miércoles, 17 de noviembre de 2021

ARANZAZU CALLEJA, COMPOSITORA: "NOS HA TOCADO SER REFERENTES Y SIEMPRE NOS ACECHA LA IMPOSTURA"*

         


        Alicia Población Brel

        La bilbaína Aranzazu Calleja (1977) se licenció en Bellas Artes mientras compaginaba sus estudios de violín en el Conservatorio Superior J.C. Arriaga. De la relación entre ambas disciplinas nació su interés por la música para cine. Ganadora, junto con Maite Arroitajauregi, del Goya 2021 a la mejor música original por la película Akelarre, Calleja continua sumergida en múltiples proyectos mientras mantiene su trabajo como musicoterapeuta en su ciudad natal.

     Bellas Artes, violín… ¿cómo llega Aranzazu Calleja a componer para el cine?

     Mis estudios musicales empezaron antes, desde que era pequeñita, con el violín, en el Conservatorio, y cuando acabé el instituto me metí en Bellas Artes. Fue en la universidad, de manera un poco inesperada, donde fui coincidiendo con gente que estaba muy interesada en estudiar cine y quería dedicarse a ello. Borja Cobeaga fue una de esas personas, fue un grandísimo amigo, con él es con quien realmente empecé a trabajar. Sus cortos tuvieron mucha visibilidad y este fue verdaderamente el clic de suerte. Bien es cierto que las mujeres tendemos mucho a hablar de la suerte como si las cosas no pudieran sucedernos si no es a través de ella, pero es cierto que en este caso sí hubo una conexión que facilitó mucho el que yo pudiera ir adentrándome poco a poco en el mundo del cine. A través de sus trabajos me fue llamando gente.

            ¿Cómo influyen sus estudios previos en la composición?

          Es complicado autoanalizarse… Yo no estudié la carrera de composición. En la época de la universidad me gustaba muchísimo el cine y la música popular, pop rock, que utilizaba arreglos de cuerda. Del disco Curtains, de Tindersticks, me saqué todos los arreglos con el violín. Nick Cave me gustaba mucho, Warren Ellis, violinista, era uno de mis referentes… Como el violín era mi instrumento, lo que yo sabía tocar, y como no había estudiado composición, por lo que no tenía todos los recursos que quizá hubiera tenido habiendo estudiado la carrera, yo usaba el violín para buscar mi mundo, mis ideas. Al estar en Bellas Artes entendía el arte como un objeto escultórico al que tú añades capas. De esa forma de entenderlo surgió un poco mi manera de hacer. Nunca me he sentido muy académica. Un compositor de cine necesita mucho conocimiento musical, muchos recursos. Cuantos más recursos tengas, más puedes enfocarte a una película épica, de espías, un drama social… pero con este perfil que se nos exige creo que también se pierde un poco la voz que tú puedas tener. A mí los compositores que más me gustan son los menos estándares, por ejemplo Mica Levi o Jonny Greenwood, gente que va por otros lados, que no tiene una oración tan exhaustiva ni tan académica. Siempre he sentido que yo no sabía suficiente, que siempre tenía que aprender más. En el momento en el que te amigas un poco con eso y aceptas que nunca vas a saber todo lo que crees que necesitas saber, entiendes que también puedes crear y disfrutar con lo que ya sabes, sin dejar de aprender, eso sí.

           Obtuvo una beca para estudiar en Berklee, ¿Qué diferencias hay entre el sistema educativo musical de España y el de EEUU dentro del ámbito creativo?

            Todas. Te lo digo en serio. Mira, por ejemplo, allí, lo que aquí llamamos lenguaje musical, se llama ear training, y se utilizan canciones de Cole Porter, por ejemplo. Cantas las canciones mientras un profesor te acompaña con acordes de séptima y, de repente, si lo haces bien, la gente te aplaude en clase. Esto suena muy yanqui, muy gamberro, pero a mí, que siempre fui muy tímida, muy estudiosa pero sin llamar la atención, que de pronto me aplaudieran hacía que me viniera muy arriba. Te ibas de una clase a otra y por el pasillo te saludaban y te decían: Hey, you really did it!

Pues esto, si lo aplicas a todo, era EEUU. La gran diferencia con la educación musical que yo he tenido aquí es que allí ponían el foco en lo que hacías bien, no en lo que hacías mal. Yo recuerdo mis partituras de violín de cuando estudiaba llenas de notitas rojas, ojitos, lo típico: ojo, aquí te equivocas, ojo, aquí vas muy rápido, baja el tempo y, bueno, todo mal. Pues mis partituras de Berklee eran lo que sí haces bien. Y entonces, ¿qué consigues? Pues que eso que haces bien lo hagas mejor y lo que haces mal pues se queda por ahí, como, bueno mira, ya lo arreglarás, pero vamos a potenciar lo bueno, no vamos a poner el ojo en lo malo. Para mí esa diferencia, que parece poca, lo es todo.

            ¿Qué papel tiene la música en el cine?

            Difícil… La música del cine es una manera de conectar con el público en el momento en que la imagen deja de llegar a un lugar. Se encarga de abrir un camino nuevo, no de completar el sentido porque eso es labor de cada espectador, pero sí de aportar algo a lo que jamás podrá llegar la imagen. Tiene que ver con algo tan sutil como es el tono y la manera en la que se dicen las cosas. Tú puedes hablar, puedes gritar, puedes susurrar, estás diciendo lo mismo pero de manera distinta. La música es un lugar muy abstracto en el que todo es un misterio. Lo que me parece más maravilloso es que con la misma peli, dependiendo de si la haces tú o de si la hago yo, sería otra peli. Para mí esto es el mayor de los misterios y, como todos los enigmas, lleva implícita la necesidad de descubrirlo. Ahí reside para mí el interés de este trabajo.

            En alguna ocasión ha hablado de la importancia del silencio. ¿Cómo se compone música que, sin ser especialmente minimalista, consiga crear esos contrastes que resalten el silencio?

            Creo que por una parte está la manera de hacer, pero en este caso es sobre todo el lugar en el que decides poner la música y qué lugares decidimos dejar en silencio. Ahora estoy trabajando en una peli, Cinco lobitos, que es la ópera prima de la directora  Alauda Ruiz de Azúa, y en uno de los momentos más íntimos de la peli me dijo: me pongo en tus manos, quiero que me hagas propuestas porque de primeras yo pienso que este momento no debería llevar música. Yo le dije que estaba completamente de acuerdo. El adecuado uso del silencio me parece una manera de tratar al espectador de manera inteligente. No hace falta darle más pistas cuando en una imagen ya se están sobreentendiendo ciertas cosas. Creo que es como en la vida, a veces cuando hablamos de más metemos la pata. Tampoco mola quedarse en silencio, eh, hay que comunicarse, pero buscando ese equilibrio entre decir lo justo sin dar de más. Hay pelis, como las comedias estas de Santiago Segura o las del tipo Un papá genial en las que a lo mejor es más difícil eso de crear vacíos para que el espectador complete la narración, pero en los proyectos en los que yo he trabajado sí que ha habido algún hueco en el que yo he podido jugar. Decir: voy a callar, voy a dejar que sea la propia imagen la que hable. Es importante el lugar en el que decides dejar de sonar porque también estás diciendo cosas.

          El mediometraje Después de María, el corto Lo sé o la película Nagore son trabajos dirigidos por mujeres cuya banda sonora es suya ¿Observa alguna diferencia entre trabajar con directores y hacerlo con directoras?

            Ellas justo son tres directoras muy diferentes entre sí, es difícil, pero la similitud que encuentro entre ellas tres en comparación al resto de proyectos dirigidos por hombres es que se permiten más licencia para la duda. Igual esto va implícito en nosotras, pero para mí esta duda, siempre y cuando no te vuelva loca, te da más opciones con las que poder manejarte. Cuando las cosas no están tan cerradas en la cabeza puede parecer malo, pero a mí me parece muy bueno si lo sabes manejar. Ellas tres tenían esto en común, permitirse las dudas, hacer, deshacer, repensar las cosas varias veces. La duda no se esconde de la misma forma que en los directores que, aunque la tengan, tal vez no la muestran tanto. Nos han enseñado a no mostrar la duda para no mostrar la grieta. Las mujeres no tenemos, al menos entre nosotras, ese miedo a mostrarnos. Una cosa es ser insegura y otra tener dudas, son cosas distintas.  Se trata de utilizar la duda como parte del proceso y compartirla para llegar a un lugar común. Si no la muestras, tampoco dejas opción a que otro te ayude a resolverla.

            Aunque, afortunadamente, cada vez hay más, encontramos muy pocas películas cuya banda sonora haya sido compuesta por una mujer. Sin embargo, tampoco se ven muchas películas de directoras cuya banda sonora sea de autoría femenina. ¿Cree que existe cierta falta de sororidad en este aspecto?

            Sí, esto yo también lo he pensado muchas veces. El otro día vi Maixabel cuya música la hace Alberto Iglesias, que es maravillosísimo, y es verdad que Icíar Bollaín últimamente siempre trabaja con él. Es una mujer, por lo que sé, muy feminista, igual que Isabel Coixet, pero ella igual, salvo Elisa y Marcela, que la hizo Sofia Oriana Infante, últimamente la música siempre la hace Alfonso Vilallonga. Y también me encanta lo que hace este hombre. Sin embargo, me resulta curioso que dos mujeres tan potentes y tan feministas, y con una visibilidad tan grande como la que tienen Coixet o Bollaín, sigan decantándose por directores de foto y compositores varones. Supongo que esto es una cuestión de quién me da a mí más confianza y quién me hace sentir más en casa. Pero sí, ahí hay algo que a mí también me da qué pensar. Estaría interesante preguntárselo a ellas. Seguramente será que les gusta muchísimo trabajar con Iglesias y Vilallonga y no quieren a otros porque, además, justo son dos músicos que tienen mucha voz, mucha personalidad. Pero igual también hay mujeres únicas, por ejemplo Mika Levi, fíjate si no es única en su manera de hacer música.

            ¿Ha sentido el sesgo de género en su profesión?

            Sí. Es un poco chungo decirlo pero me he sentido siempre un poco naif, no he querido darle la importancia que verdaderamente tiene y he preferido continuar trabajando, pero ahora que tengo otra conciencia y me siento mejor ubicada respecto a las cuestiones de género y al feminismo, efectivamente lo he sufrido, he tirado para delante y he pensado que era lo normal. Ahora puedo decirlo, pero hace cinco años no lo hubiera dicho porque lo tenía súper integrado, porque entendemos que es así.

            ¿Por qué son importantes los referentes para las nuevas generaciones?

            Esto es una cosa que yo he hablado mucho con Maite Arroitajauregi, con todo este asunto que nos ha caído así tan de golpe como es ganar un Goya y ser las segundas mujeres en ganarlo en 35 años. Tiene tela, pero si te pones a mirar es que tampoco hay muchas más mujeres nominadas. Y dirán que es que no hay, ¡claro que las hay! Lo que pasa es que es difícil poner el foco ahí. Hay que replantearse cosas y hay que quitarse la careta de tímida, dejar de decir que esto no va conmigo. Akelarre fue un proyecto difícil tanto para Maite como para mí, en ningún caso esperábamos ganar un Goya, pero aun así preparamos ese homenaje en el que decidimos cantar, decir nombres de mujeres, como en una especie de representación de todas. Nos ha tocado ser un poco referentes, al menos en este momento. Y de verdad que nos acecha en todo momento la impostora, ese síndrome, no podíamos ni pensar que nos lo fueran a dar. Además, excepto las canciones, la música incidental se mezcló en Argentina, nosotras no estuvimos y está bajísima y cortada como de golpe, en sitios en los que nosotras no estábamos de acuerdo. Por todo ello estábamos un poco enfadadas, la verdad, pero sabíamos que tampoco podíamos dar la espalda a esto, que teníamos la misión de estar ahí para ayudar a esa gente que busca referentes, habíamos pasado a ser parte de esos referentes y tuvimos que hacer una labor para creérnoslo primero nosotras. Nos emocionó mucho que compañeras de profesión nos felicitaran y tuvimos más claro que nunca que lo que hay que hacer es hacer piña para ser cada vez más.

            Es curioso cómo tenemos que ir a Google para buscar nombres de compositoras y cómo, por el contrario, nos salen más fácilmente nombres de varones compositores…

            Es muy fuerte. Recuerdo una vez que me llamó un director para hacer una película, yo no la podía hacer y me dijo: pero bueno, y ¿dónde encuentro yo ahora una mujer? Claro, me estaba llamando por las cuotas. Hay que abrir los ojos para conocer, hay que querer conocer. Es difícil apostar, pero creo que esto no pasa tanto con los compositores. A nosotras se nos pone en duda permanentemente y lo peor es que nos lo creemos, creemos que tenemos que estar mucho más en forma, tener el triple de recursos y ser súper heroínas. No me extraña que por el camino nos caigamos. Si a esto se le suman maternidades, cuidados y conciliación familiar olvídate de que haya mujeres abuelitas, como Ennio Morricone, recogiendo un Oscar honorífico con 90 años. ¿Qué abuelita con 90 años va a haber podido sobrellevar todo esto? Creo que fue el año de Los odiosos ocho, en el que ganó Morricone, en el que vi una foto en el periódico de un palco en el que estaban John Wiliams, Morricone, Thomas Newman, y Carter Burwell, o sea, cuatro todoterrenos. ¿Cuántos años van a pasar para que haya cuatro abuelitas así de míticas juntas en un palco?

            Ahora que menciona lo de las cuotas, este es un tema delicado con opiniones muy dispares, ¿cree que son necesarias?

            Yo creo que las cuotas hacen más bien que mal. Yo sé que El hoyo fue una cuota, como tantos otros proyectos, pero es que gracias a esa cuota, que inicialmente puede resultar un tanto ofensiva, me han llamado para otros proyectos. Es un camino por el que hay que transitar, esperemos que no demasiado tiempo. Si no se da esa oportunidad a través de las dichosas cuotas que tanto incomodan, queda anulada la manera más práctica que tenemos las mujeres de llegar a ciertos espacios. Porque si no, tenemos que confiar en que productores y productoras abran los ojos de manera natural para llamarnos. Y no, si no pones una ley detrás, por desgracia, eso no pasa. Así que estoy a favor de las cuotas, a pesar de que me molestan y lo he sentido. A mí me han echado de pelis. “Es que ha entrado un director francés y claro, nosotros te teníamos un poco por la cuota…” y fuera, ya no estás en la peli. Es muy fuerte. Una película es como una empresa y cuando se acaba la película se deshace la empresa. Se necesita mucho dinero y a veces hay intereses un poco siniestros por detrás. Es muy fácil mosquearse y darse por vencida, pero hay que seguir. Ante el típico discurso de lo de las cuotas hay que tener una o dos frases muy muy certeras para no reñir y luego no entrar más en el tema. En sonido y postproducción es muy común oír esta queja, pero si yo me pongo a la inversa: Es que toda la vida nos habéis quitado el trabajo los hombres… me llamarían histérica y feminazi. A ellos sí se les otorga esa voz, se les da ese espacio.

            ¿Qué es el éxito? ¿Qué diferencias hay entre la fama y el éxito?

            No puedo desligar el trabajo de las relaciones humanas. Ni puedo ni quiero. Las veces que me he aislado para acabar un trabajo me he sentido triste, necesito nutrirme de la gente a la que quiero. De modo que para mí el éxito tiene que ver con el equilibrio entre sentir que haces un buen trabajo y sentir que estás con la gente adecuada. Más allá de que el público te aplauda o te den premios es fundamental saber que estás rodeada de gente que te quiere bien. Tengo que bajar a Madrid a los Premios Platino y al día siguiente volver para dar clase en una escuela de música, trabajando con gente con diversidad funcional. Me encanta que esto sea así porque me baja a la tierra. La fama es un rato que sales en la tele y la vida sigue al día siguiente y al otro y al otro. Y me alegra que mi madre ponga la tele y me vea, pero eso no es el éxito.

 *Entrevista publicada en el número de noviembre de la revista musical Ritmo.

      DdA, XVII/5012     

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