Ana Cuevas
Debido a mi precaria salud mental a veces tengo dudas sobre la veracidad de algunos acontecimientos. O bien padezco de alucinaciones delirantes o vivimos en una simulación al estilo "El show de Truman" en la que las personas somos meros cobayas del experimento de alguna retorcida mente.
De ser así, el guionista se afana con las tramas más esperpénticas. Ni en el famoso "juego del calamar" se hubieran atrevido a dar un golpe de efecto tan rocambolesco como los de nuestro locudrama patrio.
El inefable Villarejo, un hombre pegado a una grabadora, nos ofrece otro episodio trepidante de su eficaz labor de espionaje (se rumorea que grabó hasta los azotes de la comadrona en su propio parto). Su última revelación hace que se nos caigan los palos del sombrajo. Al parecer, la fogosidad del rey emérito llegó a convertirse en un problema de estado. Hasta el punto de que los servicios secretos decidieron suministrarle, sin su consentimiento, hormonas femeninas e inhibidores de la testosterona.
Parece un capítulo de "La que se avecina". Pero don Juan Carlos no es el Recio (aunque uno tiene un reino y otro un imperio del marisco). Yo me lo imagino más como a Benny Hill, persiguiendo al servicio por los pasillos palaciegos para palparles el trasero.
Le viene de casta. Su abuelo Alfonso XIII producía sus propias películas porno para uso privado. Vamos, que Juanca no es el único pichabrava de la ilustre familia. Y claro, saltando de colchón a colchón se escapan secretillos que pueden comprometer a mucha gente. La primera, a la propia institución monárquica.
Así que decidieron caparlo. Se descartó hacerlo literalmente por si ponía alguna pega y le suministraron las hormonas y los inhibidores en el cola-cao que se toma antes de acostarse. ¿Imaginan qué hubiera pasado si se les va la mano con la dosis?
Tendríamos un rey emérito pechugón y de rotundas curvas. Como una Carmen de Mairena con corona que intentaría magrear a los mancebos en vez de andar detrás de las señoras. ¿Y cómo deberíamos llamarle? ¿Juanita Carla?
Es evidente que el plan no salió bien. Quizás, porque Juanca contrarrestaba el efecto con toneladas de viagra. Se rumorea que, el desgaste de caderas, no tiene que ver con sus prácticas de esquí. Más bien con bailar la lambada en cientos de jergones.
O a lo mejor nos da una sorpresa cuando vuelva definitivamente de su auto-exilio entre los jeques y aparece con plataformas y medias de rejilla ante su contrito hijo. ¿Se imaginan la cara de Leticia? ¡Qué cuesta arriba se les está poniendo el reinado con esta "ejemplar" familia!
Aunque es cuestión de probar. Si a uno le va la marcha, como al campechano, ya se sabe el refrán: "Cuando las ganas de j...r aprietan, ni las posaderas reales se respetan. Así que, hormonado o no...¡que tiemble Julio Iglesias! Le ha salido una dura competencia.
DdA, XVII/4988
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