Félix Población
Ya debe sentirse la primavera en el parque de mi niñez -tan cerca del mar que a veces creía escuchar las olas-, por donde seguirán pasando y jugando tantas otras. Álvaro Rodríguez, integrante de Aves Asturias - la asociación que acaba de poner al alcance de todos los ornitófilos el primer programa de televisión dedicado a tan alado y canoro género (Paxarinos)-, aprovechó la mañana del pasado domingo para acercarnos esta imagen de un mito haciendo vida en la rama de un árbol.
Solo mediante esa proximidad se puede advertir la belleza que vuela a nuestro lado. La del mito se distingue por su cola, mayor que su propio cuerpo, que pesa poco más de ocho gramos y no pasa de los 14 centímetros de pico a cola. Pequeño y bullicioso, es uno de los pájaros más confiados para prestarle observación, por lo que bien estará empezar por su imagen para inculcar en los niños la afición por las aves, con toda esa vitalidad tan suya que canta y vuela en el aire.
El mito se expresa con chasqueos y seseos secos y reiterados, culminados con un reclamo brusco tal que tsarrrarp, después de los correspondientes tsi-tsi. Yo no se si por las características de ese canto algo metálico el pájaro tiene en Galicia un nombre tan estupendo como el de ferreiriño rabilongo, todo un primor de aquella lengua de tan nítida y sonora belleza.
En nuestra península se reconocen dos subespecies de mito, repartidas al norte y al sur. La septentrional es la taiti y la del mediodía la irbii, sin que sepa de si entre una y otra hay diferencias. Se trata de un pájaro insectívoro que normalmente solo cría una vez al año, entre los meses de marzo a mayo, por lo que bien podría estar por estas fechas de finales de febrero preparando su muy trabajado nido, en el que invierten entre dos y tres semanas de laboriosa búsqueda y transporte de materiales, porque el del mito no es un nido cualquiera.
De ahí que ante la excelente fotografía de Álvaro, iluminada por esa tibia lumbre solar, dijera antes que ese mito ya está haciendo vida, pues el liquen que cubre la corteza del árbol en el que picotea muy concentrado es una de las materias fundamentales que contribuyen a la construcción de un nial cerrado y de forma alargada, con un pequeño orificio en el tercio superior. Por valer, al mito le valen para esa labor los pelos de los mamíferos, el musgo y hasta las telarañas. Lo más admirable del trabajo es que los líquenes forman parte de la cubierta exterior, para mejor camuflar el nido en la fronda, y que en el interior los huevos van a ser depositados y empollados en un tapizado lecho de plumas, listo para dar cobijo y calor a los temblorosos y diminutos polluelos.
Con mayor o menor fidelidad, estos datos que acabo de contar sobre el mito formaron parte de la historia que le conté a mi hija después de una tarde en el parque, cuando apenas tenía siete años y sus ojos avistaron un mito muerto en el sendero. Verlo y ponerse a llorar con muy condolido sentir fue todo uno, y no hubo forma de calmar su llanto hasta que le dije algo que bien pudo ser esto: esas lágrimas para llorar por un pájaro muerto, del que apenas sabes nada más que la imagen rota de sus alas, pueden convertirse en algo muy distinto si cuando lleguemos a casa saco el libro de los pájaros y nos ponemos a conocer qué vida lleva este, ¿te parece?
Al llegar a casa, mi hija volvió a llorar de emoción al enterarse de que el pequeño mito fabricaba colchones de plumas para el mullido abrigo de sus polluelos, y también a reír porque en Galicia se le llama ferreiriño rabilongo y esas dos palabras parece que cantan. Resulta casi obvio añadir que aquel día, coincidente con los días en que la niña tuvo su primer violín, nació una pequeña ornitófila.
DdA, XVII/4779
2 comentarios:
Muy guapo, Félix.
Gracias amigo. Un cordial saludo.
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