sábado, 27 de febrero de 2021

LO DEL REY EMÉRITO SE DEBE A UNA INFANCIA DESGRACIADA

Paco Faraldo

La sensación de plenitud democrática que nos embarga se ve parcialmente alterada por las fechorías de ese ejemplar borbónico empeñado en demostrarnos que la novela picaresca es un género todavía floreciente. Si hubiera juglares, la vida del sujeto a que nos referimos daría para ser contada por pueblos y ciudades acompañándose con la vihuela, aunque la historia quedaría incompleta, porque nos falta por saber la moraleja. Y es que desconocemos cómo acabará esto. Hay muchos súbditos, a los que llaman ahora tertulianos, que siguen pontificando las virtudes del interfecto por tierra, mar y aire, e insisten en que le debemos agradecimiento porque una vez apareció de madrugada en la tele de para decirnos que todo había salido mal y que permaneciéramos tranquilos. Bueno, tal vez no dijo eso exactamente, pero yo creo que lo pensó. Es cierto que ahora, ante la evidencia de los desafueros cometidos, sus incondicionales comienzan a silbar mirando al horizonte, pero acabo de oír a un psicoanalista que achaca la conducta real a que el monarca tuvo una infancia desgraciada, sin afectos y con pocos medios económicos, y eso fue lo que despertó en él la querencia desmesurada hacia el dinero ajeno, el lujo y las señoras sensibles. Otros, menos adictos, pensamos que es la chulería dinástica lo que le provoca la pulsión de exterminar todo lo que se mueve alcance de su escopeta, igual que a Carlos IV el Cazador, y que la falta de escrúpulos éticos la heredó de otro antepasado, Fernando VII el Traidorzuelo. Sin embargo, es justo decir en su descargo, que Juan Carlos I no se cargó una Constitución, como hizo su antecesor con la de 1812, sino que se limitó a aprovechar la condición de inviolable que le proporcionaba la de 1978.

Aparte el asunto del campechano, se acumulan los signos que confirman la plena normalidad en que vivimos. El último es la aparición estelar de la actriz afrancesada -una de las mejores del mundo en lo suyo, sin duda- irrumpiendo en la escena para soltarnos un fervorín negacionista que deja temblando nuestra fe en la casa Pfizer. Como sea verdad lo que dice estamos aviados, pero no olvidemos que es actriz y, por tanto, profesional de la simulación. Como los curas, como los escritores, como los meteorólogos. Como todos nosotros.

        DdA, XVII/4776     

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