Félix Maraña
Hubo un tiempo, entre los siglos XX y XXI, en que en este país eran más importantes centros como Galerías Preciados, Sederías de Oriente, Sederías Carretas y El Corte Inglés que todo el excelente Patrimonio monumental, Cultural y humano de algunas de sus mejores cabezas pensantes, las escuelas, Universidad es y museos. Las gentes huían de los pueblos en busca de la felicidad, que consistía en pasar menos hambre, y el capitalismo, que es una fiera de feria, y no es un juego de palabras, engulló a todos, convirtiendo a humildes personas necesitadas en consumidores, mientras los explotaba en su campo de trabajo. Cambiaron el campo, la naturaleza, por la ciudad, viviendo en chabolas y barracones. Y se vacío España. Ahora se dan cuenta del vaciado. Luego se murió Franco y nos dijeron que ahora venía lo bueno. Las cosas mejoraron, sí, pero porque las personas iban afianzándose en su profesión de consumidores. Por entonces, se ensalzó el valor de las cosas cuadradas. Por eso, se hizo más importante el ladrillo que el libro. En poco tiempo, en este país había más ladrillos que libros. El sistema estaba encantado y los medios de comunicación repetían todos los días que estábamos haciendo una Transición ejemplar. Pero no nos decían hacia dónde. La transición y la democracia, en precario, habría de ser conducida por el Ejército y la Judicatura, demócratas de toda la vida. En resumen: 40 años de franquismo, más 40 años de democracia, 80 años de corrupción. Y el franquismo, la corrupción y la incultura se heredan. Aquí todo es hereditario, como la monarquía. Una cuestión de sangre.
DdA, XVII/4931
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