María Hernández
Matilde Landa prefirió la muerte. La dictadura franquista ofreció a la
dirigente comunista mejoras en la alimentación de los hijos de las presas del
penal de Mallorca a cambio de su bautismo y conversión al catolicismo. Matilde
eligió sus principios. El 26 de septiembre de 1942, día que estaba prevista la
ceremonia de bautismo, Landa se precipitó por la terraza hacia el patio
interior de la prisión. Se suicidó. En los 45 minutos que duró la agonía de
Landa, completamente inconsciente, las autoridades eclesiásticas de Illes
Balears aprovecharon para bautizarla en articulo mortis.
Minutos antes de su suicidio, Landa escribió una carta a su hija donde, de
manera encubierta, se despedió de ella rogándole perdón. La ceremonia de su
bautizo ya estaba preparada. "Hoy es el gran día, dicen. Doña Bárbara,
otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el
triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla; pero no creo que el
aceite alcanforado alivie mi sufrimiento, porque otro dolor, más hondo, es el
que me acucia (...)".
"No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan
con dejar sin leche si yo no me convierto -prosigue la misiva- Tú sabes,
Camencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus
corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores. No
puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme. Ay, esos niños... ¿Será lo
mío un capricho? (...) Quien sobra soy yo. (...) Espero que me sigas queriendo
y que te acuerdes de mí a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a
hacer. Que tú, mi niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis",
escribió Landa antes de su suicidio en una carta que recoge Antoni Tugores en
la obra Víctimes invisibles.
"No puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme. Ay, esos
niños... ¿Será lo mío un capricho? (...) Quien sobra soy yo", escribía
Landa en una carta antes de suicidarse
En esa misma misiva, Matilde Landa recordaba lo mucho que echaba de menos
leer los versos que el poeta Miguel Hernández le había dedicado. Hernández y
Landa se conocieron cuando, en 1938, la mujer formaba parte de la sección de
información popular del subsecretariado de Propaganda del Gobierno Republicano
y recorría la España republicana organizando conferencias para levantar la
moral a los combatientes republicanos.
‘A Matilde' de Miguel Hernández.
En la tierra castellana/el castellano caía/con la voz llena de España/y la muerte de alegría./Para conseguir la libertad de sus hermanos/caen en los barbechos los más nobles castellanos./No veré perdida España porque mi sangre no quiere./El fascismo de Alemania/junto a las encinas muere./Para hacer cenizas la ambición de los tiranos/caen en las trincheras los más nobles castellanos./Españoles de Castilla/y castellanos de España/un fusil a cada mano/y a cada día una hazaña./ Voy a combatir al alemán que nos da guerra/ hasta conquistar los horizontes de mi tierra.
Eran los años en los que la popularidad de Matilde Landa crecía sin parar. Un año antes, en 1937, Matilde había sido voluntaria en el Socorro Rojo Internacional, donde colaboró en la evacuación de Málaga. Cuando estalló la Guerra, Landa se incorporó a las tareas sanitarias en un hospital de guerra de Madrid. El activista italiano Vittorio Vidali "Comandante Carlos" había señalado que si tuviera que escribir la historia de la Guerra Civil española bastaría con dos biografías: la de Antonio Machado y la de Matilde.
Con la victoria del ejército de Francisco Franco sobre la República,
Matilde Landa se quedó en Madrid para reconstruir desde dentro el PCE. El 4 de
abril de 1939 fue detenida mientras preparaba la huida de dos compañeros del
partido. Tras ser sometida a un Consejo de Guerra, fue condenada a muerte.
Antes, le habían ofrecido salir libre si renegaba públicamente del PCE. También
se había negado.
Condenada a muerte, Matilde ingresó en la cárcel de Ventas de Madrid, donde
permanecían alrededor de 10.000 presas. Desde dentro, con el permiso de la
directora de la prisión, compañera de la residencia de estudiantes, montó la
llamada Oficina de Penadas, que se encontraba en su misma celda. Se trataba de
una máquina de escribir en la que Matilde escribía recursos para que sus
compañeras no fueran fusiladas una vez escuchados sus casos.
En poco tiempo se convirtió en la reclusa más carismática. La joven
comunista se había convertido en un símbolo de dignidad y resistencia para sus
compañeras reclusas. Un amigo de la familia, cercano al régimen franquista,
intercedió para que no fuera ejecutada. A cambio, el régimen la condenó a 30
años de prisión que debían cumplirse fuera de la península. Fue entonces cuando
trasladaron a Landa a Mallorca. Era el mes de agosto de 1940.
Landa se convirtió entonces en el objetivo propagandístico de la Iglesia
balear. Su conversión al catolicismo sería una gran arma propagandística y
minaría la moral de los vencidos. No bastaba con vencer. Había que humillar y
convertir a los derrotados. Matilde fue apartada del resto de presos y sólo
podía hablar con Bárbara Pons, de Acción Católica, quien se encargaba de que
finalmente aceptara la conversión al catolicismo. Matilde Landa prefirió la
muerte.
DdA, XVII/4807
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