Un dólar de oro entre los enterrados bajo los cerdos, leemos hoy en el artículo publicado en elDiario. Se trata de una de las mayores fosas de las que dejó la dictadura en Asturias, sita en la localidad de Grado, villa que desde hace años tiene un monumento dedicado a la Memoria Histórica. Es previsible que cuando el gobierno regional derribe la antigua granja de cerdos, aparezcan muchos más restos óseos de los republicanos fusilados en El Rellán. Hasta ahora se han encontrado los de catorce víctimas de aquella masacre. El 6 de mayo de 2019 publicábamos en este DdA y en elsaltodiario este artículo: Memoria herida: Encima de una de las mayores fosas de Asturias hay una granja de cerdos:
Félix Población
La localidad asturiana de Grado
tiene desde hace casi un lustro un monumento a la Memoria Histórica, promovido
a través de la plataforma Memoria y Dignidad. El monumento no destaca
precisamente por su belleza, pero lleva por nombre uno muy adecuado: Memoria herida. La obra está dedicada a todas
las víctimas de la represión franquista en aquel concejo. Dicho monumento en
mármol tiene grabadas unas frases del poeta Miguel Hernández, víctima a su vez
de la dictadura (falleció en la prisión de Alicante en 1942): "Aunque el
otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido,
jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños".
Además de esa referencia, la villa dispone desde octubre del año
pasado del primer museo público asturiano de la Guerra Civil, ubicado el Museo
Etnográfico y de Historia de Grado, en el que se exponen hasta 250 objetos
relacionados con el episodio más trágico de la historia de nuestro país,
antecedente de un régimen represor de todas las libertades. Los objetos fueron
cedidos por particulares del concejo y por la asociación Arama, impulsora del
museo. A lo largo y ancho de sus cien metros cuadrados, el centro ofrece en sus
vitrinas diverso material bélico relacionado con la contienda, entre el que
destacan ametralladoras y restos encontrados en las ruinas del cuartel de
Simancas de Gijón, donde las tropas golpistas ofrecieron resistencia. Hay
además recreaciones de una zona médica de campaña, un equipo de cocina móvil
donado por la Asociación ‘Trubia 1916’, trincheras, objetos de logística, mapas
y banderas de los distintos sindicatos y partidos contendientes. Durante la
inauguración del museo, el alcalde de la localidad, José Luis Trabanco, se
refirió al proyecto de remodelación del cementerio de Grado para que las
familias de los republicanos represaliados puedan inhumar dignamente los restos
mortales de las víctimas enterradas en la gran fosa de El Rellán.
Una parte de los vencidos será trasladada a las cárceles de
Oviedo y Gijón, a la espera de ser juzgados por los tribunales/farsa que
dictaron tantas sentencias de muerte en esas localidades. Otra parte -menos
peligrosa-, ingresará en los campos de concentración esparcidos por toda la
región: La Vidriera (Avilés), Figueras (Castropol), La Cadellada (Oviedo), El
Cerillero y La Harinera (Gijón) "A los más desafortunados -escribe Cuervo
Fernández-, el destino les tuvo guardado algo peor, porque después de un
violento y despiadado proceso de interrogación en el tristemente célebre chalet
de Patallo, la mayoría serán transportados en camiones con un destino incierto.
Aunque algunos ya se lo imaginaban, muchos desconocían lo que estaba
sucediendo, ya que los mismos vehículos que trasladaban a la gente a otros
destinos era los encargados de transportar a los desgraciados que habían sido
elegidos para la última suerte". Varios cientos de prisioneros procedentes
de la villa de Grado serán enterrados en una finca conocida como La Chabola,
próxima a la localidad de El Rellán, a orillas del río Cubia. El lugar -según
Cuervo- fue elegido para aprovechar la existencia allí de una larga y profunda
trinchera construida durante la guerra y que en los años posteriores albergará
una granja de cerdos.
Cuenta Luis Miguel que instantes antes del oscurecer, los
vecinos de La Cai, aldea situada en el camino que lleva a la fosa, tan solo a
un kilómetro del fatal fin de trayecto, cumplían con una rutina triste y
cotidiana: recoger a sus hijos y encerrarse en el interior de las casas,
sabedores de que después del crepúsculo acudirá a su cita el camión de la
muerte. "Después de su paso, la calma se veía interrumpida por los
disparos. Más tarde volvía otra vez el silencio y al rato el sonido más odiado
por todos: el del motor del vehículo que regresaba con sus ocupantes borrachos,
cantando cualquiera de las canciones del nuevo régimen. Esta película de
terror, que se repetía a diario, no finalizaba con la marcha de los asesinos.
Los hombres del pueblo se levantaban muy pronto, incluso antes de que hubiera
amanecido, para reunirse en las inmediaciones de la fosa y terminar el trabajo
de los falangistas, cubriendo con tierra los restos que éstos habían dejado al
aire".
Circunstancias tan aciagas las vivieron los vecinos durante
varios meses, hasta el punto de que, si bien no se sabe con certeza el número
de víctimas, los investigadores calculan que la fosa podría alojar los restos
de varios centenares de republicanos, en su mayoría milicianos y soldados del
ejército derrotado: muchos asturianos, pero también leoneses, vascos o
santanderinos. Sobre la fosa, además de la porqueriza, se construyó un puente,
se amplió la carretera y se sucedieron a lo largo de los años diversas riadas.
El objetivo del actual consistorio, según señaló el alcalde
ochenta años después del término de la Guerra de España y tras cuarenta de
democracia borbónica, es dignificar por fin ese espacio. El equipo de gobierno
de Izquierda Unida en el Ayuntamiento permitirá a las familias de las víctimas
el traslado de los restos que se identifiquen al mausoleo que se está
construyendo en el cementerio local. Se inhumará así, por fin, con la dignidad
que merecen, a quienes fueron enterrados como alimañas para sellar con el
olvido su memoria y la de la masacre que acabó con sus vidas.
DdA, XVII/4915
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