martes, 9 de febrero de 2021

MIGUEL HERNÁNDEZ MURIÓ DOS VECES


Lazarillo

Va a cumplirse pronto un año desde que el ayuntamiento de Madrid, bajo el gobierno de una derecha sojuzgada por la ultra-derecha, eliminó del cementerio de La Almudena el memorial con el nombre de los más de tres mil republicanos fusilados por la dictadura franquista al término de la guerra. Con esos nombres fueron borrados también los versos del poeta Miguel Hernández, fallecido en uno de los penales de aquel régimen. No va a ser posible nunca, mientras los poemas nazcan y conmuevan por el sentimiento y las ideas que los alumbran, que estos versos de Hernández sean borrados de la memoria democrática, aquella que rinde homenaje a quienes no quisieron un país en el que se eliminasen poemas como este:

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


El hombre acecha» (1938-39)

Hace casi un año escribía mi querido amigo Félix Maraña esta breve e intensa carta al poeta, que esta mañana me ha vuelto a emocionar:

Querido poeta, dos puntos: creo que no te perdonan el amor de tus verbos, el calor de tus versos, la mirada de tu sangre que atraviesa toda tu poesía. Creo que en realidad no se perdonan a sí mismos que sus abuelos no te fusilaran en una tapia. Por eso ahora, con las armas que tienen, te arrancan de los muros, para quitar la piel de tu testamento de libertad, vida, conciencia, historia y futuro. Quiero que sepas que yo, que no soy nadie, te quiero, además, porque sé cómo, entonces y ahora, no se perdona que hayas sido pastor. Pronto explicaré todo esto a mi nieta, y le cantaré tus versos, y le diré que eras amor contra el desamor. Bueno, tampoco vamos a ponernos solemnes. Pero quiero que sepas que ya han pasado 40 años, aunque no lo parezca. Quiero que sepas que muchos, muchos te queremos. Y que tus poemas, siempre, nos ayudaron a mejorar las ruinas, a calentar el frío, a celebrar la mirada de los limpios de corazón, a levantar los pies del suelo, a recoger las cosechas, a sembrar la siembra, a cantar, a encarar la lucha contra la injusticia, porque tus poemas nos han ayudado a ser pobres, pero dignos, a vivir y a deshacernos. Eskerrik asko, cabrero de la Libertad, poeta de todas las palabras del Mundo. [Retrato al lápiz, hecho por Antonio Buero Vallejo, en los días en que Miguel iba muriendo de cárcel y de odio, sin odiar a nadie].

DdA, XVII/4754

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