jueves, 18 de febrero de 2021

LAS OBLIGACIONES DE VIVIR EN SOCIEDAD

 


Vicente Bernaldo de Quirós


Esa frase hecha de que tu libertad acaba donde empieza la mía es una realidad incontrovertible, aunque algunos la utilicen con demasiada frecuencia y otros la adornen con demagogias, pero es una obviedad que vivir en sociedad requiere un comportamiento que no haga peligrar la convivencia.
   El Gobierno español no ha considerado necesario declarar obligatoria la vacunación contra la Covid-19 y a mí me parece una equivocación porque se trata de la convivencia diaria entre ciudadanos hijos de su padre y de su madre que necesitan tener el conocimiento libre para saber si esa persona con la que nos relacionamos puede exponernos a un contagio o viceversa.
   Ya no digo la perentoriedad de que aquellos profesionales que trabajan con enfermos, ancianos o personas vulnerables reciban la vacuna porque no sería de recibo que alguien de esa categoría se negara a seguir las recomendaciones de la ciencia.
   Si se tratara de un eremita o de una persona que viva alejada en un pueblo al que apenas llega nadie y que prefiere no pincharse por las razones que sean, puedo incluso admitir que haya una excepción, pero aún así. yo entiendo que la vacuna deberías ser obligatoria para todo el mundo.
   Cualquier ciudadano puede ser a nivel personal negacionista de las vacunas, del cambio climático o de la redondez de la tierra. Allá cada cual con sus manías. Pero la libertad de quien no crea en que las vacunas pueden ser un lenitivo fundamental para la pandemia, acaba en mi libertad de exigir que nadie me transmita voluntariamente o de manera irreflexiva una enfermedad.
   Se ha llegado a debatir si una persona que no desee vacunarse y trabaje en un servicio esencial para la sociedad pueda ser objeto de despido laboral y recriminación penal. Es posible que algunos digáis que no, pero soy plenamente partidario de que aquel que trabaje en un colectivo que requiera el contacto físico con otras personas o simplemente que tenga algún tipo de relación y rechace la vacunación, pueda ser puesto de patitas en la calle, sin  derecho a indemnización.
   Las obligaciones de vivir en sociedad son unas cua ntas y algunas, ciertamente penosas para muchos, como la de contribuir al bien común con el pago de los impuestos. En este país, tenemos mucha tradición de buscar la manera de eludir el pago a Hacienda con diversos pretextos o con artilugios contables. Y son demasiados los que se escapan a su contribución. Pero si les cogen, se les cae el pelo y tendrán que indemnizar al resto de los españoles por su insolidaridad. Es la misma situación que debe afrontar quien se escaquea de su derecho (pero a la vez obligación) a la salud con la inoculación de la vacuna. Y después, si uno piensa que es todo un invento de Bill Gates para instalarnos un chip y vigilarnos, tiene todo el derecho del mundo a propagarlo. Pero a jeringuilla puesta. 

        DdA, XVII/4765           

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