Félix Maraña
Jaime Rodríguez Salís era un sabio, una de las pocas personas que hablaba
con la Tierra y sabía escuchar a la Tierra. Ha muerto nonagenario. En un país
cualquiera, sin una guerra, y en un país en que hubiera tenido Universidad (la
primera facultad pública de Gipuzkoa fue la Derecho, y la inauguró el dictador
en 1968), en un país en que este niño republicano de Irún (Irun) hubiera vivido
en libertad, con una Universidad para su desarrollo, Jaime hubiera sido el
mejor rector de empresa alguna. Todas las empresas que creó eran distintas.
Todas eran de su imaginario, tesón, trabajo y esfuerzo. Fue un mecenas de la
cultura, pero un mecenas de verdad, no de esos que dan dinero para desgravar.
Convirtió Remelluri en un templo de cultura, del pasado y del futuro. Convirtió
Irún en una ciudad distinta, al saber descubrir, leer y proyectar a futuro la
existencia de los yacimientos romanos. La importancia de sus hallazgos ha hecho
que la historia del País Vasco deba escribirse de otra manera. En cualquier
país de Europa (este es un sucedáneo), la muerte de Jaime hubiera ido en
primera página de todos los periódicos (también de los de Madrid). Y que lo
pudieran entender todos cuantos presumían entre los vascos de no haber sido
romanizados, y todos cuantos sólo citan a los presumidos para cargarnos a todos
los vascos taras que no tenemos. Jaime, por demás, era mi amigo. Estuvo siempre
en asuntos importantes, pero en una discreta estancia, aunque todos sabíamos
que era él el motor. En 2017 se le hizo un homenaje en Hondarribia, en el Hotel
Jaizquibel. Hice de maestro de ceremonia, y Jaime atendía con cierta sorna a
todo cuanto de su obra y persona se decía allí. En un momento me agarró del
brazo y me dijo: "Yo no he hecho nada. No hacéis más que decir mentiras
sobre mí. Está todo por hacer. Todo". Sé muy bien lo que quería decirme.
Nos lo había dicho muchas veces.
[Entre otros de sus libros, como los dedicados a Oteiza, o en el que
explica su vida de empresario, aconsejo la lectura de "El niño republicano
de Beraun" (Alberdania, 2009), la casa familiar en la que todas sus
paredes estaban hechas de Cultura. Todas las paredes, los cimientos y el
tejado. Agur eta ohore.
DdA, XVII/4780
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