sábado, 17 de abril de 2021

LA IGLESIA NO PUSO FRENO A SUS HIJOS HISPANOS INFLAMADOS DE ODIO SACRO

David M. Rivas

Tal día como hoy, 16 de abril, del año 1939, el papa Pío XII habla a través de las ondas de Radio Vaticano, comenzando con las palabras "cum ingenti gaudio". Dice: "con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos". Ya el 1 de abril, pocas horas después del último parte de guerra dado por Franco, el papa, que llevaba menos de un mes en el trono imperial romano, telegrafía a Madrid: "levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con vuestra excelencia, deseada victoria católica España. Hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas tradiciones, que tan grande lo hicieron. Con estos sentimientos, efusivamente enviamos a vuestra excelencia y a todo el pueblo español nuestra apostólica bendición". Conforme a la más elemental lógica, el último papa-rey, altivo, intolerante y cruel, bendecía a un militar rastrero y sanguinario. El 20 de mayo hubo una ceremonia medievalizante de exaltación de Franco como caudillo en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid. Franco, tras deponer su espada a los pies del Cristo de Lepanto, se arrodilla ante el altar. El cardenal Gomá, acompañado de diecinueve obispos y en presencia del nuncio de Pío XII, dice: "El Señor sea siempre contigo. Él, de quien procede todo derecho y todo poder y bajo cuyo imperio están todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda de ello sea la bendición que te doy en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Y el 11 de junio Pío XII recibe en ceremonia solemne a tres mil trescientos legionarios que viajan por Italia y Alemania para celebrar su victoria, al mando del criminal de guerra y de paz Serrano Súñer, ministro de exteriores, tras desfilar ante Mussolini. El papa bendijo a "los defensores de la fe y de la civilización". Escribiría Julio Caro Baroja: "en la España 'nacional' la iglesia colaboró demasiado en la tarea justiciera que se habían impuesto los militares. Sí: había demasiados clérigos y frailes en la cárceles y en las capillas procurando que los condenados a muerte abjuraran de sus errores, predicando con violencia a los vencidos, cantando glorias, acusando y despreciando. La iglesia no puso freno a sus hijos hispanos inflamados de odio sacro. Sí: hemos visto demasiados curitas y frailes con la boina roja y las dos estrellas de teniente marchando con el jacarandoso contoneo del vencedor".

       DdA, XVII/4821      

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