Félix Población
Han pasado ya
más de treinta años desde que Juan Antonio Bardem dirigió para TVE (1988) la
magnífica serie documental en seis capítulos Lorca, muerte de un poeta, que
estas noches atrás pudimos ver en dos sesiones en La Dos, coincidiendo con
octogésimo quinto aniversario del asesinato de Federico. Habría sido mejor idea
ofrecer la serie al menos en tres noches sucesivas, habida cuenta su duración
total.
Al margen de esa biografía documental que nos da idea de lo mucho que degeneraron la series en TVE si se las compara con aquella, vuelve a ser noticia en los periódicos del verano el desconocido lugar en el que fueron enterrados el poeta, el maestro Dióscoro Galindo y los dos banderilleros que fueron asesinadoS en Granada el 18 de agosto de 1936. La nieta adoptiva del maestro ha vuelto a llevar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo la negativa de nuestro país de investigar la muerte de su abuelo, de cuyos restos nada se sabe.
En cuanto a los de García Lorca, es bien sabido que la familia del poeta se negó en su día a que se realizara esa búsqueda, algo que nunca entendí ni entenderé, sobre todo si se tiene en cuenta que la de Lorca era una familia poderosa en Granada que sí logró desenterrar los restos mortales del alcalde de Granada, Manuel Fernández Montesinos, igualmente fusilado por las tropas facciosas.
Basándose en eso, el investigador Benjamín Amo, que lleva veinte años estudiando el caso, sostiene en su documental El enigma Lorca (Rebelión editorial), que el cadáver del poeta fue desenterrado por su familia para ser inhumado después en su querida Huerta de San Vicente, la finca de verano a la que acudía el poeta cada año y en la que se encontraba cuando se produjo el golpe militar contra el gobierno del Frente Popular de la segunda República.
Según expone Amo en su documental sonoro de tres horas de duración, no es comprensible que si en esos atroces días de represión en Granada la familia del marido de la hermana de García Lorca logró desenterrar los restos mortales del alcalde fusilado, no fuera posible hacer lo propio con los de Federico e inhumarlos posiblemente allí donde quizá lo hubiera preferido este.
Cuando visité la Huerta de San Vicente hace un par de años no dejé de pensar en lo que apunta Benjamín Amo. Puede que sus huesos se hayan afincado para siempre allí donde tanto quiso a los suyos y creó buena parte de sus mejores obras, aquellas que hacen que siga vivo en la memoria de la literatura universal y su muerte sea uno de las mayores ignominias de aquel régimen de terror impuesto por los militares sublevados.
PS. "Mientras no podamos resolver esta situación, nunca se podrá estudiar la historia de España como realmente fue", dice en conversación con InfoLibre la nieta de Dióscoro Galindo, quien lucha en solitario por localizar la fosa de su abuelo, un maestro liberal.
MANTENERSE ERGUIDOS SI EL ALBA
ANUNCIABA PAREDÓN Y PLOMO
Leticia Gondi
DdA, XVII/4926
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