lunes, 29 de marzo de 2021

TE RECUERDO DICIÉNDOLES A TUS NIETOS QUE CADA DÍA ESTRENEN EL MUNDO


Toni Álvaro

Mira, papá, Domingo de Ramos. ¿Te acuerdas? El yayo Pere me compraba la palma más grande que encontraba, la engalanaba con una guirnalda dorada del árbol de Navidad, tú me subías a tus hombros palma en ristre y enfilábamos para la plaza de San Ramón a bendecirla. Sí, éramos unos benditos. En París estaban a punto de liarla por mayo, que por mayo era cuando los grandes calores, cuando los enamorados van servir a sus amores, y ahí estaba yo vestido de guardián de las esencias, una especie de Sir Lancelot du Lac camuflado de palmera navideña primaveral a por agua bendita. En casa nunca fuimos mucho de misa, pero para algo que nos dejaban celebrar…
Domingo de Ramos era día de estreno y eso celebrábamos. Ese día estrenaba los zapatos de charol. Los sacaba a pasear y vuelta a la caja. Sólo les volvía a dar el aire si había alguna boda o bautizo ese año. Había tanto charol en el armario que parecía un panteón de la Guardia Civil. Supongo que los zapatos de charol era la idea que tenía mamá de un camino brillante para su hijo. Ese día, con todas las galas, lucíamos nuestra prosperidad. Muy de andar de casa, aunque fuera con zapatos de charol. Cuando Jesús entró en Jerusalén, la gente gritaba los versículos 25 y 26, capítulo 18, de los Salmos, oh, Señor, sálvanos ahora, te rogamos que nos hagas prosperar. Así que no íbamos tan desencaminados en nuestra celebración.
Cada Domingo de Ramos estrenaba zapatos, y lazo, que el resto del atuendo ya era otro cantar y coser. Fue el último año de la gorra, que tenía ya ciertas dificultades para encajar en mi cabeza, camino de convertirse en gorrocóptero. En cambio estreno pantalones y chaqueta. Los estrené cuatro años seguidos y lucieron en varias bodas. Ese día estrenábamos vidas que usaban otros, sobre todo la tuya, papá, de la fábrica al reparto y al doble turno. Mira los pantalones, están arrugados, remetidos por todas partes para que fueran recuperando su forma original con el paso de los años. ¿Y la chaqueta? Mamá apuró tanto el dobladillo que casi se caen los botones inferiores. Parezco el caballero del dobladillo. A la clase obrera nos la metían doblada, igual iba por ahí. Mamá hacía poesía con el costurero. Pasados los años, los golfos de casino que siembran miseria apostando nuestras vidas usadas decían que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Hace ya décadas que no celebramos el Domingo de Ramos. Y hace más de un lustro que el osteópata me sugirió dejar de hacer el borrico con el tercero de tus nietos llevándolo aún a hombros cuando sin venir a cuento me daba el arrebato de entrar en Jerusalén. Ahora, en Domingo de Ramos, abro el álbum de fotos para volver a la plaza de San Ramón contigo, porque aún me llevas a hombros. Recordar es una celebración, y de eso se trata, ¿no? Y lo celebro diciéndoles a tus nietos que cada día, al levantarse, estrenen el mundo, mientras vamos a casa de mamá a llevarle unos pantalones para que les haga el dobladillo.

DdA, XVII/4802

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