Algunos de sus alumnos en los años setenta acusan al reputado compositor religioso Cesareo Gabaráin, capellán de Juan Pablo II, de los que cometió en algunos colegios siendo director espiritual, y reclaman que sea retirado su himno.
Félix Población
Acaba de ser noticia que la iglesia católica francesa
venderá una parte de sus bienes muebles e inmuebles, y recurrirá también a un
préstamo para hacer frente a las indemnizaciones que debe pagar a las víctimas
de los abusos sexuales cometidos por miembros de la institución. Los obispos de
ese país no utilizarán para ello el dinero proveniente de las donaciones de los
fieles para el fondo de compensación a las víctimas de los abusos: 330.000
menores desde 1950 fueron las víctimas y cerca de 3.000 pederastas fueron
identificados, según el informe de la Comisión Independiente sobre Abuso Sexual
en la Iglesia Francesa.
Nunca tendremos un informe similar en España, en
donde se carece de información al respecto sobre actos de similar carácter que
pudieron haber ocurrido en el mismo periodo en que sucedieron en Francia. Téngase
en cuenta que aquí la iglesia católica tenía una poderosa influencia en la
formación educativa de las sucesivas generaciones de estudiantes a lo largo de
la dictadura, no como en el vecino país, donde la educación es laica.
Ese vacío estadístico puede dar idea de la impunidad
con la que podrían haber actuado quienes como representantes de la iglesia
católica española tenían encomendadas tareas educativas durante los cuarenta
años del viejo régimen. También son ilustrativas, aún hoy, las dificultades que
tienen quienes sufrieron ese tipo de abusos y los denunciaron, sin que sobre
los acusados pesara condena penal alguna. Quizá por todo ello, afloran tan
tarde casos como el de Cesáreo Gabaráin, un cura vasco fallecido en 1991, al
que se le ha llegado a calificar como icono musical de la iglesia española por
su reconocida obra como compositor religioso.
Su prestigio en este sentido fue tanto que, a finales
de los años setenta del pasado siglo, El Vaticano le otorgó el título de
prelado de honor o capellán de su santidad Juan Pablo II. Nadie mejor que
Gabaráin, por lo tanto, para dirigir el coro que le cantó al papa polaco en el
estadio Santiago Bernabeu, colmado de jóvenes feligreses, durante su primera y multitudinaria
visita a España en el otoño de 1982.
El cancionero del padre Cesáreo tiene recorrido
mundial, su discografía es numerosa y se interpreta en todas las iglesias
católicas del planeta, con títulos tan populares como Tú has venido a la orilla y Pescador
de hombres. Sin embargo, tal como informó el diario El País hace unos
meses, sobre el sacerdote vasco pesan denuncias de pederastia, dado que casi por
los mismos años en que fue nombrado prelado de honor del papa Karol Wojthyla,
fue denunciado y expulsado del colegio de Chamberí de Madrid, administrado por
los maristas y donde desempeñaba el cargo de padre espiritual del alumnado, si
bien sus víctimas lo acusaron de haber sido un auténtico “pescador de niños”
para muy otras funciones, según el citado periódico.
De los maristas pasó el padre Gabaraín a otros
colegios madrileños, no sabe en calidad de qué, si bien con unos antecedentes como
los suyos debería haber sido alejado de la tentación y el pecado para siempre.
Maristas y archidiócesis de Madrid fueron los que anunciaron la apertura de una
investigación de los hechos, tras la denuncia de los mismos con ocasión de unos
ejercicios espirituales celebrados en la
sierra madrileña en 1978. El hermano marista Aniceto Abad fue quien registró la
denuncia y logró que la congregación expulsase al director espiritual del
centro.
La historia, sin embargo, no acaba aquí, porque
también en el diario El País se nos desveló
más recientemente que el cancionero de Gabaráin no se limitó al ámbito
religioso en España sino que, muy en concordancia con la iglesia
nacional-católica en la que ejerció su ministerio y piadosas costumbres,
compartió esas creaciones con el ámbito castrense. Al padre Cesáreo se le debe
la composición del himno oficial de las Fuerzas Armadas de España y los cuerpos
de seguridad, compuesto para honrar a los militares y agentes fallecidos, y
cantado en actos oficiales tan señalados como el 12 de octubre, día de la
fiesta nacional.
Pesando sobre Gabaráin, desde el pasado mes de
agosto, la acusación de los abusos sexuales cometidos, de los que fueron víctimas
al menos 16 alumnos tanto del citado colegio madrileño como de otro en Antzuola
(Guipúzcua) en donde se inició como capellán, quizá se debería plantear la
sustitución de su himno La muerte no es
el final por otro de otra autoría. Según leemos en Wikipedia, Gabaraín
compuso esta canción “tras haber perdido a Juan Pedro, un joven de 17 años que
era organista en su parroquia”. Pedro Tena,
una de las víctimas del cura vasco, estima que ese himno es un insulto. Tanto
él como otras dos víctimas del cura vasco, el hermano de una ya fallecida y el
primer alumno que denunció a Gabaráin, reclaman –según El País- que se deje de
interpretar oficialmente esa obra en los actos públicos, algo que ocurre desde que
fue elegida en 1981 como himno oficial para homenajear a los fallecidos de las
Fuerzas Armadas.
“Por ser instituciones del Estado
que en principio nos representan a todos, las Fuerzas Armadas y la policía no
deberían utilizar una canción compuesta por un acreditado pederasta con
numerosas acusaciones y víctimas a sus espaldas”, afirma Tena. Eduardo Mendoza,
el exalumno de los maristas de Chamberí que denunció al cura en el colegio en
1978, cree que “es algo que debería ser revisado con urgencia. No hay que
olvidar –añade- que se está utilizando la obra de un pederasta para un acto
público de Estado. Y puedo asegurar que, cada vez que se entona públicamente,
se está revictimizando a cada una de sus víctimas. Sobre todo, porque hasta ahora ha prevalecido el
encubrimiento de lo ocurrido”.
Ni el Ministerio de Defensa, ni el de Interior, ni la Casa Real se han manifestado, a requerimiento del mencionado periódico, sobre una posible retirada del himno. Tampoco, los principales partidos políticos. Quizá confían, como ha sido hasta que fue denunciado su autor, en que nadie reparará en el futuro -con el paso del tiempo- en la personalidad del compositor pederasta. Letra y música seguirán sonando en los labios de los militares y el Jefe del Estado cada 12 de octubre en la Plaza de la Hispanidad, porque para nada importa el dolor y la afrenta sufridos por las víctimas del prelado de honor, o capellán, de un representante de Cristo en la tierra, cuyo nombramiento recayó en Gabaráin tres meses después de ser denunciado. Así de presto es el celo de quienes dicen seguir el mensaje del maestro de Galilea.
En
el Evangelio de Mateo leemos que a una pregunta de los apóstoles sobre quién
será el mayor de ellos en el Reino de los Cielos, Jesús llamó a un niño y les
reconvino acerca de la necesidad de dejar atrás sus ambiciones y hacer como los
niños, pues de los contrario no entrarán en el nuevo reino: “Quien recibe a un
niño como éste en mi nombre, a mí me recibe, pero el que escandalice a uno de
estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de
molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar”. (Mt, 18, 6
ss).
El Salto DdA, XVII/5011
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