Como la de la imagen, hay muchas otras placas conmemorativas en la ciudad de Gijón sobre las que se ha cebado la desidia, el olvido , tal como se aprecia en la de la fotografía. En sólo una década, la intemperie y el vandalismo han dejado su mácula sobre las palabras y los símbolos en recuerdo de quienes fueron honrados con la memoria de sus nombres. Tanto a la incuria como a la necedad debería hacerles frente el actual Ayuntamiento, porque así debe ser como lección inequívoca de civismo y recordación.
Héctor Blanco
Hará unos veinte años que el Ayuntamiento de Gijón emprendió una iniciativa
encaminada a recuperar parte de la historia local. Con el nombre genérico
de Memoria de Gijón, este ámbito de actuación se ha basado
en dos actividades complementarias: la edición de folletos y monografías y la
colocación de hitos conmemorativos en vías públicas y edificios.
Así, durante estas dos últimas décadas se ha generado una ya considerable
colección de publicaciones, en su mayor parte de historia contemporánea
gijonesa, abordando asuntos diversos y que en su conjunto han contribuido a
descubrir o a conocer mejor aspectos de ese pasado reciente.
De manera paralela fueron colocándose en diferentes emplazamientos placas
conmemorativas, con distinto formato y estética, que hacen alusión a lugares,
personas y colectivos que tuvieron o tienen relevancia en nuestra comunidad y
que incluso por ello están en el callejero.
Con estos hitos se visibilizó, se rindió homenaje o se recuperó memoria e
identidad, pero gran parte de esta labor ha ido diluyéndose durante la década
que ahora concluye. Durante ella, se han coaligado dos factores independientes
pero sumatorios en cuanto a efectos: el vandalismo y la incuria municipal. El
resultado es que, en lo tocante a las placas, se ha desbaratado lo que no sin
esfuerzo y en gran medida mediante la participación ciudadana se consiguió
rescatar del olvido.
Sobre el vandalismo poco cabe decir. La necedad de los botarates que por
simple diversión o por “hooliganismo” ideológico dañan el patrimonio público
son parte de los pesares de cualquier comunidad, así ha sido y así será. Más
lamentable resulta que los responsables de la institución que detenta la
propiedad de estos elementos, de los que todos somos copropietarios, y entre
cuyas obligaciones está velar por los bienes públicos de cualquier tipo, no
muevan ficha.
Así se transmiten dos mensajes demoledores: que lo público no importa
-incluso, como en los dos mandatos anteriores, vendiendo como ahorro lo que no
es más que abandono- y, no menos grave, que tienen de esta manera garantizado
su objetivo quienes mediante la violencia buscan que el olvido vuelva a cubrir
nombres y acontecimientos de nuestro pasado que no les resultan afines.
Si durante la mayor parte de esta década el abandono de los espacios
públicos fue una característica del gobierno local, comienza a resultar
llamativo que transcurrido más de un año desde el inicio de este nuevo mandato,
en este asunto, todo siga igual. Estamos hablando de establecer un simple
programa de mantenimiento similar al que cabe realizar con el resto del
mobiliario urbano que, de hacerse sobre la marcha, no tendría mayores costes y
que de no hacerse así, como ocurre ahora, acaba implicando o la pérdida de ese
trabajo de años o abordar una intervención de calado para su recuperación.
El abandono no puede consolidarse como imagen de Gijón, como tampoco puede
asumirse desde el Ayuntamiento que el vandalismo sea quien determine qué
podemos recordar y qué no.
La Cultural DdA, XVI/4690
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