario turolense: Ya se dibujaba (en octubre
del 36) claramente los contornos intervencionistas en España –responde Ramón-.
Se veía cada vez de una manera más diáfana que lo que nuestro país libraba no
era una cuestión interna o de partidos políticos rivales. Tenía relieves de una
guerra seria. Nosotros no podíamos permanecer espectadores mientras que lo
mejor de nuestra tierra, los mejores hijos de España, morían cada día en los
frentes republicanos.
Nada nos dicen los
investigadores mencionados de la fecha en que Ramón de Unamuno llegó a París,
en donde había residido su padre durante la dictadura de Primo de Rivera,
después de huir de su destierro en la isla canaria de Fuerteventura, pero sí
sabe que salió de Valencia en la primavera de 1937 y que fue evacuado al objeto
ser intervenido sin demasiado éxito de las secuelas originadas por las graves
heridas de guerra. Gracias a una entrevista publicada con Ramón de Unamuno en
el diario La Voz de Asturias en 1964, se conoce según sus propias palabras que
residió en la capital de Francia entre 1937 y 1944.
Hay certeza también de que el
26 de abril de 1937, según cuenta Manuel Llano Gorostiza (La ex futuridad de
Unamuno), Ramón estaba con el autor de este libro en París, en una fecha tan
señalada como la que marca el atroz bombardeo de la Legión Cóndor sobre
Guernica. Los dos se juntaron en una manifestación popular contra otra masacre,
la de Durango, que había tenido lugar días atrás. La marcha había sido organizada
por la Liga de los Derechos del Hombre, que Miguel de Unamuno y Antonio Machado
habían presentado años antes en Segovia. La versión que da Gorostiza de la
presencia de Ramón en la marcha es esta: “Al frente iba
un extraño monstruo sobre unas angarillas al que una bala dundum había
destrozado un ojo, el pómulo y una parte de la mandíbula. Sus cicatrices eran
impresionantes”.
Tras la marcha,
Ramón fue presentado a Pablo Picasso por unos pintores vascos. El artista malagueño colaboraba por
entonces codo con codo con el Gobierno de la República para preparar la
Exposición Universal. Cuentan que Picasso le invitó a vivir con él en su mismo
hotel –leemos- porque simpatizaron desde el primer minuto. Algunos
investigadores insinúan, incluso, que Picasso decidió pintar definitivamente el
Guernica por su amistad con Ramón. Para hacer más verosímil esta suposición, es
de hacer costar que la madre de Ramón, Concha Lizárraga, había nacido en
Guernica, en cuya iglesia contrajo matrimonio con Miguel de Unamuno. Mucha habría
sido la indignación del autor de Vida de
don Quijote y Sancho por el crudelísimo bombardeo de aquella villa, ciudad
natal de su esposa a quien tanto quería y capital histórica de Euskadi, sobre
todo teniendo en cuenta los pensamientos que don Miguel tuvo en contra del
proceder de los militares sublevados a raíz de su enfrentamiento con el general
Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Unos meses de
vida más y Unamuno habría sabido, entre la desolación y la rabia, de tan brutal
y desalmado episodio que quizá como ningún otro le hubiera hecho ver lo
equivocado de su inicial apoyo a la sublevación militar.
Ramón de
Unamuno permaneció en París después de la guerra, pasando dificultades
económicas, sin saber si esa permanencia se debió al riesgo que corría
regresando a España por haber formado parte del ejército republicano. De la
precariedad de su existencia en la capital de Francia da idea el hecho, contado
por su cuñado Quiroga Pla, de llegar a malvender el Romancero del destierro de su padre, que Quiroga recuperó después
para sus descendientes y fue publicado en Buenos Aires bajo el título “Unamuno:
Cancionero. Diario poético” (Ed. Losada). Quedan también por saber las
penalidades de Ramón durante el tiempo de ocupación de Francia por las tropas
hitlerianas, de cuya estancia no le contó apenas al entrevistador de la citada
interviú, cuando se mostró según tan reacio a mover recuerdos, según el autor.
Entrados los
años cincuenta, el menor de los Unamuno Lizárraga regresó a su país y fijó su
residencia en Madrid. El periodista que lo entrevistó en 1964 para el citado periódico
asturiano nos cuenta que por entonces frecuentaba los cafés y tertulias de las
calles próximas a la Puerta del Sol, que se dedicaba a pequeños negocios y que
perdió la oportunidad de casarse durante la guerra. José Antonio Valverde, el
entrevistador, describe a Ramón de Unamuno a los 54 años de edad con las mismas
facciones de su padre, “aunque le desfigure la cara y a la vez le reste
juventud a su rostro una enorme cicatriz que tiene en el ojo derecho, de
cristal, por una bala que recibiera durante la Guerra Civil”. El hijo menor de
don Miguel asegura que “con el ojo me llevaron media vida y es algo que tengo
presente desde que lo perdí. A veces procuro olvidarme, pero muy pocas lo
consigo. Sobre todo teniendo que quitármelo todos los días al acostarme. Me
costó mucho hacerme a vivir sin un ojo”.
En la
conversación con Valverde no hay ninguna referencia, por supuesto, a la
trinchera desde la que Ramón de Unamuno combatió en la guerra. Sí al hecho de
que ninguno de los hijos de don Miguel se dedicara a la escritura,
“afortunadamente, ya que todo hijo que se apoyara para hacerlo en la popularidad
de su padre fracasaría, puesto que ningún hijo puede ser mejor que su antecesor”.
En la entrevista se alude a sendos homenajes que tendrán lugar en Nueva York y
Bilbao con motivo del centenario del nacimiento (1864) de don Miguel. Al de
allende los mares asistirá Fernando de Unamuno y Ramón tocará las campanas de la iglesia del Señor Santiago –según leemos-,
la parroquia en donde fue bautizado el escritor vasco. También confiesa el hijo
menor de don Miguel una vieja afición por el juego del billar, en el que llegó
a realizar hasta 120 carambolas.
Ramón de
Unamuno falleció el 7 de mayo de 1969 en Madrid y fue enterrado en el
cementerio de Salamanca junto a sus hermanos y sus padres. Al parecer no tuvo
problemas para integrarse en la sociedad española una vez de regreso a su país,
como tampoco los tuvo José, combatiente republicano también, que el 31 de
diciembre de 1953 fue nombrado catedrático numerario de Matemáticas de un instituto de Valladolid y luego ejerció esa
profesión en un centro docente de Pontevedra. “Yo soy español, español”, le
repitió varias veces al periodista que lo entrevistó en Madrid en 1964. “Hasta
la médula del alma”, que diría su padre.
*Artículo publicado en el número de noviembre de 2021 de El viejo topo
DdA, XVII/5003
1 comentario:
El pie de la primera foto no es correcto. Ramón de Unamuno es precisamente en que está justo delante de Don Miguel, , no el que está a su derecha, como dice el pie de foto. No solo porque era el más pequeño de los hijos, siendo claramente a la vista mayores los demás, sino también por el parecido fisonómico con la otra foto publicada en esta misma página, en la que el escritor le tiene sobre sus hombros.
En la foto superior aparecen:
En la fila delantera, de izquierda a derecha: Felisa, Ramón, Salomé, y Rafael.
En la segunda fila, izquierda a derecha: Pablo, Don Miguel, Fernando, Doña Concha Lizárraga, José, y María.
De todos ellos, la primera que falleció fue Salomé, en 1933, antes que sus padres, mientras que la última fue María, en 1983. Fernando fue arquitecto municipal en Palencia. Rafael médico oftalmólogo, Pablo fue médico odontólogo, pero tuvo que dejar esta profesión al deteriorarse mucho su visión por desprendimiento de retina, y José fue catedrático de instituto de Matemáticas.
Publicar un comentario