Hoy, 5 de agosto de 2021, antes de comenzar mi paseo matutino, en esta
ocasión por el Canal de Castilla, decidí dar una vuelta por los alrededores de
la estación de tren de Dueñas, y me encontré con un edificio, aparente
abandonado, pero que está en pleno funcionamiento como Club de carretera; un
lugar en donde se ejerce la prostitución y los hombres “muy hombres”, se reúnen
para practicar la misoginia con plena impunidad.
Antaño allí se ubicaba el Hostal y Restaurante “El Laurel”, en donde se
comía muy bien; pero al quedar emparedado entre una autopista y la vía del
tren, quedó alejado de la mano de Dios, y nunca mejor dicho. Pese a que es un
lugar lúgubre, que hay vida dentro se sabe al contemplar tendida ropa intima de
mujer y alguna ventana abierta tras las rejas.
Lo peor es que esta prostitución se explota por bandas mafiosas, que todos
sabemos funcionan, pero sin que nadie haga nada por erradicarla. Salvo
puntuales redadas de las Fuerzas de Seguridad del Estado para aparentar, lo que
forma parte de nuestra hipocresía social: no querer ver lo que nos molesta, y
mirar para otro lado.
Lo más llamativo es que ningún partido político, con independencia de su
signo ideológico, se ha tomado con seriedad este tema, sin importarles que se
explote y maltrate a muchas mujeres, en su mayoría procedentes de otros países,
que deben vender su cuerpo para sobrevivir.
Hoy no hay paisaje; también en vacaciones es preciso reflexionar.
DdA, XVII/4911
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