jueves, 7 de octubre de 2021

SOFÍA CASTAÑÓN: DESPRECIO DE CLASE EN EL CONGRESO

Sofía Castañón

Cuando entré en el Congreso tomaba muchísimas notas de lo que veía, intentaba contarlo, traducir lo que pasaba en la institución -aquello que no recogían las cámaras- a la manera de hablar y de ver de cualquiera en casa. Luego la rueda de hámster se puso a girar y las notas ya eran sobre los textos legislativos, sobre instancias a gobierno, sobre reuniones.

Y lo cierto es que últimamente cada vez veo más necesario volver a contar muchas de las cosas que no se ven y que ocurren en el Pleno o en las Comisiones. Porque ojalá el problema se quedara en que alguien en su ignorancia utilice el término "bruja" como un insulto.

Hay una hostilidad, y hasta una crueldad, que asustan porque se ejercen desde el privilegio. Ayer en la Comisión de Educación ya no es sólo que tuviésemos que soportar miradas con pretensión de intimidatorias al exponer nuestras posiciones, o al defender nuestra iniciativa por el reconocimiento de la especialidad docente del asturiano. Sobre el modo en que algunos diputados se ponen en ridículo insultando la cultura de Asturies no comento nada que ya lo dicen todo uno y otra y ahí están los vídeos.

Lo que me estremeció especialmente fue que ante un relato generoso y valiente del portavoz del grupo socialista para defender la necesidad de tomar medidas en la escuela contra la lgtbifobia, una historia de vida en primera persona con la que sin duda muchas estarían empatizando y pensando en su propia experiencia; hubiera risas, mofas. Esa misma violencia lgtbifóbica que no queremos ni en las escuelas, ni en las calles ni en las instituciones.

Y todo esto va pasando. A diario. A veces es un comentario en el pasillo. A veces es una difamación ridícula en una comisión en la que ni una está. A veces es ruido y a veces es desprecio (desprecio de clase, por si alguien lo duda). Va pasando día a día en el Congreso. Y me pregunto en cuántos sitios más está pasando. Esa erosión continua de la convivencia que no, no es ninguna polarización entre maneras de entender el mundo. Es discreta violencia simbólica y relacional. Es algo que nunca dejó de estar, pero que ahora no lleva careta, no guarda las formas.

Y esto no va de decoro. Esto va de la impunidad con la que se saltan algunos los consensos democráticos. Porque pueden, nos están diciendo. Porque se les puede expulsar de un pleno, y aún así se quedan.

En cuántas partes está sucediendo ahora mismo. Hablemos de esto.

DdA, XVII/4975

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