Quique Peinado
No, es mentira. No voy a escribir sobre
la Ley Trans. Tengo una opinión, creo que podría incluso expresarla con más
criterio que alguna gente que he leído (pero, posiblemente, no con el
suficiente criterio) y podría, claro que sí, aventurarme a decir lo que pienso.
Pero no. Ni de coña. En la puñetera vida me mojaría en un tema así. ¿Estoy
loco, acaso? ¿Quién hablaría de esto ahora? Gente que esté en guerra o
masoquistas. Única y exclusivamente.
De toda la vida, a la izquierda se le
achacaba que le daba igual ganar. Como si fuera el Estudiantes, parecía que
vencer era de horteras y que ir con los que ganaban era muy fácil, porque ser
de izquierdas nos parecía mejor. Ahora, sin embargo, parece que ser de
izquierdas solo implica abrir debates, no siempre inteligentes (NOTA: NO ME
REFIERO A LA LEY TRANS. QUEDE CLARO. NO HABLO DE LA LEY TRANS), y luego
ganarlos a costa de lo que sea. Pero no a los de enfrente, no: entre
nosotros. Se es un mejor izquierdista cuantos más debates con otro
izquierdista abras y ganes. Y ganarlos cueste lo que cueste.
Automáticamente, la izquierda parece que convierte en "el otro" al
que disiente desde dentro, de manera que cada vez hay más otros. Que seas
"otro" o "tuyo" dependerá del debate abierto, en contra de
todo principio de conciencia de bando o de disciplina interna mínima.
Cuando
Julio Anguita decía que todos debíamos ser combatientes no se refería a esto,
creo. También opino que nadie escucharía hoy a Julio Anguita, que llevaría un
par de años cancelado por gran parte de la izquierda actual. Para mí, ni las
radfems ni el Ministerio de Igualdad son las otras. Y, créanme, ahora mismo
estoy muchísimo más cerca de las unas que de las otras (NOTA: NO ES POR LA LEY
TRANS). Escribió Daniel Bernabé –sé que solo citándolo ya estoy empezando a ser
"el otro"– un artículo en Público en el que
explicaba que él creía que las dos posturas enfrentadas por la Ley
Trans tenían parte de razón. Recibió un comentario en Twitter
tremendo: "Ni blanco ni negro, sino todo lo contrario. Decepción de
artículo". Defiendo la confrontación, el enfrentamiento y, sobre todo, el
debate. Pero cuando la izquierda se ha convertido en un espacio en el que
hablar da miedo, en el que se te puede sepultar por tener opiniones que no son
enemigas, cuando te juegas el insulto, la descalificación y un disgusto gordo
por tener opiniones que no firmaría la derecha, tenemos un tremendo problema.
Es algo que parece pasar en las
dinámicas internas de los partidos, en las redes sociales y que se extiende. No
va a salir nada bueno de aquí, más que gente enfadada, escaldada y
desencantada. Todos conocemos a personas a las que les da miedo opinar
públicamente por la reacción de los que teóricamente son los suyos. Y si no
conoces a nadie, el que tiene miedo eres tú. Tengo para mí que esta columna,
como tantas otras, no va a servir para mucho. Pero bueno, me la pagan y me
desahogo. Ya que no va a arreglar nada, solo os pido a los y las que habéis
llegado hasta aquí que reflexionéis sobre esto. Pensad quiénes son
vuestros enemigos y enemigas. Analizad si debatir nos hace o no avanzar. Y
luego poned a parir este artículo en Twitter, claro.
InfoLibre DdA,XVII/4754
No hay comentarios:
Publicar un comentario