lunes, 1 de febrero de 2021

¡ES EL LIBRE MERCADO, GILIPOLLAS!

 


Vicente Bernaldo de Quirós

   Hay enfados que merecen bofetadas. El cabreo mayúsculo del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, con las empresas farmacéuticas que le escamotearon vacunas a España y a los países de la UE para venderlas al mejor postor, forman parte de las contradicciones de nuestros dirigentes europeos. El político belga no es un analfabeto de la historia comunitaria y sabe perfectamente a qué atenerse cuando las multinacionales de los medicamentos tratan de hacer valer su voluntad por encima de sus compromisos, que se derrumban como castillos de naipes, cuando huelen el dinero a distancia.
   Fue Bill Clinton en la campaña electoral que le llevó a la presidencia de Estados Unidos, el que le espetó a George Bush, senior, al que le derrotó en las urnas aquello de "es la economía, estúpido", subrayando las razones de su victoria. Habrá que parafrasear ahora al ex mandatario demócrata para recordarle a Charles Michel, que "es el libre mercado gilipollas", o para ser más contundente, "es el puto capitalismo, tonto del culo".
   Puedo entender el rebote del presidente del Consejo de Europa cuando se enteró de que AstraZeneca y Pfizer, las dos empresas que suministraban la vacuna, ralentizaron los envíos para embolsarse millones de euros más, porque países más ricos las querían rápido y pagaban bien, pero el dirigente comunitario que conoce a la perfección la sensibilidad del organismo supranacional para con la propiedad privada y sus intereses bastardos, no tiene derecho al pataleo si antes no exigió el control necesario de cualquier institución que se precie, sobre los valores del mercado.
   A lo que parece, aunque las cosas andan todavía bastante confusas, hay cierto consenso en que las farmacéuticas agilicen las dosis para los ciudadanos europeos, pero se desconoce cuánto se ha pagado de más, que dice la letra pequeña del contrato y si las multinacionales se van a ir de rositas.
   La pandemia y sus derivados sanitarios y farmacológicos han puesto de relieve la imperiosa necesidad de que el libre mercado no campe por sus fueros ni chantajee a la opinión pública con sus decisiones en un problema de emergencia sanitaria como el que vivimos.
   A nadie se le escapa que si Europa o uno de sus países hubiera tenido una empresa pública de medicamentos, el asunto no se habría desproporcionado de esa manera, porque quien firma un acuerdo entre caballeros suele cumplirse. Otra cosa son los pactos con mafiosos. Esperemos que de ahora en adelante la Comunidad Europea se ponga las pilas y ponga en marcha la nacionalización de las medicinas, bien comprando las acciones de una privada o simplemente creando una nueva.
   España debería también tomar ejemplo y no dejarse caer en las garras del libre mercado, al que se le vendieron todas las joyas estatales no solo por el militarista Aznar, sino también por el felipismo más rampante. Cuando yo era chavalete, la Sanidad Militar tenía sus propios laboratorios farmacéuticos que sacaban al mercado los productos que investigaba. No sé si eran buenos, malos o regulares, pero dependían del dinero de todos y no tenían ánimo de lucro. A lo mejor habría que retomar la idea para que unos miserables directivos de compañías multinacionales, jueguen con nuestra salud en los tiempos peores que hayamos vividos en muchos lustros. De las carencias y de la mezquindad del libre mercado también se puede aprender.    

        DdA, XVII/4746      

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