La sección sexta de la Audiencia
Provincial de Madrid ha ordenado al juez de instrucción número 45 de Madrid la
admisión de la querella presentada por el vicepresidente segundo del Gobierno contra
el coronel retirado Diego Camacho por
posibles delitos de injurias o calumnias, expuestas en artículos y
declaraciones en los que acusaba al líder de Podemos de poner en riesgo la
seguridad nacional por haber trabajado "a sueldo" de Venezuela e Irán,
y relacionarlo con el narcotráfico, el terrorismo y los intereses
extranjeros.
Todo ello
constituye la versión reciclada del "a sueldo de Moscú", prodigada en
la dictadura contra quienes luchaban contra el franquismo, como si estas cuatro
décadas de democracia no hubiesen operado la más mínima señal evolutiva en el
pensamiento del coronel Camacho, si bien este ha esperado a su retiro -como
otros militares de manifiesto inquisitorial- para hacer pública su injuriosa
soflama. La resolución de la Audiencia Provincial considera que Camacho no
expuso una crítica política a la gestión de Iglesias en cualquiera de sus
cargos, sino que "le imputa graves delitos ajenos a sus funciones y a
su tarea en cuanto tal".
A la espera de que
se resuelva el caso, desde la asesoría mayor de Rodríguez en la presidencia de
la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha –en el mismo punto y hora en que
Iglesias se postuló como adversario de la derecha extrema- una campaña
electoral "a lo Camacho", que para eso la jefa Ayuso es la predilecta
del presidente de la fundación que lleva el nombre del extinto caudillo.
El objetivo del
muñidor de los comicios, acaso bajo la asesoría a su vez de quien fue su
superior en el pasado, no ha disimulado esa estrategia contra el líder de
Podemos desde el primer minuto, tal como la propia presidenta hizo nada más
conocer la candidatura de Pablo Iglesias con una mendacidad de parvulario,
reincidente hasta la grima en pintarnos a su rival como un caribeño en chándal
al que rinde pleitesía un séquito de mujeres en confortables
mansiones.
Su objetivo no es
otro que adelantarse y superar a Vox en la próxima campaña con la voz del odio
-porque solo el odio o la miseria moral puede mover a tanta infamia-, ese odio
rancio y reaccionario esgrimido como razón política por quienes se creían que
con una convocatoria electoral sorpresiva y en medio de una pandemia vencerían
en la batalla de Madrid, con más consecuencias posiblemente que revalidar el
gobierno autonómico.
No contaban con
quien se lo va a poner difícil y más se lo pondría de haberse logrado una
candidatura de unidad como la propuesta desde el primer momento y rechazada sin
el menor asomo de diálogo por quienes a lo peor tendrán que lamentarlo, según
le ocurrió en los comicios de 2015 a Izquierda Unida. Y digo a lo peor
porque esta primavera, noventa años después de la que trajo consigo tantas
esperanzas y derechos democráticos a este país, unas elecciones de carácter no
general pueden ser tan importantes acaso como las que instauraron la segunda República,
si bien en sentido contrario al que comportaron los comicios municipales del 12
de abril de 1931.
Es de esperar que
la conmemoración del nonagésimo aniversario de aquella fecha memorable no se vea
empañada semanas después por la peor de las noticias para la salud democrática
de este país: que la extrema derecha vuelva a jugar el papel oscurantista y
regresivo que ya protagonizó en nuestra historia. Para evitarlo solo hace falta
votar contra el negro pasado que representa. Ojalá podamos decir con don
Antonio Machado, el próximo 4 de mayo: “Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre
suena/ rompeolas de todas las Españas!”.
*Artículo publicado hoy en La última hora.
Léase@también: Mónica García y las testosterona tutelar (Infolibre)
DdA, XVII/4794
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