Del artículo que este sábado publica en el diario La Voz de Asturias Enrique del Teso, y cuyo texto íntegro podemos leer en el mismo periódico (Navidad, vida pública, vida a secas y lapso marciano), es muy de destacar lo que republico a continuación y que concluye con unas líneas cuyo concepto comparte plenamente este Lazarillo: "El Rey tendrá que hacer algo para dejar de ser el Rey de las derechas y de los fusileros. Y tendrá que ser neutral entre la ley Celaá y la de Wert, pero no entre quienes proclaman que el Gobierno nombrado por el Parlamento es legítimo y los que lo niegan. Ningún republicano, como quien escribe, debería apetecer una República que fuera los cascotes de la Monarquía. Nadie quiere el derrumbe de una institución. ¿Nadie asesora al Rey?".
Hay demasiada gente empeñada en tenernos en el estado
de ansiedad de los momentos históricos del todo o nada. Hay un problema con la
memoria de la transición y del pacto constitucional. Hubo un cierto adanismo,
en evidente retroceso y que solo duró dos años, en el que cuajó en una
izquierda emergente el impulso de un proceso constituyente desde cero, como el
empuje de continuar la lectura de una novela olvidando en cada momento lo leído
antes y como si pudiera haber un presente sin historia reciente. La aspiración
de modificar la Constitución se mantiene, pero ya no la de reiniciar la
democracia en un período constituyente como el de finales de los setenta. Lo
que fue creciendo fue el vicio inverso, el de quienes pretenden no saber que
avanzar la lectura de una novela exige olvido, que no se puede mantener la
lectura sin dejar que decaigan de la memoria materiales leídos. Por razones
diferentes pero que forman una de aquellas familias de Wittgenstein, están en
ese empeño la extrema derecha, la derecha, algunos socialistas históricos y las
terminales mediáticas de todos ellos. El empeño es el de congelar la
transición, con los acuerdos de entonces con las circunstancias y peligros de
entonces, y hacer una plantilla rígida con la que denigrar a lo que sobresalga
como desleal con la convivencia y el bienestar que se iniciaron en la
transición. Como si cualquier sentido de la idea de avance fuera una
desautorización de lo anterior y un desprecio de legados recibidos. Como si
avanzar la lectura de una novela fuera faltar al respecto de los materiales que
se olvidan.
Las razones varían. La extrema derecha siempre inventa un pasado de peligros o glorias al que se debe un presente amenazado o en trance de heroísmo para justificar la situación de excepción autoritaria. Deliran ser herederos de una transición que en realidad era a lo suyo a lo que dejaba atrás. Se inventan la Constitución para ser constitucionalistas. Con la Constitución les pasa como aquel señor al que le encantaba King Kong, menos la parte esa del mono gigante. A ellos les encanta la Constitución menos la parte esa de libertades y derechos. La derecha también petrifica situaciones pasadas para armar una propaganda de terroristas, víctimas o hipérboles de estalinismo. Política zombi, la llamaría Xandru Fernández. Los socialistas veteranos no buscan propaganda. El avance de los tiempos y la creación de situaciones que los hace irrelevantes a ellos y sus gestiones pasadas les hace confundir su decadencia con la del sistema. Y funden sus miedos y desconciertos con la propaganda de la derecha y la ultraderecha. Los medios afines a la derecha siempre fueron sus voceros y ahora también. Resultan más notables los equilibrios del grupo editorial que siempre fue de la mano de los socialistas veteranos. La línea editorial es antifascista, pero quieren trazarla de manera que el mismo impulso de denuncia del fascismo abarque a Podemos. Y el punto en el que hay que poner la cámara para enfocar a la vez a Vox y a Podemos inevitablemente hace pasar al fascismo hasta la cocina de la democracia.
Al Rey le llueven injurias. El otro día utilizaron su figura e institución para proclamar que no todos somos iguales ante la ley. A él le dirigen con lealtad de súbditos cartas para que vuelva las armas del ejército contra la nación. En su nombre chatean algunos militares sobre fusilamientos. Lo invocan para manifestar que el Gobierno que nombra el Parlamento es ilegítimo. Su padre solo habla con abogados sobre dineros escondidos y maletines de millones recibidos de dictaduras incalificables. Las derechas lo ungen como Rey de una parte de España y frontera de división entre españoles. Todos los días lo injurian. Parte del PSOE (solo parte) y todo lo que está a su izquierda es republicana y arrecian contra la Monarquía. El único apoyo sincero y leal que tiene es el PSOE. Pelea por la Monarquía y paga precio por ello, no gana nada. No lo hace por propaganda, como las derechas. Pero al PSOE de Pedro Sánchez no lo quieren en el cotarro monárquico. Para un apoyo leal que tiene, su amor no es correspondido. Quizá en Nochebuena no era el momento. Pero el Rey tendrá que hacer algo para dejar de ser el Rey de las derechas y de los fusileros. Y tendrá que ser neutral entre la ley Celaá y la de Wert, pero no entre quienes proclaman que el Gobierno nombrado por el Parlamento es legítimo y los que lo niegan. Ningún republicano, como quien escribe, debería apetecer una República que fuera los cascotes de la Monarquía. Nadie quiere el derrumbe de una institución. ¿Nadie asesora al Rey?
La Voz de Asturias DdA, XVI/4711
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