sábado, 27 de marzo de 2021

DE "EL PAÍS IMAGINARIO" A "EL CHAFARDERO INDOMABLE"



Octavio Colis

Esta fue la primera portada de EL CHAFARDERO INDOMABLE, sección del semanario dominical de EL PAÍS, que sustituyó al PAÍS IMAGINARIO a mediados de los años 80. La redacción de esta sección se quedó reducida prácticamente a Moncho Alpuente, José Luis Cabañas y yo. En esos momentos, como en todo momento, el Consejo de administración de PRISA, y la dirección del periódico eran favorables a la OTAN (aunque “de entrada no”, ¡qué cara más dura!) y a la participación de España en ese entramado militar estadounidense. En la primera publicación mostrábamos a Narcís Serra, ministro de Defensa, Paco Fernández Ordóñez, ministro de Asuntos Exteriores, y a Felipe González, presidente de Gobierno, en la actitud servil de los simios de Confucio, Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, es decir: “no ver, no oír y no decir la verdad”, aunque a Serra lo mostrábamos con la boca tapada, y a Fernández Ordóñez con los oídos tapados, a Felipe González lo representábamos sólo parcialmente tapado, haciendo el paripé de no ver, pero viendo como los tuertos, o como el ciego del Lazarillo. En realidad en ese primer número estuvimos muy tímidos y prudentes, pero a las pocas semanas ya habíamos recuperado el espíritu combativo de rojos de mierda que nos reprochaban en EL PAÍS IMAGINARIO, por lo que no mucho tiempo después EL CHAFARDERO INDOMABLE fue suprimido del semanario. A Moncho le ofrecieron intervenciones esporádicas en la publicación diaria (con él colaboré alguna vez en su sección “Plaza Menor”), y a José Luis y a mí nos ofrecieron seguir ilustrando ocasionalmente. Aunque poco a poco los tres fuimos siendo borrados por completo de la nómina de PRISA. Poco antes de eso, un día, un redactor jefe de cuyo nombre no pienso acordarme, me dijo: “¿Pero tú quién te has creído que eres, una especie de Barceló del periodismo?, pues no, majo, no eres nadie y lo serás menos si te vas de aquí…” Y comentándole esto al querido y añorado Máximo, me sugirió que me marchara antes de que me echaran. “Aquí a lo máximo que vas a llegar, si es que te dejan, que no creo, es a ser Máximo, y te aseguro que no merece la pena…” Pocos años después lo echaron también a él, y a otro maestro de la ilustración, Enrique Cavestany, que firma Enrius (y que sus ilustraciones eran muy jocosamente antimilitaristas o antimilitares, y buenísimas), y que había trabajado en el periódico desde el principio de la publicación. El felipismo y el cebrianismo trabajaron (y siguen haciéndolo) en una imagen de la “españa maja y rosácea que va bien”, y trataban y tratan de silenciar a gente como Javier Krahe, por ejemplo. Yo no me siento, porque no lo soy, tan importante como para eso, pero estaba muy cerca de gente como Alpuente y Krahe, que sí les preocupaban, y mucho. Los censores prefieren a reporteros y juglares con fronteras que se declaren republicanos de pura cepa, pero que inviten a cenar en sus casas a Felipe y Leticia, sin ir más lejos.
Esta reseña quiero dedicarla a Moncho, José Luis, Javier y Máximo, que ya no están y ni siquiera puede darles igual la cosa, pero a mí no me da igual, y a Enrique (aunque no se lo he consultado), tampoco.

DdA, XVII/4800

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