María Rosa de Madariaga
Pilar Altamira y yo nos conocimos hace pocos años, es decir, cuando éramos ambas ya bastante mayores. Pronto surgió entre las dos una corriente de simpatía, quizá porque las dos veníamos del mismo medio social: la burguesía liberal ilustrada.
Puede que uno de los elementos que me unieran a ella fuera el hecho de ser ella nieta de Don Rafael Altamira Gravea, historiador por el que he sentido siempre una gran admiración, sentimiento que compartía con mi profesor en la universidad francesa y director de mi tesis doctoral, Pierre Vilar.
Pilar Altamira entró en contacto conmigo con motivo de una “Petición de retirada de símbolos franquistas de los edificios del CSIC”; es decir, un escrito en favor de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), cuyo presidente fue desde su fundación en 1907 hasta su fallecimiento en 1934, Don Santiago Ramón y Cajal. Los años de la Segunda República fueron especialmente fructíferos para la JAE, dentro del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
Tomé entonces la iniciativa de redactar un texto dirigido a los ministros de Justicia y de Ciencia e Innovación, en el que se pedía, entre otras cosas, que no se considerase válido el decreto franquista del 19 de mayo de 1938 por el que se disolvía la JAE, toda vez que la JAE seguía existiendo como lo prueba el nombramiento del Dr. Don Luis Calandre Ibáñez, subdelegado de la JAE en Madrid. Firmamos esta petición toda una serie de personas de familias republicanas que nos identificamos con la ILE y con lo que ésta representó en España.
Como resultado de esta colaboración institucionista se fueron creando entre algunas de nosotros vínculos de amistad. Pilar, por su dinamismo, se erigió, casi de manera natural, en “conductora” del grupo de “amigas republicanas” como yo lo llamaba, ya que el de “Nietísimas”, como nos llamaba a veces Pilar, no me convencía, por recordarme demasiado a las “Nietísimas” de Franco. Además, “nietísimas” no lo éramos todas. Si, como nieta de mi admirado Don Rafael Altamira, Pilar lo era, otras eran “biznietísimas” como Cristina Tolivar Alas, biznieta de Clarín, aunque también nieta de Leopoldo Alas (hijo de Clarín), que fue rector de la Universidad de Oviedo, y a quien fusilaron los franquistas en 1936, o Blanca Pons Sorolla, biznieta del gran pintor valenciano Joaquín Sorolla; Teresa Jiménez Landi, no es nieta, sino hija de Antonio Jiménez Landi, historiador de la Institución Libre de Enseñanza, y yo misma, sobrina carnal de Salvador de Madariaga.
Lo que nos unía y une a todas nosotras es un concepto de España que no tiene nada que ver con el que nos enseñaron bajo el franquismo, un concepto de España que hundía sus raíces en la España de la Ilustración, seguida del liberalismo del siglo XIX, y la Institución Libre de Enseñanza, y que desembocaría en la Segunda República como ejemplo de la modernización de España.
Aunque su formación universitaria era científica- había estudiado Biológicas-, Pilar tenía muy buena pluma. De casta le viene al galgo, y lo digo porque en eso salió a su abuelo, un historiador que escribía muy bien. Altamira es ameno. Su Historia de España y de la Civilización Española, en varios volúmenes, lo tengo como libro de cabecera. Pilar escribió varios libros, en los que vierte sus ideas y sentimientos sobre diversos temas.
Pilar era depositaria del legado de su abuelo, y, en este sentido, tuvo especial relevancia el “Año Internacional Altamira”, celebrado en 2011, en el que Pilar organizó en diversas ciudades de España- Madrid, Alicante, Valladolid, Oviedo- y también en París, toda una serie de actos en homenaje a la figura del gran historiador, y ¡jurista!, no lo olvidemos, que llegó a ser presidente de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, el más alto Tribunal de Justicia Internacional del mundo. Pilar me hizo el honor de proponerme que entrara a formar parte del Comité asesor del “Año Internacional Altamira”, lo que fue para mí no solo un honor, sino también un orgullo.
Aunque se nos haya ido, siento que Pilar sigue ahí “pastoreándonos”. El grupo de “amigas republicanas” seguiremos reuniéndonos en nuestros almuerzos estacionales. Y Pilar seguirá siempre estando a nuestro lado.
DdA, XVII/4743
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