lunes, 13 de septiembre de 2021

A CASADO LE ABULTA SU DISCURSO PUERIL


Miguel Sánchez

Cada vez que el señor Casado irrumpe en la televisión contando su penúltima excusa para no renovar el CGPJ, más valora uno a los actores; entiéndase a los buenos actores, que no es el caso de don Pablo. Cabría preguntarse si para ser buen político hace falta ser buen actor, o al menos actor iniciado. Ahí tenemos el caso de Toni Cantó, que después de una representación aceptable (tampoco para tirar cohetes) ante la prensa para justificar el abandono del barco a pique y su salida de Ciudadanos, sin solución de continuidad se aseguró durante dos años el sueldo base de 5.000 euros en las filas del PP, al frente de un misterioso ministerio del español de Madrid, que también es España según ha descubierto su madrina en el nuevo partido, haciéndole sombra y frente al mismo García Montero y al Cervantes y, según muestra en sus tuits, hasta a la mismas reglas ortográficas y gramaticales del español que ya dice que defiende. En el polo opuesto nos queda el ejemplo del señor Gabilondo, bastante pensador y nada cómico, que de pretender la Comunidad de Madrid por imperativos de la superioridad, hoy se contenta con el ostracismo de la comunidad de su casa, donde se cura de su infarto y de su sinceridad de tipo soso en los cuarteles de invierno de la familia y los libros. Cambio que acredita que a pesar de todo don Ángel sigue siendo un hombre sabio.

Al igual que Marlon Brando, Casado se sirve del método Stanislavski cuando trata de representar el papel de su vida que, conforme se ha encargado de confesarnos él mismo, es el papel de presidente del Gobierno. Casado se deja la barba y anda en egregio para caracterizar su personaje como Brando se ponía algodones en la boca; pero a don Corleone no se le notaban las torundas y al político en cambio le abulta su discurso pueril, las ruedas de molino en la boca con las que nos quiere hacer comulgar a todos. En el fondo, a los que respetamos la política y admiramos el teatro, nos da grima comprobar que las emociones que este señor sube al escenario no parten de adentro afuera ni al revés ni de ningún otro sitio, según precribe el método, porque la artificiosidad que trasluce acaba quitándole toda emoción a la escena; y cuando el hombre por fin termina de entrar en su personaje, tenemos que el político solo se queda con la parte más indeseable que Stanislavski se encargaba de recordar al actor que debía dejar fuera: "Dejad los zapatos sucios a las puertas del teatro y no tratéis de abriros paso a empujones para ocupar las primeras filas en la profesión; no busquéis distinciones ni recompensas. Es caótico ver la cantidad de mezquindad, intriga, envidia y egoísmo que los actores llevan. Como resultado transforman al teatro no en un templo de las artes, sino en una escupidera, un nido de chismes, un bote de basura”. Parece que los dos, malos políticos y malos actores, con los fondos europeos o la escena, son capaces de llevarnos a la ruina. El maestro ruso lo clava.

En su singular despliegue del método, nadie sabe de qué se acuerda el jefe de la oposición al actuar, pero sí que su memoria emocional le juega malas pasadas. Sale al escenario con el traje absurdo de su guión, corto y largo a la vez, que a leguas se ve que es de otro, y ya se cree un niño rico, al igual que el niño pobre de Juan Ramón. Como los malos boxeadores, telegrafía los golpes; ante los periodistas despliega en el mostrador los folletos de su máster o lo que sea confundiendo el papel de político serio con otro no menos digno pero equivocado de verdulera. Como suele hacer el mal actor, acepta el guión infumable de cambiar continuamente de excusas, que es el guión de los que no tienen excusas o las que tienen resultan inconfesables. No digo ni que sí ni que no, sino que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa, repite el diletante. Y así lleva desde que el otro Pablo andaba en parvulitos.

Nuestro hombre en el escenario últimamente anda echándole guindas al pavo para que no toquen a los señores del Consejo, incluso hace lo imposible porque le embalsamen a los pavos. Como en la teoría de Lampedusa, quiere cambiarlo todo para que nada cambie, y a mitad del partido ahora exige mudar las reglas para que sean los jueces quienes elijan a los jueces. Por supuesto que el señor Casado se refiere a los jueces que ahora están y no otros que pudieran venir que le trastoquen el libreto, con lo que le estaba costando aprenderlo. Con la particular agenda 2020/2030 que el PP tiene en los tribunales y con Ayuso detrás echándole su aliento de bocadillo de calamares fritos en el cogote, a Casado se le ve incapaz de meterse en el personaje, de vivir en presidente de Gobierno como a él le gusta. Porque en esta situación don Pablo, más que un papel, lo que tiene es un papelón por delante.

   DdA, XVII/4949   

No hay comentarios:

Publicar un comentario