Manuel Monereo
Asombra la rapidez. Biden fue
recibido como la gran esperanza blanca que nos liberaba del neofascista Trump y
que nos traía las promesas de una nueva América a lo Roosevelt.
La izquierda europea lo recibió con entusiasmo; vio en él la posibilidad de
salir de la austeridad, de tomarse en serio la crisis climática y de avanzar
con firmeza hacia un feminismo más universal. Había cosas que no se decían, que
conscientemente se dejaban en un segundo plano como su agresividad contra China y Rusia o
su reafirmación clara y rotunda de la hegemonía norteamericana en el mundo y,
más allá, su apuesta por la militarización de las relaciones internacionales.
Ahora ya estamos en el otro lado, se afirma que Biden es como Trump. Tampoco es
verdad. Para uno y para otro, América siempre será lo primero, sus intereses
geopolíticos, su incansable lucha por mantener y ampliar su poder. Para ambos
China es el enemigo. Sin embargo, en la táctica y, sobre todo en la estrategia,
hay diferencias significativas.
El acuerdo entre Gran Bretaña, Australia y EEUU
(AUKUS) hay que situarlo en un contexto marcado por la huida de Kabul y
por el deterioro del prestigio del presidente Biden. Se ha escrito bastante
sobre esto, no añadiré mucho más. La Administración norteamericana tenía que
retomar la iniciativa política y dar una señal de firmeza. Las prisas son malas
consejeras; el nuevo acuerdo ha generado muchas más dudas y deja muy tocada su
política de alianzas. La palabra clave es unilateralidad. Francia ha hablado de
deslealtad, de puñalada por la espalda y de diplomacia secreta; la Unión
Europea ha mostrado una débil solidaridad con una Francia humillada y Borrell
nos sigue hablando de la necesidad de una mayor autonomía estratégica de la UE.
EEUU manda, no consulta, a sus aliados y toma decisiones que afectan, directa o
indirectamente, a sus socios. ¿Cuándo no ha sido así?
El acuerdo de EEUU con Australia y Gran
Bretaña, sin embargo, enseña mucho sobre la dirección de la política de la
Administración Biden, de su estrategia básica y de su compleja política de
alianzas. En primer lugar, afirma con rotundidad que su prioridad es eso que
hoy se llama Indo- Pacífico y que todo lo demás (como Europa, por ejemplo) le
está subordinado. En segundo lugar, que hay aliados y aliados; es decir, que su
núcleo duro sigue siendo su alianza con Gran Bretaña y el mundo anglosajón. En
tercer lugar, que no está dispuesta a darle protagonismo a actores externos
como Francia en un conflicto que necesita dirigir sin
mediadores. En cuarto lugar, que a la Unión Europea se le
tiene en cuenta por medio y a través de la OTAN; su presencia en la
zona es admitida solo como complementaria y subordinada a los intereses
norteamericanos.
Francia ha sido duramente golpeada. Definió hace años su estrategia para el Indo-Pacífico y tiene intereses en una zona vital para ella con territorios de ultramar como Nueva Caledonia, la Polinesia Francesa o La Reunión. Su industria militar es muy importante y necesita imperiosamente competir en un momento en el que se están produciendo cambios tecnológicos de enorme calado. Con el acuerdo Francia pierde un conjunto de contratos que le suponían en torno a 66 mil millones de dólares y deja muy debilitada su pretensión de convertirse en aliado autónomo en la zona. La retórica irá dejando paso a una realidad que ha marcado a Macron: Francia no contempla una política exterior y de seguridad que no sea bajo el paraguas de la OTAN y una alianza estrecha con los EEUU.
Hay matices, sin duda; Francia, a
diferencia de Alemania, es consciente de que la tendencia principal es hacia un
mundo multipolar y que la hegemonía norteamericana está profundamente
cuestionada. Sueña con convertirse en un aliado autónomo de los EEUU y
protagonizar una transición repleta de peligros, conflictos y, posiblemente,
enfrentamientos armados. EEUU no comparte esa posición y, al final, Francia
cederá una vez más.
El día 24 de septiembre se reúnen los
países del “cuadrilátero”, EEUU, India, Japón y Australia. Se espera un
comunicado duro contra China y la defensa del derecho a una navegación libre en
espacios económicos abiertos y basado en normas. El cerco se va cerrando. Si se
mira el mapa con atención se verá que, poco a poco, se está formando una
alianza entre islas que pretende encerrar a China en su mar meridional
convertido en espacio en disputa y en zona de inestabilidad permanente. La
Franja y la Ruta -la mayor reorganización de espacio-tiempo de Eurasia desde
los mongoles- siempre tuvo un fuerte componente geopolítico en búsqueda de
salidas que neutralizaran la dependencia del estrecho de Malaca (por
el que pasa el 60% del comercio mundial y vía de ingreso del 80% del crudo que
llega a China) y, sobre todo, eludir los intentos de bloqueo como provocación
para la guerra.
El termino Indo-Pacífico es
relativamente nuevo, antes se hablaba de Asia-Pacifico. El cambio
no es casual, proviene de militares indios y aparece en 2010. ¿Qué se consigue?
Neutralizar la centralidad de China y asegurar el protagonismo de una India que
aspira a ser un actor principal en el nuevo orden multipolar que se atisba en
el futuro. Hablar de Indo-Pacifico es definir una política de alianzas que
necesita, para vencer o frenar a China, una India beligerante unida a Occidente. India-Rusia; China-Pakistán,
son viejas alianzas políticas y reminiscencias de futuro. Afganistán se
ha convertido en un problema añadido para una India que ve como se refuerza su
tradicional enemigo, Pakistán. El nacionalista de derecha Modi, presidente
de la India, toma nota. Se sabe pieza clave y entrará en el “Gran Juego” desde
posiciones de privilegio. Medirá mucho sus pasos, mucho.
¿Occidente frente 0riente? No está tan
claro por ahora. EEUU busca aliados y no tiene demasiado tiempo; de ahí sus meteduras
de pata y sus inmensos errores. Va por detrás de China y no acaba de entender
su juego. Repite viejas soluciones a problemas nuevos. Ahora se trata de
construir un bloque alternativo a China propiciando el alineamiento de los
diversos países de la zona, neutralizando la influencia económica-tecnológica
de China y militarizando las relaciones entre países. EEUU, como siempre,
empleará todos los medios a su alcance y no tendrá problemas en apostar a fondo
por una potencia como la India que tiene fuertes pretensiones hegemónicas en la
zona. El AUKUS busca redefinir un marco de alianzas flexibles desde un núcleo
duro que se irá ampliando rápidamente y conectándose con los dos grandes
protectorados político-militares de los EEUU: Japón y Corea
del Sur. La clave es el alineamiento sin fisuras, definición clara del enemigo
y coherencia estratégica en el espacio y en el tiempo.
La respuesta de la Unión Europea indica
impotencia y subalternidad. Antes ya se ha dicho y lo repito: se ha dejado sola
a Francia. Pronto volverán las aguas a su cauce y se habrá perdido una
oportunidad más para defender posiciones propias y políticas diferenciadas. Las
declaraciones de Borrell sorprenden por su debilidad, por su
falta de criterio geopolítico y, sobre todo, por su inadecuación al tiempo
histórico. En un momento donde la Comisión define su Estrategia para la
Cooperación en la Región Indo- Pacífico y presenta su informe sobre Prospectiva
Estratégica 2021, el alto representante de la Unión y vicepresidente de la
Comisión parece preocupado por la incapacidad de la UE para organizar una
fuerza de 5000 efectivos de despliegue rápido, con el objetivo, entre otras
cosas, de impedir una salida como la de Kabul. Borrell habla de fuerzas
militares propias, diferenciadas de la OTAN y, eso sí, complementarias de las
mismas.
Si hay un fantasma que recorre hoy la
Unión Europea es sin duda el de la llamada “autonomía estratégica” y el de la
urgente necesidad de construir unas fuerzas armadas europeas independientes y
paralelas de la OTAN. Lo más inquietante es que una cuestión de esta magnitud
político- estratégica este fuera del debate público y se deje en manos de un
conjunto de funcionarios y militares del entramado de poder que es hoy la UE.
Se están tomando decisiones que hipotecan nuestro futuro, que definen alianzas
internacionales y políticas militares que reafirman la hegemonía de los EEUU y
que se oponen a la construcción de un nuevo orden multipolar más plural e
inclusivo. Hay que reaccionar y pronto.
Nortes DdA, XVII/4960
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