domingo, 12 de septiembre de 2021

CONSOLIDANDO EXPECTATIVAS O QUERER MÁS (SIN CUENTOS DE HADAS)



Nacho Fernández de Castro

Decía Brad Pitt, poniendo voz al Tyler Durden de la inquietante “Fight Club” (“El Club de la Lucha”, 1999, David Fincher), que «nuestra guerra es la guerra espiritual; nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock… Pero no lo seremos y, poco a poco, lo vamos entendiendo, lo que hace que estemos muy cabreados»… No es el caso del Sporting que, aunque su vida como Sociedad Anónima Deportiva viene siendo su gran depresión (con los leves paréntesis eufóricos de Preciado y Abelardo) y su guerra es primero y ante todo espiritual (por la recuperación de sus señas de identidad materiales, Mareo, e inmateriales, ser la meta del talento futbolístico local), partía en este curso, y tras el desinfle final agónico del pasado año, sin que los mass media lo situasen ante ninguna expectativa especial… Y aquí están ahora David Gallego y sus muchachos regando con sus sudores y pericias las más altas expectativas sobre unos estadios a los que ha vuelto (prudentemente) el público, especialmente sobre El Molinón Enrique Castro “Quini” dispuesto ya a arroparlo incluso con espectáculos de luces (pese a lo cara que está) y rock duro…
Y es que el partido ante el Leganés demostró, una vez más, que el entrenador ha trabajado a conciencia nuevos automatismos de máxima eficacia (una salida de balón más fluida a base del apoyo a los centrales por laterales más próximos, exteriores que se van hacia dentro y pivotes más móviles; una presión, sobre todo inicial, en la línea de tres cuartos con todos los atacantes comprometidos en evitar que el contrario pueda iniciar su fútbol con la precisión del pase corto…) para dejar que el talento pueda aflorar en los momentos oportunos, ofreciendo ratos de gran (y diverso) fútbol en cada jornada. Y todo ello manteniendo el fondo de un hálito competitivo que permite, cuando es necesario, apretar los dientes y sufrir… Con la recuperación para la causa, tras las consecuencias del “virus FIFA” sobre la Segunda División, de Guille Rosas y Djuka, y todavía con el “Puma” Rodríguez pendiente por la distancia (que no es olvido, como bien dice el bolero) y con Kravets víctima de “la cláuuala del miedo” pepinero, salió al campo, como suele, dispuesto a hacer fútbol… Y muy pronto encontró una jugada colectiva (de las que tan pocas se veían en los últimos años) en la que, tras pasar el balón por casi todas las botas locales, Gragera daría un pase largo a Pablo García para que este habilitase a Fran Villalba y el dispario de éste, sesgaso por el toque en un defensor, hiciese una parábola infernal (de esas que machacan a un portero que, viendo el cuero blando y casi al alcance, comprueba como le resulta inaccesible) que acabaría en las mallas… ¿Suerte?, sin duda, pero la que merecía el primor colectivo de la jugada previa. A partir de ahí, hubo momentos de reubicación táctica, cierta renuncia rojiblanca al balón en favor de un control mediante el mantenimiento de la presión alta que obligaba al Leganés a basar sus intentos de ataque en pases largos buscando al punta (en uno de ellos Mariño haría una de sus salidas en falso que acabaría por solucionar Babín) o jugadas de estrategia, casi siempre bien solucionadas por los centrales, pese a que buscasen continuamente la menor velocidad de Valente que éste solventó a base de de veteranía (haciendo bueno aquello de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”). La segunda parte comenzó con los mismos parámetros, pero según se acercaba a su mitad, el Sporting empezó a explotar soluciones de contrataque (basado en la movilidad de las cuatro piezas de su engranaje ofensivo), de tal suerte que Gaspar acabaría filtrando un excelente pase al espacio para el desmarque de ruptura a la espalda de los centrales para Aitor García que éste resolvería en esta ocasión con un certero regate en velocidad al portero y remate a puerta vacía… Poco después sería un recién ingresado Nacho Méndez (precisamente sustituyendo a Gaspar) el que encontraría el desmarque de Djuka para que este acabase marcando, pero este se había precipitado un poco en la maniobra incurriendo en fuera de juego y el gol no subiría al marcador… Incluso Aitor recibiría un balón dentro del área para golpearlo a romper, con rechace del meta… Pero acabaría llegando otra jugada en la que, en esta ocasión, la fortuna se mostraría esquiva: un recién ingresado Sabin Merino encontraría la posibilidad, libre de marca, de un tiro lejano (de apariencia bastante inofensiva) que, tra rebotar en Babín, cogería a Mariño a contrapelo colándose junto a un poste… Y a sufrir casi un cuarto de hora, incluyendo un larguero salvador en el tiempo añadido (esta vez Mariño, que sólo tuvo que parar un balón en todo el partido, no necesitó sacar ninguna mano mágica).
En definitiva, un Mariño correcto en el trabajo que tuvo, salvo la citada salida en falso; los dos laterales canteranos muy aplicados en defensa y menos explosivos en ataque de lo habitual por la marcha del partido que recomendaba no asumir demasiados riesgos: los centrales de nuevo impecables (con la mala fortuna de Babín en el gol rival y los dos creando peligro en el área contraria); espectacular Gragera en su trabajo defensivo (aunque en el cuarto de hora de sufrimiento se situase demasiado cerca de los centrales), incluyendo los apoyos por alto a Valiente ante la velocidad del delantero rival en los balones largos; con voluntad de omnipresencia Pedro (como casi siempre, acaba por convertirse también en su punto flaco por falta de autoregulación), tanto en lo defensivo como en la organización variada del juego de ataque, desde la canalización por dentro y por fuera hasta el acercamiento al área para buscar la oportunidad de último pase o disparo; y, en el bloque ofensivo, en crecimiento Gaspar como exterior izquierdo en continua rotación de posiciones con la media punta posibilitando asistencias de calidad; Aitor García, más allá del permanente rigor estratégico en la presión y sacudido por fin de su reciente querencia por la línea derecha de cal, realizó uno de sus mejores partidos creando peligro y marcando un gran gol; Djuka, con su fútbol habitual fue eficaz en la presión, una amenaza constante y abrió espacios para la llegada de sus compañeros de ataque (no en vano el cambio entre temporadas supone también que de su condición solitaria de goleador hayamos paraso a que los siete goles del equpo hayan sido obtenidos por siete jugadores distintos, incluyendo los dos centrales), ¡y hasta fue el saco de los golpes de la defensa contraria sin alterarse demasiado! (así que la grada acabó por mostrarle su cariño por seguir entre nosotros)... Por supuesto, queda el espectacular Fran Villalba (¿quién se acuerda o echa de menos a aquella sombra errante que sigue siendo el jugador más caro de la historia del club?), con movilidad permanente, buscando siempre el balón (para mejorar su tránsito), asumiendo sin reparos el peso del ataque rojiblanco, dejando constantes detalles de calidad exquisita y, en esta ocasión y aunque fuera de rebote, hata marcando... ¡Merecido coro del estadio en su honor!.
Desde el banquillo, saldrían Nacho Méndez en su nueva función específica de mantenimiento del balón (completada esta vez con un buen pase al espacio que el VAR dejaría en nada); un Pablo Pérez volcado en la disciplina estratégica para dificultar la salida del balón del rival; un Bogdan, por primera vez por la izquierda, para cubrir con decoro el puesto del agotado Pablo García (el Girona había insistido en volcar la ofensiva por su zona); un Campuzano demasiado agitado para reivindicarse para la pausa que exigía en ese momento el partido; y un Berto testimonial.
Partido, pues, para consolidar las expectativas de un equipo que sabe jugar y sufrir sin renunciar a su esencia… Cuando Julia Roberts, dando voz a la Vivian Ward de “Pretty woman” (Garry Marshall, 1990), reclama a su “príncipe azul” Edward Lewis, «Quiero más…» y este, con la voz de Richard Gere, le contesta «Ya sé lo que es querer más… Yo inventé ese concepto… La cuestión es saber cuánto más.», ella no duda: «Quiero el cuento de hadas»… Pues bien, nosotros que no creemos en príncipes azules ni en cuantos de hada, coincidimos, sin embargo, en que, en materia futbolística, lo queremos todo… Queremos esa hechicera transformación de un equipo que sólo aspiraba a competir (incluso prostituyéndose cuando era necesario) en una escuadra capaz de hacer disfrutar y soñar con su juego a veces exquisito… Sin renunciar a la lucha.

DdA, XVII/4948

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