Félix Población
Con el primer gobierno de coalición progresista en España desde la
segunda República y después de cuarenta años de democracia, todavía nos llegan
noticias que deberían avergonzarnos por el tratamiento elusivo que se le sigue
dando a aquellos que no solo combatieron al fascismo en España sino que también
lo hicieron en Francia, después de haber sido internados en los campos de
concentración con los que esta nación recibió ignominiosamente en 1939 a los
exiliados españoles.
Es el caso del aragonés Francisco Larroy Masueras, natural de Sariñena (1924) e hijo de un
carretero, que en compañía de su hermano Antonio (tres años mayor que él y fallecido hace
cinco) salió de España en 1938 y combatió a las tropas nazis en la batalla de
La Madelaine como miembros ambos de la resistencia francesa. La batalla, una de
las más singulares de la segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el 24 de agosto de
1944 cuando apenas cuarenta combatientes emboscaron a una columna formada por
casi 800 soldados alemanes (se barajan cifras superiores) en
las inmediaciones del castillo de Tornac.
El contingente formaba parte de la brigada vigésimo primera
de la tercera división, al mando de los capitanes Gabriel Pérez y Miguel
Arcas. En total se dice que eran 36 guerrilleros españoles y 4
franceses, con Cristino García
Granda entre los primeros y otro de los distinguidos como héroe de
la resistencia en aquel país. La columna de la Wermacht había salido de
Toulouse con dirección a París y fue al pasar por el cruce de La Madelaine, en
Tornac, cuando fue atacada, con un saldo final de 600 soldados alemanes
capturados y el suicidio de quien estaba al frente al comprobar la ostensible
inferioridad numérica de los vencedores.
Un día después de esa batalla, aquellos combatientes intervinieron
también en la liberación del departamento francés de Ariège. Tras contribuir a
la liberación de Francia, los hermanos Larroy cruzaron la frontera con España
junto al resto de compatriotas maquis e intervinieron en las incursiones que se
llevaron a cabo entre el valle de Arán y el valle de Benasque al objeto de
intentar lo propio en su país.
Pues bien, anteponiéndose al primer gobierno progresista de
coalición de España desde el fin de la guerra y también con notable y
lamentable retraso -dado la edad del galardonado-, recibió Francisco Larroy el
pasado viernes en París la máxima condecoración que otorga aquella república a
quienes se han destacado por su méritos extraordinarios: la Legión de Honor con
el grado de Caballero.
Que una personalidad como la de este anciano combatiente por las
libertades haya tenido que esperar hasta los 96 años de edad para ser
distinguido así en Francia, es de lamentar, pero que no lo haya sido hasta la
fecha por parte del primer gobierno progresista de coalición de España desde la
segunda República, digamos que abochorna y aproxima a este ejecutivo -para
mengua de su reputación memorialista- al de los ejecutivos precedentes y sus
olvidos no menos flagrantes respecto a la memoria democrática. Cabe preguntarse
a qué se dedica la Dirección General establecida al efecto para ocuparse de
esta materia.
DdA, XVII/4743
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