domingo, 3 de octubre de 2021

EL VOTO BUENO DE VARGAS Y LAS BOTAS


La libertad se aprende ejerciéndola. Clara Campoamor

Félix Población 

La convención nacional del Partido Popular ha contado esta semana con un primoroso trío de cabezas de cartel: un ex presidente de la República Francesa (23) condenado por corrupción, un presidente del Gobierno de España y ex presidente de un partido cargado de corrupciones y un Premio Nobel de Literatura al que se le ha escuchado una frase impropia del nombre que ocupa en la literatura escrita en español. Claro que Aznar no ha querido ser menos en soberbia, chulería y racismo, contradiciendo al mismísimo papa Francisco con su negativa a pedir perdón por las masacres perpetradas en América Latina contra los pueblos originarios.

 

Los latinoamericanos saldrán de la crisis cuando descubran que han votado mal. Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien", declaró Vargas Llosa. Alguien recordó oportunamente, con ocasión de estas palabras, que en España hace noventa años que las mujeres lograron el derecho al sufragio en los primeros meses de la segunda República y que hubo un diputado liberal que con respecto al voto femenino podría estar en línea con el pensamiento don Mario.

 

Se llamaba Rafael Guerra del Río(1885-1955), fue parlamentario en diversas legislaturas desde 1920 y portavoz del Partido Republicano Radical bajo la bandera tricolor, la misma formación política a la que pertenecía Clara Campoamor, la mujer que hizo posible con su denodado pundonor parlamentario el voto de las mujeres. Rafael Guerra fue quien utilizó un argumento preventivo similar al de Vargas Llosa con relación a tan histórico logro: “Si votan mal –dijo con la rotundidad patriarcal y machista propia de la época-, les quitaremos el derecho al día siguiente”.

 

Argumentaciones del tipo de la que utilizó Vargas Llosa son propias de quienes promueven sublevaciones golpistas como la que tuvo lugar en España en 1936 contra el gobierno del Frente Popular, al conceptuar sus conspiradores -aun antes de que se celebraran los comicios y previendo la posibilidad del resultado que se dio- que la ciudadanía podría votar mal. La sublevación correspondiente, apenas cinco meses después, una guerra atroz y una de las más largas dictaduras de la historia mundial fueron las consecuencias de que la ciudadanía no votara bien según los vencedores del conflicto armado. El propio Rafael Guerra del Río debió tomar, como tantísimos otros españoles, el amargo camino del exilio que se llevó lo mejor de nuestra ciencia, arte y cultura.


En América Latina saben muy bien lo que en palabras del novelista hispano-peruano comporta no votar  bien y dejar de lado que haya libertad o no para hacerlo. De una manera reiterada, cuando no se votó lo que a Vargas le parece bueno en aquel continente, se repitió una versión reducida y casi siempre sangrienta en no pocas sus naciones de lo que sucedió en la madre patria, a la que don Mario se ha acogido después de fracasar políticamente en su país.

 

Vargas Llosa, con su infame declaración en la convención nacional del Partido Popular,  dio pie a interpretar como asumibles las reiteradas felonías del golpismo militar latinoamericano, cuya práctica en imponer las botas sobre los votos se viene repitiendo cada vez que no se cumple el criterio de don Mario.



"Y dígame,Vargas, ¿cuál debe ser mi voto bueno?"


La última hora  DdA, XVII/4970

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