lunes, 20 de septiembre de 2021

SPORTING: MÁS ALLÁ DE LA FRUSTRACIÓN O UNA ILUSIÓN CON PORVENIR


Nacho Fernández del Castro

Precisaba Sigismund Schlomo Freud (Příbor, Moravia, Imperio Austriaco -hoy Moravia-Silesia, República Checa-, 6 de mayo de 1856-Londres, Inglaterra, Reino Unico, 23 de septiembre de 1939) en “Die Zukunft einer Illusion” (“El porvenir de una ilusión”, 1927), su aguda crítica de la religión: «llamaremos "frustración" al hecho de que una pulsión no pueda ser satisfecha»… Pues bien, la pulsión ganadora del Sporting no pudo ser satisfecha en Ipurúa y, en el mundo rojiblanco, andamos un poco frustrados… Pero bueno, tampoco es para acudir al consuelo ilusorio del más allá, porque, por una parte, alguna vez había que perder (y la forma de hacerlo ha sido de lo más honrosa) y, por otra, el equipo ha demostrado que, más allá de algunas bisoñeces y errores puntuales veteranos, a día de hoy ha asumido su propio destino y está dispuesto a lanzarlo con el balón en los pies y la vista al frente.
El partido ante el Eibar demostró, acaso como ningún otro, que David Gallego y sus chicos quieren, aquí y ahora, sin dejar de competir, jugar a otra cosa, a crecer (y creer) desde el balón, a buscar con una segunda línea poderosa el área rival… En definitiva, a ganar siempre, aún a costa de que, cuando uno se pone más o menos accidentalmente por detrás en el marcador, haya que aceptar el intercambio abierto de golpes que convierte eventualmente cualquier partido en un correcalles de fútbol vertiginoso y tan vistoso para las gradas (y los sofás de nuestras salitas o las sillas de los bares) como enervante para los banquillos. Porque es el momento en el que los automatismos, las tácticas y las estrategias quedan arrumbados en favor de la chispa y el talento.
Así que cuando, tras apenas unos pocos minutos de respeto, comenzaron las hostilidades y Marc Valiente, desmintiendo su hasta ahora impecable momento de forma, hizo una cesión absurda a Mariño para gozo de Stoichkov, que resolvió con facilidad (hay que reconocer que el vendido y excelente guardameta gallego puso muy poco ímpetu para intentar revertir el error), el equipo gijonés, sin lanzarse alocadamente, comenzó a merodear, sobre todo con centros laterales, el área armera; hasta que en uno de esos pases largos, desde la derecha, el portero eibarrés, Cantero, cantó notoriamente dejando suelto en el punto de penalti un balón fácil, así que el exquisito Fran Villalba aceptó el regalo y, tras sutil amago para descolocar al meta y al defensa que le encimaba, encontró la vía expedita para colocar el balón en las mallas… El resto de la primera mitad estuvo un poco más controlado, aunque con los dos equipos intentando hacer daño al rival con distintas armas, penetraciones exteriores el Eibar que exigían mucho de los laterales rojiblancos en su desdoble ofensivo-defensivo continuo, y con acercamientos de Pedro y Aitor el Sporting en busca del disparo lejano o el pase filtrado en conexión con Villalba… Y la segunda parte ya fue la pequeña locura dinamitando todos los esquemas y emborronando cualquier pizarra, sobre todo desde que otra cadena de errores en el ajuste defensivo rojiblanco provocase que un centro desde la izquierda fuese claramente ganado por Fran Sol sobre Guille Rosas para dejar el balón muerto en el área ante un Stoichkov de nuevo solo (con Gragera cerca pero sin la posibilidad de llegar a encimarle) que batiría con potencia y precisión a Mariño… Y nueva fase loca en la que el cambio de exteriores en el Sporting dio mucha más sensación de peligro: de hecho, una jugada en la que el ingresado Campuzano vio el desmarque lateral de Guille Rosas facilitó que este ganase línea de fondo para poner un centro a media altura al segundo palo, donde ya estaba el “Puma” Rodriguez, forzando el fallo del defensa Tejero cuyo pretendido “toque salvador” se convirtió (como si del otro Tejero se tratase) en un autogol… Poco antes, el ataque gijonés había realizado otra elaborada jugada, con otro gesto de excelencia de Fran Villalba. Una cuchara para un globo preciso hacia el desmarque de Djuka que este bajó con el pecho, al borde del área pequeña para ajustarlo con potencia… Tanto que lo estrello en el poste; y el rebote, con la defensa muy descolocada, lo remataría Aitor muy cruzado. La solución armera sería “más madera” para el correcalles: sacar una torre referencial, el exoviedista Gustavo Blanco Leschuk, para buscar el juego absolutamente directo basado en el ímpetu exterior (facilitado ya por la sobrecarga de trabajo defensivo-ofensivo de los laterales rojiblancos)… Y, en uno de esos centros largos, la cosa surtiría efecto y los ciento noventa centrímetos del argentino se impusieron con facilidad a Marc Valiente para cabecear a la red. Después, más lucha sin resultado.
No fue, en cualquier caso, un partido especialmente brillarte en las individualidades rojiblancas: Mariño, aún sin especial culpa en los tres goles, no hizo ninguna parada de mérito, no intentó apenas nada en la jugada del primer gol y, sobre todo en la primera parte, tuvo varias de sus salidas en falso que pudieron resultar fatales; los dos laterales, con Kravets retornado, muy aplicados/exigidos en defensa y regando generosamente con sus sudores la cal en la zona de ataque, aunque no fuera su partido más brillante: los centrales, muy apremiados por el continuo bombeo de balones del rival, estuvieron desiguales, cumplidor sin excesos Babín y desafortunado Marc Valiente, que no tuvo su tarde en un partido que no iba mucho a sus características (menos físicas); por ello tampoco pudieron hacer su fútbol habitual los pivotes (este concepto casa muy mal con el de correcalles), especialmente Gragera apenas tuvo eincidencia en el juego (y, situándose muy cerca de los centrales, tampoco prestó los precisos apoyos en jugadas, por ejemplo, como la del segundo gol eibarrés), mientras Pedro con su permanente voluntad de omnipresencia fue capaz , en los momentos más calmados del partido, de canalizar juego ofensivo buscando el disparo o los apoyos a Villalba, intentado contribuir sin mucho éxito en lo defensivo; arriba, muy incómodo Gaspar como exterior izquierdo (sólo pareció “reconocerse” cuando, en las rotaciones con Villalba, ocupaba la media punta); otra vez desafortunado Aitor García, más allá del permanente rigor estratégico, en su aportación ofensiva desde la banda derecha; y Djuka, con su fútbol habitual presión y apertura de espacios, sigue ajustando la mira de sus golpeos a puerta... Y otra vez, en lo individual, el espectáculo, la magia y hasta el gol lo puso un Fran Villalba en absoluto estado de gracia para mejorar todo balón que toca.
Desde el banquillo, saldrían Víctor Campuzano y “Puma” Rodríguez, mejorando las prestaciones de los exteriores a los que sustituyeron, con movilidad y sensación constante de peligro en cada balón que tocaban o espacio que buscaban; mientras la presencia de Nacho Méndez era testimonial esta vez, al igual que la de Bogdan y Berrocal, entrando también para dar descanso a los agotados laterales (aunque el segundo y/o Borja López acaso hubiese sido conveniente que suplieran a Marc Valiente para ganar centímetros y presencia física ante el recurso de Garitano al juego aéreo)… Pero lo mejor del Sporting fue, sin duda, el hálito que mantuvo en todo momento como conjunto.
Partido, pues, para desechar rápidamente la inevitable frustración en aras de las expectativas de un equipo que, como dice Catherine O'Flynn (Birminghem, Inglaterra, Reino Unido, 1970) del Frank de su novela "La vida en titulares" (2010), «tenía más ilusión que nunca; pero sus ambiciones habían cambiado»… Porque de un año para otro las ilusiones siguen intactas, pero las ambiciones del Sporting y el esportinguismo han cambiado; y lo han hecho porque esa ilusión competitiva se aplica a la búsqueda continua de la portería contraria con el balón (no deja de ser significativo que, por ejemplo, el gol de Villalba al Leganés llegase tras una jugada colectiva con una posesión de más de minuto y medio, mientras el año pasado en los resúmenes que La Liga hace de cada partido con esa misma duración total costase encontrar ocasiones suficientes para rellenarlo)… Así que bien podemos seguir cantando con el Pablo Neruda, Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (Parral, Chile, 12 de julio de 1904-Santiago, 23 de septiembre de 1973), de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” (1924) aquello de «es en ti la ilusión de cada día…» (primer verso de la segunda estrofa del poema XII)… Pero aplicado al Sporting y cambiado el día por la semana. Porque el equipo transmite “ilusiones con porvenir”. Y no admite frustraciones.

DdA, XVII/4956

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