Pablo Álvarez Fernández (PAF)
Acabo de
leer íntegramente el discurso, por llamarlo de alguna manera, que escupió ayer
Felipe VI y no salgo de mi asombro ante la capacidad que tienen los borbones
para mear encima del pueblo sin que se les escape la risa.
El que
aquí escribe es uno de esos 26 millones de hijos de puta fusilables a los que
el mando supremo de las fuerzas armadas olvidó mencionar. De los que engrasan
el fusil y afinan la puntería, tampoco dijo nada. Ni reproche, ni condena, ni
llamamiento a defender la democracia. Son los suyos, ese fue el mensaje
implícito. Él sabe que en una hipotética vuelta a "las diferencias y
enfrentamientos", así se refirió a la dictadura que regó este país con la
sangre de miles de inocentes, mantendría el trono, la corona y los privilegios
que perdería en un sistema realmente democrático.
De su
defensa a ultranza de los "valores" de esa constitución que los
mantiene inviolables y de los principios éticos y morales que han permitido que
su padre se exilie sin rendir cuentas a la justicia, después de haber saqueado
"presuntamente" este país, no voy a decir nada porque los hechos
hablan por si mismos.
El
resto, paja y baboseo para jolgorio de su vasallaje.
Podríamos
decir, sin miedo a equivocarnos ni pedir perdón como un emérito cualquiera, que
fue un discurso pandémico. Distancia social con el pueblo, lavado de manos con
los presuntos delitos de su estirpe, alcohol para embriagar a sus defensores y
mascarilla y guante blanco para seguir parasitando.
DdA, XVI//4710
No hay comentarios:
Publicar un comentario