martes, 30 de marzo de 2021

PABLO IGLESIAS Y LA ENVIDIA COMO MOTIVO DE DESPRECIO


Kike Payá

Estoy convencido de que el auténtico motivo del desprecio que una parte de la sociedad española siente por Pablo Iglesias es la envidia. Pura, vergonzante e insana envidia. Los conocimientos que no tengo por pereza y procrastinación, las capacidades que solo puedo imaginar por evidente flojera, el valor creativo que descarté "para ser un miembro íntegro de la sociedad", la honestidad que no me alcanza por mi sometimiento, la solidaridad que niego porque soy incapaz de asimilarla...

Los grandes líderes populares son perseguidos, vilipendiados, acusados falsamente y defenestrados por el pueblo al que pretenden defender. Sí, en el siglo XXI también. El reconocimiento a su indudable importancia solo llega, si llega, con el tiempo porque son visiones avanzadas para la muy limitada capacidad de sus coetáneos. Sin embargo, su aportación es imprescindible para la evolución social, política y ética de una sociedad, especialmente en naciones sometidas a poderes fácticos, a políticas reaccionarias y a pensamientos postdictatoriales. Y es el caso.

La misión irremplazable de esos líderes, de este líder, es ser punta de flecha certera que niega, discute y pone en duda las imposiciones de poderes que se alimentan de pobreza, de discriminación y de desigualdad.
Certero, creativo, valiente, capaz, solidario, multidisciplinar, incisivo. Se reta a si mismo, obtiene tiempo de donde no lo hay, delega, se asesora, lee, escribe, estudia, medita...Un político que antepone la lucha antifascista a una Vicepresidencia del Gobierno tiene difícil definición, pero las de vago, acabado o caribeño únicamente pueden definir a quien las expresa.
¡Buena puntería, Pablo!

DdA, XVII/4803

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