lunes, 5 de julio de 2021

POLÍTICA Y PERIODISMO EN CUENCA, UNA RELACIÓN DE DOMINACIÓN



Carmen Moral

Mi animadversión por granjearme enemistades es directamente proporcional a mi imperante necesidad por denunciar injusticias. 

Hace pocos meses tuve ocasión de pronunciar un breve discurso ante políticos y periodistas de Cuenca en el que, entre otras cuestiones, mencioné la idealizada independencia de prensa. Algunos me dijeron que parecía una joven ‘plumilla’ recién salida del horno y me consta que tampoco fue del gusto de algunas de sus señorías, pero lo cierto es que la crisis económica, acuciada por el desplome publicitario, arroja actualmente un preocupante escenario de dependencia de la prensa respecto a los partidos políticos a través de publicidad institucional. 

 

El periodismo de hoy investiga poco y vende mucho. Basta la llamada de un político a la redacción de un periódico cualquiera para que una información contrastada y veraz se convierta en sesgada. Y esto, que puede parecer una estupidez, es el mayor atentado contra la libertad de prensa que se da actualmente. El periodista agacha la cabeza, el político la levanta y todo sigue como si nada. La dignidad profesional está siempre por debajo de las subvenciones. No es desmoralización, sino un axioma.  

 

Es de sobra conocida la relación de estrecha amistad que une a algunos periodistas y políticos de ámbito nacional. Y lo mismo ocurre en terreno local. Una relación que necesariamente acaba con la independencia y la neutralidad de los profesionales de la información. La relación entre el político y el periodista es siempre un acto de dominación, por mucho que el primero quiera disfrazarla de complicidad y al segundo le seduzca la cercanía con el poder. 

 

Los gabinetes de comunicación, convertidos en meros instrumentos de propaganda y cómplices en este ejercicio de autoridad, ejercen la censura, obstruyendo el acceso a la información y manipulando informaciones. Sus tentáculos son dilatados, viscosos y poco compasivos. Ansían controlarlo todo. Ejercen la antipatía con los disidentes y se deshacen en agasajos y facilidades con sus adeptos. 

 

El resultado de este engranaje de oscurantismo es la autocensura de los periodistas y el desdibujo del derecho a una información de calidad que la sociedad tiene. No es falta de conciencia profesional. Es algo mucho más grande que eso. 

 

En mi mundo ideal todavía existen periodistas que se esfuerzan por mantener preferencias y opciones políticas en el ámbito privado y hacen esfuerzos por no filtrar ni contaminar sus informaciones, y también políticos que comprenden la labor periodística y la respetan. No hay nada que temer si la honradez y la buena voluntad van por delante, aunque pedir esto quizás sea demasiado.


      DdA, XVII/4885     

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