miércoles, 10 de noviembre de 2021

FELIPE GONZÁLEZ Y LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

 


Vicente Bernaldo de Quirós

Si pensabais que el abrazo que Felipe González y Pedro Sánchez se dieron en el congreso socialista de Valencia supondría una aceptación por parte del camarada Isidoro de la política actual de su partido, abandonad toda esperanza, que figura en la Divina Comedia de Dante Alighieri y que parafraseó Pablo Casado para negar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, sino todo lo contrario.
Felipe González volvió a las filas socialistas como el hijo pródigo regresó a su casa, tal y como contó aquella parábola del Nuevo Testamento. Y como en la historia que les contó Jesús a sus discípulos, la algarabía por el regreso fue tal, que sonaron todas las campañas y se alegraron todos los corazones porque pensaron, pobres ingenuos, que se trataba del abrazo de Vergara y no del abrazo del oso que el ex presidente le tenía preparado a su sucesor.
Tampoco dijo mentira alguna, porque ya anunció Felipe González que se reservaba el derecho a la crítica y al libre albedrío, aunque en su época de secretario general del PSPE, el que se movía no salía en la foto y ordenó a su sosias Alfonso Guerra que le cuidara el rebaño y cumpliera con la orden. Es cierto que a Isidoro no le interesan más cargos orgánicos que los que le han venido dados por su condición de expresidente, pero sí le resulta conveniente que su influencia y magisterio se dejen notar en el partido que tiene más de cien años.
A este que os escribe, siempre le pareció injusta la parábola del hijo pródigo porque se privilegiaba al que se fue de casa dejando a sus padres y familiares sin noticias y sin apoyos, mientras que el hermano, que fue el que se echó toda la carga a la espalda no fue el protagonista de la fiesta de bienvenida que le dieron y cuando se quejó a su padre recibió una respuesta típica de quien tiene más preferencias por los vencedores que por los perdedores.
Por esta razón tampoco me parece justo, casi ni sensato, que se permita a Felipe González que siga en el candelero y le importen un rábano las decisiones congresuales de su partido, lejos de las prioridades de los neoliberales que apadrina el viejo secretario general. Y lo peor es que no pasaron ni 48 horas del abrazo cuando las corrientes internas del felipismo se pusieron en orden de batalla para cercenar las políticas de alianzas entre su partido y Unidas Podemos.
Ahí están las puñaladas traperas de Nadia Calviño a la derogación d ela reforma laboral, pactada en el Gobierno de coalición, pero que la hija del que fuera primer presidente de RTVE en la època de González trata de boicotear un día si y otro también, como si en vez de ser nombrada ministra por Pedro Sánchez lo fuera por la cúpula de la CEOE, con unos indisimulados celos patológicos por la popularidad de su compañera de Consejo de Ministros Yolanda Díaz.
No se comprende, además, esa alianza contra natura entre Felipe González y la hija del compañero al que el ex presidente mandó a las galeras y puso a Pilar Miró en su lugar para que le sacara las castañas del fuego, a la que, por cierto, también arrojó a los leones y miró para otro lado ante el acoso de los guerristas.
Y en esa misma línea de pequeños sabotajes al inquilino de La Moncloa, se sitúan también las manifestaciones de determinados barones que odian al sanchismo, pero se mantienen en el machito porque sin el apoyo del partido no son nada. Las razones son evidentes: darle bofetaditas a los socios de Gobierno, pero en la cara del presidente. El hijo pródigo ha vuelto, pero con el propósito ruin de quedarse con la herencia.

DdA, XVII/5006

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