Félix Población
Acabo de leer la experiencia
vivida por un adolescente y su madre en
la ciudad de Gijón. El muchacho llegó a casa angustiado porque dos amigas suyas
estaban borrachas perdidas, casi inconscientes, tiradas en unos jardines
públicos, bien entrada la madrugada y expuestas a cualquier tipo de agresión o
percance. Se trataba de dos chicas muy jóvenes que se habían excedido con la
bebida hasta el extremo de bordear la inconsciencia.
El adolescente acudió presuroso
a su hogar para que sus progenitores socorriesen a sus amigas, se preocuparan
por su salud, las llevaran a casa y durmieran allí esa noche. El relato de los
hechos lo cuenta la madre del adolescente, Leticia, que a la mañana siguiente,
una vez recuperadas de la borrachera las dos jóvenes, les leyó a ambas unas
páginas muy persuasivas de su diario personal correspondientes a la fecha en
que sufrió similar circunstancia, en los primeros años noventa, con el
resultado de no repetirla nunca más.
De esa época datan precisamente
los orígenes del Botellón en España. Hace treinta años por estas fechas, en
1991, que la Policía tuvo que intervenir para sofocar los disturbios que se
produjeron en Cáceres tras el adelanto en el cierre de los bares nocturnos,
decretado por la gobernadora civil. Grupos de jóvenes optaron por prolongar
entonces sus veladas y beber en compañía
en los lugares públicos, con el beneficio añadido de poder adquirir las bebidas
alcohólicas en los comercios a unos precios más asequibles para sus bolsillos, favoreciendo
con ello una mayor ingesta de alcohol y, a su vez, una mayor juerga surtida de
gritos, meadas y vomitonas para molestia y enojo del vecindario.
Lo que ocurrió en la ciudad
extremeña se trasladó después a otras localidades del país, hasta el punto de
formar parte hoy de los hábitos de un amplio sector de gente cada vez más joven
que con frecuencia es noticia en los telediarios. Catorce y quince años tenían
las adolescentes gijonesas a las que una madre de nuestro tiempo acogió en su
casa para cuidarlas y leerles una experiencia similar a la suya de hace dos
décadas, que le sirvió para rechazar las bebidas alcohólicas y ser en la
actualidad una mujer artísticamente dotada y socialmente comprometida.
Según un estudio sobre el
consumo de este tipo de bebidas en la provincia de Valencia, entre la población
adolescente escolarizada, un 57,3 por ciento de 328 jóvenes encuestados
reconoce haber consumido alcohol alguna vez, frente a un 41,9 que afirma no
haberlo probado. La mayor extensión en el inicio del consumo se produce entre
los 14 y los 15 años. De entre quienes reconocen haber bebido alguna vez en su
vida, el 62,4 por ciento eran chicas y el 51 por ciento chicos.
Estamos ante un muy grave
problema a solventar que algunas madres, como Leticia, han sabido encararlo con
las amigas de su hijo, partiendo al pie de la letra de su propia experiencia,
echándole razones, sensibilidad y solidaridad. Cabe suponer que el incremento
del Botellón en nuestro país a lo largo de treinta años ha favorecido datos como
los expuestos. La pregunta es saber cuánto le queda a este nuevo hábito social
entre el mocerío y con qué efectos en las encuestas y la sociedad del porvenir.
La última hora DdA, XVII/4996
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