Tal día como hoy, 16 de abril, del año 1939, el papa Pío XII habla a
través de las ondas de Radio Vaticano, comenzando con las palabras "cum
ingenti gaudio". Dice: "con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros,
hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paterna
congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha
dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en
tantos y tan generosos sufrimientos". Ya el 1 de abril, pocas horas
después del último parte de guerra dado por Franco, el papa, que llevaba menos
de un mes en el trono imperial romano, telegrafía a Madrid: "levantando
nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con vuestra excelencia,
deseada victoria católica España. Hacemos votos porque este queridísimo país,
alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas tradiciones, que tan
grande lo hicieron. Con estos sentimientos, efusivamente enviamos a vuestra
excelencia y a todo el pueblo español nuestra apostólica bendición".
Conforme a la más elemental lógica, el último papa-rey, altivo, intolerante y
cruel, bendecía a un militar rastrero y sanguinario. El 20 de mayo hubo una
ceremonia medievalizante de exaltación de Franco como caudillo en la iglesia de
Santa Bárbara de Madrid. Franco, tras deponer su espada a los pies del Cristo
de Lepanto, se arrodilla ante el altar. El cardenal Gomá, acompañado de
diecinueve obispos y en presencia del nuncio de Pío XII, dice: "El Señor
sea siempre contigo. Él, de quien procede todo derecho y todo poder y bajo cuyo
imperio están todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga
protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda de
ello sea la bendición que te doy en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo". Y el 11 de junio Pío XII recibe en ceremonia solemne a
tres mil trescientos legionarios que viajan por Italia y Alemania para celebrar
su victoria, al mando del criminal de guerra y de paz Serrano Súñer, ministro
de exteriores, tras desfilar ante Mussolini. El papa bendijo a "los
defensores de la fe y de la civilización". Escribiría Julio Caro Baroja:
"en la España 'nacional' la iglesia colaboró demasiado en la tarea
justiciera que se habían impuesto los militares. Sí: había demasiados clérigos
y frailes en la cárceles y en las capillas procurando que los condenados a muerte
abjuraran de sus errores, predicando con violencia a los vencidos, cantando
glorias, acusando y despreciando. La iglesia no puso freno a sus hijos hispanos
inflamados de odio sacro. Sí: hemos visto demasiados curitas y frailes con la
boina roja y las dos estrellas de teniente marchando con el jacarandoso
contoneo del vencedor".
DdA, XVII/4821
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