viernes, 11 de junio de 2021

SECUESTRO DE PERIODISTAS: TAMBIÉN ASSANGE

 


Vicente Bernaldo de Quirós

   Es obvio que el desvío de un avión en plena ruta y la detención de un periodista que iba de pasajero es un claro acto de piratería, que debe ser condenado, pero me produce una enorme desazón la doble moral de los que denuncian un secuestro en mitad de un vuelo porque el protagonista es un disidente bielorruso, mientras callan como muertos que otro periodista permanezca en prisión por el hecho de que haber desvelado el terrorismo de los servicios secretos de Estados Unidos a través de WikiLeaks.

  Vayamos por partes. El régimen de Lukashenko ha saltado todas las normas de respeto a la navegación aérea y ha obligado a un avión europeo a aterrizar en un aeropuerto bielorruso para detener a Roman Protasevich que estaba exiliado y se dirigía Lituania junto con su novia. Me sumo al coro de críticos con la actuación del Gobierno bielorruso, pero me gustaría que las naciones occidentales fueran menos hipócritas y además de criticar esta acción, salgan en defensa del periodista Julian Assange que desde hace años es perseguido implacablemente por el Gobierno estadounidense para evitar que siga difundiendo los crímenes de la CIA y de otros servicios de espionaje de ese país y que permanece en una cárcel británica, a pesar de que la jueza denegó la extradición a Washington, aunque lo mantiene en prisión, para que no se escape. Todo un ejercicio de cinismo.

   Como ya sabréis, Assange fue el fundador de WikiLeaks, a través de la cual pudo dar a conocer al mundo entero la guerra sucia de Estados Unidos contra el mundo y las miserias de ese país con los presos y los disidentes de la nación norteamericana. Gracias a este medio y a las informaciones de la prensa internacional que e hizo eco de los cables de WikiLeaks nos hemos enterado de verdaderas actividades terroristas que, en nombre de una supuesta libertad, permitía a los mandamases de los USA hacer y deshacer a su antojo con las vidas humanas de los que discrepaban con la política de delitos de esos servicios secretos.

   Comenzó, entonces, una persecución sin tregua contra Assange, que tuvo que esconderse en la embajada de Ecuador en Londres, gracias a la mediación del Gobierno de Rafael Correa, que le brindó la hospitalidad necesaria para escapar de los esbirros de la CIA. Previamente había sido acusado por un tribunal sueco de dos delitos sexuales, que se demostraron falsos, solo con el fin de retenerlo para trasladarlo a las mazmorras yanquis.

   Cuando Rafael Correa dejó la Presidencia de Ecuador, su sustituto, que llevabas el mismo programa, pero que mancilló su honor renegando de sus propuestas y escupiendo sobre su propio nombre, revertió el asilo a Assange y lo entregó con vergüenza a las autoridades británicas para juzgarlo por crímenes contra la libertad de expresión, las mismas acusaciones que Protasevich.

   Una jueza inglesa negó la extradición a Estados Unidos, pero le mantiene en la cárcel sin cargos, ante la posibilidad de que huya, lo que vuelve a demostrar que la cuadratura del círculo es posible cuando alguien se lo toma en serio. Posiblemente están esperando a que Assange se muera, ya que su estado de salud es muy delicado, como consecuencia de su estancia en la cárcel. La CIA debe estar pensando que muerto el perro se acabó la rabia.

   Es hora de que Assange salga en libertad de una ve porque su único delito ha sido poner en práctica la libertad de expresión, frontispicio de los informantes del mundo entero, pero que siempre que hace daño a los grandes poderes de las superpotencias se mira para otro lado. Que Assange quede libre para ir donde le plazca y para seguir denunciado las miserias del que llaman el país más poderoso del mundo, es una urgencia que no admite dilación.

   Y ya va siendo hora de que se acabe el cinismo de los poderosos con el beneplácito de sus lacayos y se ponga en marcha la justicia universal para todos los países sin excepción, esa misma que Mariano Rajoy mandó al vertedero de la historia, posiblemente para que le hiciera compañía. Y ojo, porque entre los papeles de WikiLeaks se encontraba la deshonesta actuación de un fiscal del procés que pretendía que los asesinos del periodista José Couso quedaran libres en un acuerdo que posiblemente avergonzaría a sus hijos s lo supieran.

   La libertad de expresión es sagrada en todo tiempo y lugar. Y si hay que denunciar el desvío de un avión en Bielorrusia, hay que rechazar también las trampas criminales de los servicios secretos que la cercenan, merced a sus poderosas ramificaciones. Es perentorio exigir que Julián Assange salga de la cárcel. Pero ya.

      DdA, XVII/4873      

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