lunes, 8 de febrero de 2021

MANU LEGUINECHE, POR MIGUEL DELIBES

Félix Maraña

Manu Leguineche era un imprescindible en el periodismo de nuestro tiempo, y no sé por qué digo era, porque para mí lo será siempre. TVE le ha dedicado hoy el imprescindible. Se ha puesto excesivo énfasis en su condición de periodista. Es imprescindible. Pero yo quisiera decir que era, por demás, y es, un escritor clásico. Un día le dije a Delibes que Manu debía ser nombrado académico de la Lengua. Si por don Miguel hubiera sido, Manu hubiera entrado en la Academia. Pero no hubiera querido. Su literatura es vida y forma del mejor idioma humano. He repetido aquí cómo alguno de sus libros, como "La felicidad de la tierra", lo regalo y receto todos los años. Me ha ilusionado ver en el programa al amigo Alonso Ibarrola, excelente escritor donostiarra, un clásico de la mejor literatura del periodismo que uno ama. Como se ama a Manu. Trabajé con él, viví con él, me presentó a sus árboles, a quien llamó Baroja, o Unamuno. Y sé que nunca me perdonaré no saber jugar al mus. Él tampoco me perdonó esa carencia, que limita a un vasco en una parte fundamental de su constitución identitaria.

He enviado en privado a algunos amigos y amigas el artículo que escribió en 2007 Miguel Delibes –nada más y menos que Delibes– sobre, por y para Manu Lechineche. Lo publicó el periódico BILBAO, que yo sepa ahora, porque no recuerdo haberlo visto en ningún otro papel. Miguel lo escribió con motivo de la entrega del Primer Premio de los Periodistas Vascos de 2007, otorgado a Manu Leguineche. Recuerdo la emoción con la que Manu –que sabía perfectamente lo que pensaba sobre su vida y su obra Delibes– me leyó un día aquella cuartilla en alto, firmada de puño y letra por su querido y admirado Delibes, el hombre que le metió de lleno en el ejercicio del periodismo y la palabra. Manu hubiera sido periodista de todos modos, pero, encontrarse de ese modo con Delibes le puso en el mejor de los caminos para ser un excelente escritor y una excelente persona. Porque Manu era excelente. Aquí va el texto de Delibes, porque merece la pena que se airee a los cuatro vientos:

MANU, HERMANO DE TODOS

Te hiciste lectura indispensable. Te convertiste en un creador original que no hacía libros de ficción, ni de guerras, sino de crónicas creativas y humanas de hombres que no se entendían entre sí porque nadie les había enseñado otra cosa. Pero bajo tus renglones subyacían la vida, la bondad y el amor que estaban dentro de ti. Éste fue tu hermoso oficio al que tú no añadiste sangre ni crueldad sino al revés, de tal modo que tus libros se vendieron a millares, aunque tú les regateaste el morbo y te manifestaste cauto, sobrio y hermano de todos, hasta que el creciente número de lectores empezamos a ver en ti un mediador del que no sabíamos prescindir, un hombre de bien que nos ponía el mal ante los ojos, pero nos los cerraba para que nos recreáramos en los alicientes de la paz y de la vida cotidiana. Cuántos personajes inolvidables, vidas inolvidables (oh, aquel combatiente en una isla solitaria que pasa la vida en una guerra que ya no existía, aquel buen salvaje que nos cautivó convertido, por la magia de tu pluma, en un corresponsal de paz, sacrificado y limpio).

Tú registrabas seres vivos, convincentes con una prosa constructiva en contra de la tragedia que pretendías pintar. No llegabas a pintarla. Pintabas, posiblemente sin quererlo, el lado humano y positivo de las cosas, de los hombres, como el buen salvaje de tu libro inolvidable.

Así has venido a resumir, querido Leguineche, en tu último libro El club de los faltos de cariño –en el que no te corresponde estar– que acaba de aparecer como un resumen pacífico –lo que tú eres– de tus libros bélicos.

Ideas, anécdotas, pensamientos, observaciones, que son como el POSO que han destilado tantos hermosos libros como escribiste en la vida y que sorprendentemente, sin enterarte ni tú mismo, llevaban el sello del humanista. Tu obra dice bien claro que no te gustaba que te mandasen. Ni mandar. La autoridad sobraba en tu credo. Te abraza y felicita tu viejo amigo. 

      DdA, XVII/4753      

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