martes, 22 de junio de 2021

LA ARENA Y EL MAR DE LA PLAYA DE SAN LORENZO, SUCIOS DE CARBÓN Y MIERDA












Foto de Goti del Sol             

Félix Población

Un estudio geológico encargado por la Autoridad Portuaria de Gijón asegura que las extensas manchas de carbón que siguen aflorando en la playa más concurrida de la ciudad, lugar históricamente emblemático del verano gijonés, corresponden a un naufragio que ocurrió hace casi cuarenta años. Fue en 1986 cuando el buque Castillo de Salas embarrancó en el llamado Cerro de Santa Catalina, no muy lejos de la bahía de San Lorenzo, vertiendo al mar 20.000 toneladas de carbón. Aquel desastre todavía lo sigue pagando el arenal de la playa y cuantos gijoneses y visitantes se dan cita cada verano, sin  que al parecer se resuelva el problema ni tenga garantías de que pueda resolverse después de casi cuatro décadas.

A ello hay que sumar, como ocurrió recientemente y ya en puertas de un verano más normalizado después de la pandemia, el reciente cierre de la playa, entre las escaleras 12 y 15, por el aspecto achocolatado que presentaba el mar en esa zona, después de las lluvias intensas que se produjeron en la ciudad recientemente. La zona se corresponde con la desembocadura en la playa del río Piles, cuya contaminación es notable y ha merecido este comunicado de la Coordinadora Ecologista de Asturias: Esperemos que esta vez se tomen muestras para contrastar si como venimos denunciando desde hace años que estos vertidos procedentes del río Piles arrastran materiales fecales contaminando las aguas de baño y evitar episodios de tener bandera apta para el baño y las aguas contaminadas. Hay una deficiente red de saneamiento que no separa las aguas pluviales de las residuales. Genera que los colectores entren en carga, evacuen las aguas residuales directamente al río en vez de hacerlo por el emisario con la consiguiente contaminación. Sin olvidarnos que Gijón sigue sin depuración gran parte de sus aguas residuales. Tenemos dudas sobre las analíticas de la calidad del agua de baño en la zona de Piles, que viene realizando el Ayuntamiento y permite el baño en la zona a pesar de la evidente falta de salubridad de estas”.


Estamos ante un problema muy grave, que arrastra años de ineficacia y desidia, y que podría ocasionar unas lesivas repercusiones para el buen nombre de la ciudad, cuyo atractivo turístico incuestionable sufrirá una merma creciente a medida que pasen los años y asomen a los medios de comunicación imágenes como las que ilustran este artículo. Gijón debería erradicar esas dos lacras que tienen toda la pinta de hacerse crónicas. 

Si algo como eso, tan fundamental para el porvenir de la ciudad, no se ha logrado ni parece que se pueda conseguir en breve, tengo para mí que su mal ejemplo puede ser un indicio, a pequeña escala local, del alto grado de indiferencia con el que asistimos a la contaminación del planeta. La estamos, viendo, oliendo y sintiendo en nuestra cotidianidad, el tiempo corre en contra de la vida que habitamos, y sin embargo seguimos careciendo de la concienciación, diligencia y acometividad requeridas para combatirla, que ha de ser y debe ser mucha.


Me duelen esa playa y esas olas sucias y enmerdadas como si fueran parte de la vida que respiro, pues en ese litoral gocé como tantísimos gijoneses de mi generación  de los días seguramente más felices de la niñez. Esa misma memoria debería mantenerse activa en la conciencia de quienes están siendo los responsables de esa tremenda y deplorable incuria. Si ni con esos sentimientos como fuerza motriz somos capaces de salvar lo que tenemos, ¿qué mierda nos queda?

+Artículo republicado en MiGIJÓN

   DdA, XVII/4883   

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