Vicente Bernaldo de Quirós
La permanencia de Reino Unido en la Unión Europea ha pasado ya a la historia, pero lo que todavía no lo ha hecho ha sido la trata de personas migrantes a través del Canal de la Mancha que proporcionaba suculentos beneficios a las redes de mafiosos y algún que otro garante de la seguridad fronteriza que miraba para otro lado cuando tenía que hacer una inspección.
Durante su estancia en la UE, el tráfico automovilístico por el túnel de la Mancha era lo suficientemente ágil para que algunos de los inmigrantes que deseaban establecerse en la Gran Bretaña se colaran por unas aduanas apenas controladas, dado que el tratado de Schengen favorecía el transporte de personas y de mercancías de un lado a otro de Europa, y eso que el Gobierno de Londres había puesto más obstáculos de la cuenta a este tráfico.
Ahora y con el prurito insular de controlar las entradas y salidas de personas porque para eso hicieron el Brexit, los británicos redoblan sus pasos fronterizos por carretera y el túnel se colapsa en ocasiones por esta circunstancia.
Si no podemos meter a los inmigrantes por tierra, lo haremos por mar, debieron decirse los traficantes de miseria que ganan un salario sucio con negocios bastardos. Y así se intensificó el paso del continente a las islas en pequeñas barquichuelas miserables y frágiles porque la agobiante necesidad de huir de la pobreza es aprovechando por los sin escrúpulos para hacerles la vida supuestamente más fácil.
Y así por cantidades alrededor de 3.000 euros por persona, pobres que se quieren redimir de su pobreza en Reino Unido pagan a sus conductores para que les lleven a sus sueños, aunque tengan que arriesgar la vida y la salud por ello.
Que existen las redes mafiosas que trafican con personas en el Canal de la Mancha lo sabe hasta el más inocente de los autistas del mundo entero, pero no parece que las autoridades tengan demasiado interés en acabar con ese tráfico, salvo muy de vez en cuando para dar ejemplaridad y advertir a los mafiosos que saben lo que pasa.
La última vez que se produjo la desarticulación de una red de tráfico de inmigrantes en esa parte de Europa, se descubrió que europeos del mejor pelaje eran los que se llevaban el gato económico al agua, pero entre el personal de a pie descollaban numerosos iraníes que se habían exiliado de su país cuando llegaron los ayatolás.
Pero, ojo, no se trata de iraníes pobrecitos que se buscan la vida porque en Teherán hay represión religiosa, política y social. Nada de eso. Estamos hablando de secuaces del régimen del Sha Reza Palevi, que con causas pendientes en Irán se fueron a otros lugares a buscar la vida que habían perdido. Y claro, acostumbrados al mercadeo del viejo emperador fallecido, mantuvieron el negocio de ganar pasta a costa de los más pobres. Y ahí están dándolo todo para que las mafias incrementen sus cajas de dinero negro. Son los mismos iraníes que servían a los que financiaron a Vox, pero estarían dispuestos a sufragar a los más radicales, siempre que se lleven un buen pellizco. La busca de la vida, diría Pío Baroja.
DdA, XVII/4742
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