lunes, 16 de noviembre de 2020

LA ACÚSTICA DE LA SALA NO ESTUVO A LA ALTURA DE TRINIDAD JIMÈNEZ*


Alicia Población

La flautista Trinidad Jiménez ha ofrecido en Madrid un concierto que no nos dejó indiferentes. El espectáculo «Eléctrica» forma parte de su proyecto «Flautaora», en el que estudia una rearmonización y una nueva estructura de los cantes de las mujeres del flamenco, como La Niña de los Peines o la Paquera. A través de estos arreglos acerca el flamenco más puro a las armonías del jazz e incorpora, especialmente en este caso, la electrónica, logrando una fusión que, sin duda, llama la atención.

En esta ocasión le acompañaban en el escenario David Sancho al piano, Julio Martín al hammond y Borja Barrueta a la batería.

Parece mentira que fuera una producción conjunta entre el grupo y el Festival de Jazz Madrid, porque sin duda los programadores no tuvieron muy en cuenta la acústica de la sala Caja de Música del CentroCentro a la hora de ceder el espacio a los músicos. O al menos, quiero pensar, no repararon en que el sonido de sintetizadores como el hammond y el rhodes necesitan una sala con disposición y estructura diferente para que no saturen los graves como lo hicieron durante el concierto. Esto fue en detrimento del grupo, ya que los arreglos complejos y bien estructurados del programa quedaron mermados por la complicación acústica de la sala y se perdieron timbres que acabaron echándose de menos.

En el tema «Ocre y azul», por ejemplo, que hacía alusión al color madera de la flauta bajo y al azul del mar, faltó un poco más de protagonismo en el sonido propiamente oceánico del instrumento de viento. Particularmente fue una pena no poder disfrutar más ese timbre delicado y suave que en muchas ocasiones se difuminaba entre los demás.

Sin lugar a dudas el tema del concierto fue la Seguiriya que empezó lenta y sinuosa y acabó en un clímax que gustó notablemente a la audiencia. El grupo mantuvo, en sólido conjunto, un groove estable que llevó al público a la cima sonora.

A pesar del difícil control del hammond en unas circunstancias como las que se daban, Julio Martín nos regaló varios solos en los que se la jugó prácticamente a una carta, en una búsqueda de riesgo que, a pesar de todo, fue de agradecer e hizo que el público se integrara más profundamente en la música. David Sancho también nos situó atmosféricamente y fue el colchón necesario para que los temas fluyeran.

Barrueta, quien no se quedó sin electrónica, mezcló lo acústico que ofrecía su batería con el pad, logrando el encaje percusivo perfecto en temas de estas dimensiones. Le dio, una vez más, ese nuevo latido a la música que no esperas y que siempre te sorprende.

Es de resaltar ante todo la valentía de Trinidad Jiménez de regalarnos unos temas nuevos, complejos y muy nutridos en un concierto nada fácil ante la acústica de sala y una formación poco convencional. Sin duda nos ha dejado con ganas de más.

*Artículo de crítica publicado en Aquí Madrid.

     DdA, XVI/4669    

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