viernes, 12 de marzo de 2021

11 DE MARZO DE 2004 EN LISBOA


Paco Faraldo

Aquel 11 de marzo, a eso de las doce del mediodía, nos avisaron por la megafonía para una reunión urgente en el salón de actos y para allá fuimos los sesenta y tantos profesores. El director del Instituto Español informó que algo muy grave había sucedido en Madrid, un atentado terrorista al parecer, y que habían llamado de parte del embajador para que nos concentráramos en los jardines de su residencia y darnos más información. Media hora después estábamos todos y todas en aquel lugar delante del imponente edificio que en los días siguientes al 25 de abril había sido ocupado por manifestantes que protestaban contra el país cuyo régimen había apoyado a Salazar durante los decenios anteriores y expresaban su júbilo arrojando por los balcones mobiliario y enseres diversos. Se repartía por los jardines y alrededores una multitud que en aquellos momentos sobrepasaba ya el millar. Casi todos eran españoles residentes en Lisboa y entre ellos reconocí a algunos padres de alumnos, empresarios y bancarios la mayoría de ellos, que ya tenían más información que nosotros y daban algunos detalles de la masacre de la mañana. El nombre de ETA estaba en casi todas las bocas.

Al poco de llegar apareció el embajador en uno de aquellos balcones desde los cuales habían volado mesas y veladores en el 74. La potente megafonía hacia llegar su voz a todos los rincones. Lo que nos soltó fue un mitin impresentable donde se daba por probada la autoría de ETA y se nos exhortaba a permanecer unidos “como una piña”en torno al gobierno, para enfrentarnos a aquella amenaza contra la vida y la convivencia pacífica de los españoles. Estábamos en vísperas de las elecciones que habría de ganar Zapatero y todo aquello era, evidentemente, un montaje propagandístico orquestado desde Madrid y dirigido, como supimos después, a conseguir el voto de las comunidades españolas en el exterior. Los menos avisados, allí siguieron un par de horas aplaudiendo y coreando como posesos los vivas a españa y mueras a la ETA que el diplomático lanzaba desde el micrófono. El grupo en que yo estaba percibió claramente de qué se trataba y abandonamos la concentración.

Cuento esto porque 17 años después hay un español que todavía anda propagando por ahí la misma milonga del embajador. Se llama José María y le gusta el pádel.

      DdA, XVII/4787     

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