Patricia Esteban
La ilusión es cara, no la venden en las tiendas. A mí Podemos me hizo creer en otra sociedad, que no era perfecta, claro que no, he dicho sociedad,no utopía. Me hizo pensar que gente preparada, joven, con fuerza, llegaba para protestar y cambiar las cosas, que había otra forma de entender la política, más cercana a su propósito inicial que aquel gobierno oscuro del incompetente Rajoy y sus hienas. Me entristecía la deriva socialista, me causaba una gran impotencia que los valores sociales de Izquierda Unida, por ejemplo, siempre fueran desactivados en las urnas, como si no resultaran creíbles, como si hubiera que sospechar de ellos. Yo sí lamento que Pablo Iglesias se vaya, pero le alabo el gusto. Ojalá todo el mundo fuera capaz de abandonar su cargo al obtener un mal resultado, al apostar por una decisión y no cumplir con los propios objetivos. Ojalá no hubiera tantos políticos apoltronados en la comodidad del sillonaco y la tablet gratis, tantos buitres que piensan que lo suyo es un sueldo Nescafé de lujo.
Iglesias se va, y vendrán las chanzas justo porque hace lo que debe hacer, lo que cree que debe hacer. Recordemos que era profesor y no heredero de marquesados ni falsificador de títulos de Harvard. Se reirán los pícaros, que creen que uno debe aprovechar esa ancha Castilla que lo permite todo, que no pide justificantes de ningún tipo, cuando uno alcanza un puesto de poder.
Ilusa yo, claro, y que no me falte nunca esa ilusión, esa esperanza en el cambio, en el progreso, en el amor propio y la honestidad. Todos los grandes proyectos, todos los cambios, nacen justamente de esa apariencia de realidad que tiene un sueño imaginado, algo que solo vemos en nuestra mente y que buscamos trasladar a la realidad, de alguna forma. Quien no tiene ilusión no ve un futuro mejor ni para él ni para el resto. Se apoltrona en el presente, se acomoda en el escaño y echa prosaicas siestas eternas.
DdA, XVII/4837
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