Vicente Bernaldo de Quirós
Es obvio que el desvío de un
avión en plena ruta y la detención de un periodista que iba de pasajero es un
claro acto de piratería, que debe ser condenado, pero me produce una enorme
desazón la doble moral de los que denuncian un secuestro en mitad de un vuelo
porque el protagonista es un disidente bielorruso, mientras callan como muertos
que otro periodista permanezca en prisión por el hecho de que haber desvelado
el terrorismo de los servicios secretos de Estados Unidos a través de WikiLeaks.
Vayamos por partes. El régimen de
Lukashenko ha saltado todas las normas de respeto a la navegación aérea y ha
obligado a un avión europeo a aterrizar en un aeropuerto bielorruso para
detener a Roman Protasevich que estaba exiliado y se dirigía Lituania junto con
su novia. Me sumo al coro de críticos con la actuación del Gobierno bielorruso,
pero me gustaría que las naciones occidentales fueran menos hipócritas y además
de criticar esta acción, salgan en defensa del periodista Julian Assange que
desde hace años es perseguido implacablemente por el Gobierno estadounidense
para evitar que siga difundiendo los crímenes de la CIA y de otros servicios de
espionaje de ese país y que permanece en una cárcel británica, a pesar de que
la jueza denegó la extradición a Washington, aunque lo mantiene en prisión,
para que no se escape. Todo un ejercicio de cinismo.
Como ya sabréis, Assange fue
el fundador de WikiLeaks, a través de la cual pudo dar a conocer al mundo
entero la guerra sucia de Estados Unidos contra el mundo y las miserias de ese
país con los presos y los disidentes de la nación norteamericana. Gracias a
este medio y a las informaciones de la prensa internacional que e hizo eco de
los cables de WikiLeaks nos hemos enterado de verdaderas actividades
terroristas que, en nombre de una supuesta libertad, permitía a los mandamases
de los USA hacer y deshacer a su antojo con las vidas humanas de los que
discrepaban con la política de delitos de esos servicios secretos.
Comenzó, entonces, una
persecución sin tregua contra Assange, que tuvo que esconderse en la embajada
de Ecuador en Londres, gracias a la mediación del Gobierno de Rafael Correa,
que le brindó la hospitalidad necesaria para escapar de los esbirros de la CIA.
Previamente había sido acusado por un tribunal sueco de dos delitos sexuales,
que se demostraron falsos, solo con el fin de retenerlo para trasladarlo a las
mazmorras yanquis.
Cuando Rafael Correa dejó la
Presidencia de Ecuador, su sustituto, que llevabas el mismo programa, pero que
mancilló su honor renegando de sus propuestas y escupiendo sobre su propio
nombre, revertió el asilo a Assange y lo entregó con vergüenza a las
autoridades británicas para juzgarlo por crímenes contra la libertad de
expresión, las mismas acusaciones que Protasevich.
Una jueza inglesa negó la
extradición a Estados Unidos, pero le mantiene en la cárcel sin cargos, ante la
posibilidad de que huya, lo que vuelve a demostrar que la cuadratura del
círculo es posible cuando alguien se lo toma en serio. Posiblemente están esperando
a que Assange se muera, ya que su estado de salud es muy delicado, como
consecuencia de su estancia en la cárcel. La CIA debe estar pensando que muerto
el perro se acabó la rabia.
Es hora de que Assange salga
en libertad de una ve porque su único delito ha sido poner en práctica la
libertad de expresión, frontispicio de los informantes del mundo entero, pero
que siempre que hace daño a los grandes poderes de las superpotencias se mira
para otro lado. Que Assange quede libre para ir donde le plazca y para seguir
denunciado las miserias del que llaman el país más poderoso del mundo, es una
urgencia que no admite dilación.
Y ya va siendo hora de que se
acabe el cinismo de los poderosos con el beneplácito de sus lacayos y se ponga
en marcha la justicia universal para todos los países sin excepción, esa misma
que Mariano Rajoy mandó al vertedero de la historia, posiblemente para que le
hiciera compañía. Y ojo, porque entre los papeles de WikiLeaks se encontraba la
deshonesta actuación de un fiscal del procés que pretendía que los asesinos del
periodista José Couso quedaran libres en un acuerdo que posiblemente
avergonzaría a sus hijos s lo supieran.
La libertad de expresión es
sagrada en todo tiempo y lugar. Y si hay que denunciar el desvío de un avión en
Bielorrusia, hay que rechazar también las trampas criminales de los servicios
secretos que la cercenan, merced a sus poderosas ramificaciones. Es perentorio
exigir que Julián Assange salga de la cárcel. Pero ya.
DdA, XVII/4873
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