Miguel
Álvarez Peralta
Te
vas igual que llegaste, deshaciéndote a cada momento de agradecimiento y
placer. Jugar, comer, dormir, jugar, gozar, amar. Todo sucede aquí y ahora, la vida nunca estuvo en
otro lugar, para ti.
Te vas como
llegaste, desbaratando todo, ahora sé que para bien. Zambulléndote sin reservas
en cada juego, en cada ejercicio, en cada búsqueda, sólo para volver a darte
entero en la siguiente. La vida aquí, el goce ahora. Nunca la hierba es
más mullida al otro lado de ninguna valla.
Te vas como
viniste, desmontando esquemas y muebles, máquina inagotable de explorar, de
aprender y, ahora lo sé, claro, de enseñar. Te vas y no sé dónde poner todo esto que traías para darnos.
Fuiste un quebradero de cabeza y un analgésico infalible. La
interrupción inoportuna para el paseo que desata la idea feliz; la rutina
cargante que de pronto ya es hábito liberador; el martirio que cura, la
travesura que instruye.
Fuiste el rabo
de ciclón que sacude mesas y sillas desde el primer bostezo de la mañana, la
pata que rasca la puerta antes de que ningún pie asome fuera de las sábanas.
Fuiste la insistencia despiadada que
conquista derecho a sofá; la mirada abnegada que devuelve implacable el reflejo de
nuestras virtudes y miserias. Fuiste el peor discípulo porque eras el mejor
maestro.
Fuiste risas y
babas. El pis en la alfombra y la carcajada imprevisible; un púgil de paciencia
infinita y un permanente manantial de ternura y serotonina, de dopamina y
demás buenrrollinas que
ahuyentan nuestros fantasmas. Fuiste amor y amigo en
sentido pleno. Pronto, muy pronto, serás sus ojos.
Creímos que
desbaratabas nuestra vida, no entendimos que la estabas reordenando. Fuiste el mejor Prozac y el Lexatín, el psicólogo que atiende
sin juzgar y el bufón que nunca falta a su tarea, sea un día de sol o día gris.
Fuiste todo eso y mucho más, pero te vas para ser sus ojos.
No puedo decir
que me alegre, pero sí que estoy orgulloso. De tu entrega y de haber aprendido,
creo, la dignidad de entregarse a tu manera. Serás sus ojos, pero le darás,
aunque aún no lo sepa, mucho más que una vista prestada. Una guía que no sólo
protege de escalones y baches, de postes y obstáculos, una guía para la vida y la construcción de vínculos
indestructibles. Afortunada es, aunque aún no lo sepa, la tribu que te acoge.
Has sido, no me
avergüenzo, mi brújula en este tramo del camino. Te vas sin miedo, lo sé, capaz como eres de enlazar una entrega
absoluta con la siguiente, sin traicionar ninguna de ellas —quién pudiera—.
Has sido ya el mejor guía. Lo que aprenderás ahora, en la
ONCE, es sólo a depurar tu estilo. Serás un gran lazarillo, sé que eso te llena y te hace feliz.
Buen camino, compañero, alumbrarás mucho más que sus pasos, y serás mucho,
mucho más que sus ojos.
InfoLibre DdA, XVII/4884
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