domingo, 29 de agosto de 2021

RETRATO DE CARÁCTER DE FERNÁN GÓMEZ, POR BERNARDO PÉREZ

 


Bernardo Pérez Tovar

Admiraba a Fernando Fernán Gómez y cuando me encargaron esta entrevista para el El País Semanal en 1990 sentí una enorme emoción y al mismo tiempo un pánico tremendo. Le había fotografiado en alguna otra ocasión y conocía bien su temperamento impaciente. Era un trabajo delicado que exigía algo de tiempo y yo sabía que no me iba a conceder mucho. Llegué a su casa minutos antes de la cita para intentar hacerlo antes de la entrevista y algo salió mal. Me recibió Emma Cohen, visiblemente nerviosa, por lo que parecía una situación de tensión anterior a mi llegada. Compartían una casa unifamiliar a las afueras de Madrid y me llevó al salón donde esperaba don Fernando enfrascado en la lectura, que tuve la osadía de interrumpir y vestido así, de campo.
Yo esperaba encontrarle vestido elegantísimo y discreto como solía, me habría hecho una idea de un retrato con un toque de glamour que era lo que exigía la revista. Estaba además de un humor de perros y me quede sin palabras. Me la iba a pegar, le expliqué que yo tenía otra idea y me cortó en seco. Así o nada.
Al entrar había reparado en la leñera perfectamente ordenada y antes de que la situación se desbordase le pedí hacer la toma allí. Le expliqué que iba a tardar lo menos posible, pero que necesitaba tiempo porque había que hacer varias imágenes, ya que la entrevista era el tema central del número y posible portada. Tiene cinco minutos antes de que llegue su compañero, fue la respuesta.
Se debió escuchar el ruido cuando se me partió el alma. Salimos de la casa y empecé haciendo unos primeros planos. Enseguida me dijo, ¿ya está?. No, por favor, necesito unas fotos horizontales para la apertura, va ser un momento, por favor, siéntese ahí. Se sentó, me fulminó con la mirada, estuvo un momento sentado sin un mínimo gesto amable, se levantó y se fue.
Era un carácter y un gran actor. Me queda un recuerdo imborrable y este retrato. Hoy hubiera cumplido cien años y seguiría siendo intratable.

     DdA, XVII/4933     

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