lunes, 22 de marzo de 2021

QUEDAMOS EN EL INFIERNO, YO ME VOY PIDIENDO HUECO


Ana Cuevas

El 18 de marzo de este raruno 2021 pasará a la historia como un gran éxito en la defensa de los derechos civiles de los ciudadanos de este país.

La ley de eutanasia no es fruto de un debate político que surge de forma espontánea. La gente de la calle, como casi siempre, va cuatro cuadras por delante de sus legisladores. A estas alturas, no hay quien se trague la milonga de que la ley supone una “licencia para matar” institucionalizada. Si usted no quiere acogerse a ella, nadie le obligará. Podrá morir rabiando o dopado de cuidados paliativos. Está en su derecho. Del mismo modo que la ley del matrimonio homosexual no obliga a nadie a casarse con alguien  de su mismo sexo. Y lo más curioso es que, hasta quienes más la vilipendiaron, no dudaron luego en aprovecharse de ella para normalizar su vida privada.

Para eso luchamos por los derechos, para que todas y todos, hasta los torquemadas contemporáneos que hoy blanden antorchas amenazantes, puedan hacer uso de ellos. O no. Eso es la libertad amiguitos. No ese espantapájaros del que se apropian los más reaccionarios para seguir manteniendo su bota sobre el pescuezo del destino ajeno.

PP, VOX y los cuarenta episcopales aúllan, cuál jauría en época de celo, que se está potenciando la cultura de la muerte. Tiene retranca que lo diga una peña que ha hecho del martirio, el cilicio y la crucifixión una maquinaria milenaria para oprimir a las masas  y hacer caja a lo grande. Hay que ser muy desmemoriados para no recordar las guerras santas o , más recientemente, como bendecían a las tropas para que mataran con eficiencia al enemigo. 

En algo coinciden la derecha más casposa y la jerarquía eclesiástica carpetovetona. A todos les gusta vivir como obispos. Por eso sienten tanta nostalgia del medievo y de “Paca la Culona”. ¡Aquellos maravillosos años! Tiempos en los que nadie cuestionaba su contradictoria filosofía moral y esa querencia a desterrar al infierno a todo aquel que les pueda chingar el invento.

Personalmente, me aterroriza más no poder decidir sobre mi propio final que la amenaza del averno. No aspiro a subir a los altares soportando una lenta y dolorosa agonía. Quiero morir dignamente cuando considere que llega mi momento. Tengo entendido que, hasta el propio Jesucristo, pidió a su padre que apartara de él el doloroso trance al que estaba siendo sometido. Pero está claro. Dios-padre milita en VOX o en el PP y es amante de la casquería. Sobre todo cuando el que la padece es otro.

Pero como he dicho antes, el pueblo es sabio y trasversal sobre esta cuestión. Y hoy celebramos la vida, con más fuerza si cabe, gracias a este triunfo que no nace de una iniciativa política casual. Porque ha sido impulsada por la tenacidad y el valor de cientos y miles de compatriotas. Mujeres y hombres que antepusieron su libertad a decidir sobre su propia muerte a las trasnochadas normas legales y religiosas que se lo prohibían. Personas que se jugaron la libertad para ayudar a un ser querido a cumplir su voluntad de dejar de sufrir. Gracias a seres bondadosos, valientes y coherentes como mi querido amigo Antonio Aramayona que decidió apearse de la vida en el momento justo, como él mismo dejó dicho. Compartió su último latido haciendo pedagogía, como el gran profesor y filósofo que era. Su decisión, argumentada y razonada en un documental dirigido por Ion Sistiaga, fue su última clase magistral. Nadie amaba más la vida. Por eso eligió marcharse cuando el dolor y las limitaciones de su enfermedad se hicieron insoportables.

Yo no se si, según dice el coro de las sombras, estaremos condenados al infierno amigo mío. Pero algo sí confieso: prefiero una eternidad en las calderas de Pedro Botero junto a mi querido Antonio que el paraíso compartido con Abascal, Cañizares o José María Aznar. ¡Que no cuenten conmigo! Eso sí que me acongojaría un huevo, los pelos de la nuca como alcayatas soo de pensarlo. Seguro que, junto a dios senior, se montan un chiringuito celestial para seguir chupando del bote de aquí, hasta el infinito.Lo dicho. Si esoNya… quedamos en el infierno. Yo me voy pidiendo hueco.

DdA, XVII/4795

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