La libertad se aprende ejerciéndola. Clara Campoamor
Félix Población
La convención nacional del Partido
Popular ha contado esta semana con un primoroso trío de cabezas de cartel: un
ex presidente de la República Francesa (23) condenado por corrupción, un
presidente del Gobierno de España y ex presidente de un partido cargado de
corrupciones y un Premio Nobel de Literatura al que se le ha escuchado una
frase impropia del nombre que ocupa en la literatura escrita en español. Claro
que Aznar no ha querido ser menos en soberbia, chulería y racismo,
contradiciendo al mismísimo papa Francisco con su negativa a pedir perdón por
las masacres perpetradas en América Latina contra los pueblos originarios.
“Los latinoamericanos saldrán de
la crisis cuando descubran que han votado mal. Lo importante de unas elecciones
no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien", declaró
Vargas Llosa. Alguien recordó oportunamente, con ocasión de estas palabras, que
en España hace noventa años que las mujeres lograron el derecho al sufragio en
los primeros meses de la segunda República y que hubo un diputado liberal que con respecto al
voto femenino podría estar en línea con el pensamiento don Mario.
Se llamaba Rafael Guerra del Río(1885-1955), fue parlamentario en diversas legislaturas
desde 1920 y portavoz del Partido Republicano Radical bajo la bandera tricolor, la
misma formación política a la que pertenecía Clara Campoamor, la mujer que hizo posible con su denodado
pundonor
parlamentario el voto de las mujeres. Rafael Guerra fue quien utilizó un
argumento preventivo similar al de Vargas Llosa con relación
a tan histórico logro: “Si votan mal –dijo con
la rotundidad patriarcal y machista propia de la época-, les quitaremos el derecho al día siguiente”.
Argumentaciones del tipo de la que utilizó
Vargas Llosa son propias de quienes promueven sublevaciones golpistas como la
que tuvo lugar en España en 1936 contra el gobierno del Frente Popular, al
conceptuar sus conspiradores -aun antes de que se celebraran los comicios y
previendo la posibilidad del resultado
que se dio-
que la ciudadanía podría votar mal. La sublevación correspondiente, apenas
cinco meses después, una guerra atroz y una de las más largas dictaduras de la
historia mundial fueron las consecuencias
de que la ciudadanía no votara bien según los vencedores del conflicto armado. El
propio Rafael
Guerra del Río debió tomar, como
tantísimos otros españoles, el amargo camino del exilio que se llevó lo mejor
de nuestra ciencia, arte y cultura.
En América Latina saben muy bien lo que en
palabras del novelista hispano-peruano comporta no
votar bien y dejar de lado que haya libertad o no para
hacerlo. De
una manera
reiterada, cuando no
se votó lo que a Vargas le parece bueno en aquel continente, se repitió una versión reducida y casi
siempre sangrienta en no pocas sus naciones
de lo que
sucedió en la madre patria, a la que don Mario se
ha acogido después de fracasar políticamente en su país.
Vargas
Llosa, con
su infame declaración en la convención nacional del
Partido Popular, dio
pie a interpretar como asumibles las reiteradas
felonías
del golpismo militar latinoamericano, cuya práctica
en imponer
las botas sobre los votos se viene repitiendo cada vez que no se cumple el
criterio de don Mario.
La última hora DdA, XVII/4970
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